En nuestra sociedad y en la comunidad internacional se debate intensamente sobre los mecanismos que permitan una solución a la tragedia política y social que padecemos. Diversos sectores y actores proponen tomar el camino a una solución electoral.
En las actuales circunstancias la opción electoral es un sofisma. Se argumenta que es la mejor forma de lograr el cambio de gobierno, y ciertamente es así. Se teoriza respecto a lo civilizado del mecanismo. Pero cuando se examina el fondo con rigurosa disciplina, se llega a la conclusión de que en Venezuela las elecciones se fueron degenerando de tal forma que han devenido en un fraude global, en una pantomima utilizada para darle un barniz de legalidad y legitimidad a una dictadura criminal.
No cabe duda de que el destino de nuestra nación nos corresponde decidirlo a los venezolanos, de forma libre y natural. Solo que, como lo señalé en mi artículo de la semana pasada, la nuestra es una nación sometida. Una nación postrada que está impedida de expresarse libre y democráticamentente.
Sostuve allí que sin la cooperación de la comunidad internacional será imposible lograr que nuestros ciudadanos puedan decidir libremente su destino. Lo ideal sería poder efectuar una consulta electoral o un proceso de elecciones que le permitan a nuestro pueblo decidir su destino. No hay duda de que tal solución es la civilizada, la que más nos conviene como personas y como sociedad. Solo que esa solución no la quiere, no la acepta la dictadura.
Ella busca perpetuarse en el poder. Se burla de todos nosotros, los venezolanos, y también de la comunidad internacional. Si no se logra la presión necesaria, harán lo que hicieron los comunistas cubanos. Impondrán una hegemonía autoritaria de largo alcance.
Hay quienes, de buena fe, creen que es posible concurrir, con algunas pocas concesiones, a un nuevo proceso electoral. Hay otros, los más, que plenamente conscientes de la naturaleza fraudulenta de la dictadura justifican la concurrencia al proceso, en cumplimiento a un compromiso de colaboración, que le permita a la dictadura justificar su permanencia en el poder. Son ellos los promotores del sofisma electoral.
Bien conocemos el significado del término sofisma. Según el Diccionario de la Real Academia de La Lengua, sofisma significa: “Razón con argumento falso con apariencia de verdad”. Como vemos, se trata de algo que en apariencia es verdad, pero que en el fondo y en la realidad no lo es.
Los promotores del sofisma electoral nos quieren persuadir de asistir a un proceso electoral, aun con el mismo CNE, y con las mismas condiciones, porque “si ya en 2015 ganamos la Asamblea Nacional con el actual CNE, no deberíamos vacilar en volver a las urnas”.
El colaboracionismo busca que cese la denuncia del brutal fraude del 20 de mayo de 2018. Proponen que nos preparemos desde ya para una elección parlamentaria. Incluso alguno de sus voceros ha asomado que para intentar salir de la dictadura lo más conveniente es esperar la oportunidad legal para solicitar el referéndum revocatorio, olvidando la forma truculenta y abrupta como la dictadura impidió en 2016 este mecanismo. Este sector no encuentra la forma de comunicarnos su verdadera motivación: dejen quieto a Maduro.
La sociedad democrática ha querido, ha luchado intensamente por lograr procesos electorales transparentes. La dictadura se ha negado, una y otra vez, a oír nuestra voz. Ha impuesto a la fuerza su “sistema electoral”.
En ninguna democracia decente, las reglas, los sistemas y procedimientos electorales son impuestos por un solo sector, y menos por quien detenta el poder. Un sistema electoral, en democracia, es fruto del acuerdo de los principales actores políticos de esa sociedad.
En Venezuela eso no ha sido posible. Y hoy es menos posible aún. La dictadura nos ha demostrado su soberbia decisión de controlar en todas sus fases, niveles y procesos el sistema electoral. El mismo no está diseñado para que los ciudadanos elijan. Está hecho para darle un barniz de legitimidad a una dictadura.
Mientras no se logre obligar a la dictadura, a aceptar un sistema electoral donde la opinión de la oposición democrática destinada a garantizar la transparencia y el equilibro sea tomada en consideración, concurrir a procesos es hacerle el juego a una simulación fraudulenta.
En diversos escenarios expertos en proceso electorales han detallado los elementos fundamentales a trasformar para hacer transparente el sistema electoral venezolano.
Si la dictadura sigue empeñada en montar los procesos electorales, como lo han venido haciendo, la solución política electoral, será un sofisma. Nunca una solución electoral. Venezuela no puede ser condenada a soportar por siempre un régimen criminal como el que tenemos. Es menester lograr la libertad.