OPINIÓN

El sereno vuelo de la gran grulla blanca

por Eduardo Viloria y Díaz Eduardo Viloria y Díaz

 

Conde de Luna en Il Trovatore, 2009 Foto Ken Howard – Met Opera

 

Llegará un día en que yo también

flotaré en la misma bruma con las grullas,

bajo el cielo, con los pájaros, llamándolos

a vosotros, a quienes dejé en la tierra”.

Rasul Gamzatov

 

El sentido de identidad ha estado presente con orgullo en el pueblo ruso y constantemente sus artistas han sido grandes símbolos a lo largo de la historia, blasones que han retado a las cruentas adversidades en los duros procesos de transformación, a los que esta cultura ha sido sometida. En la Segunda Guerra Mundial, la URSS fue el país que tuvo mayor cantidad de pérdidas en vidas humanas, 26 millones de personas fueron víctimas del odio y la intolerancia, de estos, 12 millones fueron combatientes soviéticos, quienes entregaron la vida en un conflicto bélico sin precedentes. Padres, mujeres, hermanos y amigos fueron testigos de ese dolor. Sacudido por el impacto que generó esta hostilidad, el poeta Rasul Gamzatov escribe unos versos profundamente tristes y con la música de Yan Frenkel crean una canción de superior hermosura, “Las grullas”. Cuenta esta canción que las almas de soldados que morían en combate se transformaban en imponentes grullas blancas y  que regresaban a sus hogares volando sobre la gran patria.

Entre el  inminente ocaso y posterior disolución de la URSS surge un artista que va a despertar el vigor y admiración en una nación golpeada y que oscilante, vaga en la incertidumbre. Nacido en la remota ciudad de Krasnoyarsk en Siberia, el barítono Dmitri Aleksandrovich Hvorostovsky se transforma en un nuevo ícono de esperanza para sus compatriotas y rápidamente emprende la conquista de los mayores escenarios operísticos del mundo. Desde muy temprana edad estudia piano, disciplina en la que destaca prematuramente, pero es en el canto lírico donde el destino le tenía reservado páginas de gloria. Una vez reorientado su talento estudia en su ciudad natal con Yaketerina Yofel y logra con prontitud ocupar puestos selectos en la escena operística local. Obtiene sus primeros reconocimientos en 1987, al ganar el concurso de canto  Glinka (Moscú) y un año después la gran Competencia de Canto de Toulouse (Francia). Su consagración definitiva se produce en 1989,  a los 27 años de edad al ser el rotundo ganador de la célebre competencia Cardiff Singer of The World organizado por la BBC; catalogada esa edición como La Batalla de los Barítonos, vence al cantante galés  Bryn Terfel. De inmediato su prestigio se expande cual estallido y se hace presente en los teatros de mayor importancia en el orbe.

Dmitri Hvorostovsky desde sus inicios sorprende por una insuperable técnica de alta escuela y un increíble control de la respiración; la belleza de su voz es sumamente seductora, con una riqueza inigualable en los pianísimos y maravillosos matices en las elevadas notas forte, en las que mantiene la suprema gracia de su timbre. Es amplia, enérgica, con una naturalidad que envuelve cual bruma acariciando al público y se hace dueño de sus emociones.

