OPINIÓN

El sin nariz

por Raquel Gamus Raquel Gamus

El pacto anunciado entre el gobierno y un sector espurio y oportunista de la oposición se ha topado con tal número de obstáculos que hacen pensar que los cálculos no estuvieron muy bien hechos.

Al inmediato desconocimiento de importantes instancias internacionales a un diálogo que no sea con  la oposición legitimada en la AN, se sumó  una seguidilla de acontecimientos cuestionadores del régimen de Maduro.

Comencemos por la aprobación en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU de la propuesta patrocinada por el Grupo de Lima, de una resolución que condena las violaciones y abusos de las leyes internacionales en Venezuela, insta a sus autoridades a liberar a todos los prisioneros políticos que han sido detenidos arbitrariamente y además establece la conformación de una misión independiente de verificación de hechos denunciados que deberá instalarse en el país

Sumemos las nuevas medidas de parte del gobierno de Estados Unidos y la decisión de la Unión Europea de sancionar a siete nuevos miembros de las fuerzas de seguridad venezolanas por torturas y otras violaciones de derechos humanos, cuatro de ellos en relación con el martirio y la muerte del capitán Rafael Acosta.

Agreguemos la aprobación de la primera resolución del TIAR sobre Venezuela que declara que el régimen de Maduro participa en el tráfico de drogas, lavado de dinero, terrorismo, corrupción y violación de derechos humanos. Además de convertir el territorio venezolano en refugio de organizaciones terroristas y grupos armados ilegales, lo  que dio lugar a considerarlo como una amenaza para la región.

En consecuencia, se crea una unidad de investigación, inteligencia y persecución de personas vinculadas al régimen de Nicolás Maduro relacionados con los  delitos antes mencionados, lo que conlleva a la congelación de cuentas y propiedades de estos en  territorio de los Estados partes del  tratado.

Destaca por otra parte el interés demostrado por el presidente Trump en la solución de la crisis venezolana ante las representaciones de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, así como la atención brindada a la representación de Guaidó en un encuentro en un hotel de Nueva York en una clara señal de respaldo a su liderazgo.

Atención contrastante con la soledad de los representantes de Maduro y el rechazo mostrado por varias delegaciones en el momento en que Delcy Rodríguez hacía su engañosa presentación en la Asamblea de la ONU.

Pero lo que sin duda representa el golpe más importante para Maduro es que en su viaje en búsqueda de un salvavidas de parte de Rusia, no solo no obtuvo los créditos aspirados, sino que Putin hizo una declaración en la cual si bien lo reconoce como presidente legítimo de Venezuela, hace otro tanto con Juan Guaidó y la Asamblea Nacional que preside y, algo muy importante, hace un llamado a  sentarse una vez más a dialogar para buscar una salida a la crisis política y económica que atraviesa Venezuela.

De manera que a su regreso volvió a apelar a las negociaciones impulsadas por el reino de Noruega, con lo cual cae en su propia trampa porque debe estar más que claro que el reinicio tendría que darse en el punto donde quedaron, momento en el que la delegación de Maduro decidió levantarse de la mesa y aparecer con su mesita de noche. Esto es, en la decisión de convocar elecciones sin él y sin Guaidó, con un consejo de gobierno que debería en un lapso perentorio reinstitucionalizar el país y realizar unas prístinas elecciones presidenciales. Difícil reto para el pacto de la vergüenza de la picola mesa, hacer retroceder las negociaciones de Oslo y sus poderosos apoyos y conminaciones.