Dmitri junto al director de orquesta Zubin Mehta. Foto Katharina Schiffl

Con su imponente registro vocal Hvorostovsky gana un meteórico reconocimiento internacional,  convertido en un titán se abre paso en los escenarios; consolida su carrera como intérprete de repertorio ruso y verdiano. Son aclamadas sus interpretaciones del Conde de Luna (Il Trovatore), RigolettoSimon Boccanegra, Rodrigo en Don Carlo, Germont (La Traviata). Su rol en Eugene Onegin (Tchaikovsky) ha quedado con categoría insustituible referencia, es considerado uno de los más grandes cantantes de la historia. Destellante presencia, grandes cualidades histriónicas y la extraordinaria belleza de su voz lo hacen un recurrente en exigentes programaciones. Debuta con aclamación del público y la crítica en la Wiener Staatsoper, La Scala, The Royal Opera House, The Metropolitan, Chicago Lyric Opera. En el Met escribe su nombre con descomunales actuaciones, comenzando con La dama de picas en 1995, reafirma su fama en La Traviata, Rigoletto, Un ballo in maschera,  Guerra  y paz de Serguéi Prokófiev, Eugene Onegin  (haciendo una impresionante protagonización junto a Renée Fleming en 2003). Recorre nuestro continente y los espectadores americanos disfrutan de aclamadas presentaciones en Caracas, Ciudad de México, Bogotá y Buenos Aires, cosechando rotundos éxitos. A nivel global comparte escena con la élite de la ópera, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, Marcello Giordani, Jonas Kaufmann,  Kiri Te Kanawa, Dolora Zajick ,Olga Borodina y Anna Netrebko.

Noches de Moscú

Una prolífica discografía con más de 50 álbumes recoge la riqueza y variedad de su inmenso repertorio, en estas grabaciones plasma su talento, dominio de la ópera y su pasional relación con la música; Romances, Passione di Napoli, ¿Dónde están mis hermanos?, Te conocí mi amor o Noches de Moscú son títulos que nos ofrece cargados de universalidad y de un secular sentimiento. Realiza en todo el planeta multitudinarios conciertos unido a sus grandes colaboradores el compositor Igor Krutoy, el director orquestal Constantine Orbelian y la majestuosa Anna Netrebko. En 2004 es el primer cantante que ofrece un recital en la Plaza Roja y nuevamente en 2013 repite la experiencia siendo transmitida en 40 países.  Logra que una de sus actuaciones fuese vista en directo por 90.000.000 de telespectadores. Pone su arte al servicio de los necesitados. Luego de una prolongada participación en distintas causas benéficas, junto a su fundación consigue recaudar anualmente millones de dólares que son destinados a prestar asistencia médica a cientos de niños.

En 2015 anuncia el padecimiento de cáncer en el cerebro, por lo que se ve obligado a detener sus compromisos para recibir el tratamiento. Meses después y para sorpresa de todos reaparece en Nueva York, lugar donde es una superestrella consentida del Met. Junto a su incondicional Anna Netrebko consigue un arrollador regreso en Il Tovatore, un esplendido montaje de David McVicar con dirección de orquesta de Marco Armiliato.  No solo el público le rinde un frenético reconocimiento por la entereza, en un hecho alejado de lo común, al momento del saludo final los músicos de la orquesta le arrojan docenas de rosas blancas como tributo a un auténtico gigante del escenario. A pesar de los estragos de la enfermedad, Dmitri Hvorostovsky continúa entregándose en cada aparición,  parece que “algo más” lo acompaña, una especie de dualidad inquebrantable, un alma imposible de vencer, tal como lo demuestra el 22 de junio de 2017 en una gala al aire libre ante unas 15.000 personas en Grafenegg (Austria), con evidente daño físico, su cantar aún permanece fuerte, sonoro y cautivante; en la asistencia se despierta la admiración y ternura ante aquel que luego de una épica batalla se precipita al profundo abismo de la muerte.

Dmitri Hvorostovsky

El 22 de noviembre de 2017, rodeado de familia a los 55 años de edad fallece en su hogar en Londres. Dmitri Hvorostovsky no solo fue un cantante, fue una renovadora sacudida al mundo de la ópera, un rebelde que con firmeza elevó este género y lo acercó a millares. La fuerza sanadora de su voz  dio esperanza en momentos de oscuridad,  pulsó las almas de quienes le admiran, convirtiéndose en un recóndito sentir.  En su Rusia natal, cientos de miles los buscan cada tarde en el firmamento, soñando que envuelto en brillante luz regresa en el sereno vuelo de la gran grulla blanca.