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El Salvador apuesta por “el hombre fuerte” y las instituciones débiles

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Plataforma Unitaria pidió a Nayib Bukele mantener el apoyo hacia los venezolanos

Foto EFE

Los políticos al igual que los pañales deben cambiarse a menudo y por la misma razón.

El presidente Nayib Bukele celebró en grande una victoria electoral impresionante, inconstitucional y sin resultados oficiales. Su masivo triunfo representa el retorno del “hombre fuerte” y el resurgir de las instituciones débiles en Centroamérica.

Hace 85 años el general Maximiliano Hernández llegó al poder en El Salvador, prometiendo orden, seguridad y prosperidad. Gracias al poder de las armas, su popularidad y las triquiñuelas legislativas se reeligió y gobernó por más de 13 años. La historia se repite.

El presidente Bukele ha garantizado al pueblo de El Salvador la paz y seguridad que muchos prometieron, pero nadie había podido cumplir. El éxito no fue gratuito, el pueblo sacrificó su democracia y sus libertades a cambio de vivir en paz y sin la extorsión de las maras.

Más alcaldías, más diputados y más poder. Con la masiva victoria de Bukele se pone fin a los contrapesos del poder. Como él mismo lo dijo: El Salvador será el primer país del mundo con “un partido único en un sistema plenamente democrático”.

El presidente que habla con Dios. Al igual que otros países en los que gobierna el partido único, el presidente Bukele cree estar por encima de las leyes terrenales y divinas. Ha dicho en diversas ocasiones que “habla con Dios” y que es “su instrumento” favorito.

Bukele mintió. Dijo que no quería reelegirse como presidente y no solo se reeligió, sino que cambió magistrados, jueces, fiscales y hasta la interpretación de la Constitución para consumar su ambición y seguir atornillado al poder.

Tras su arrolladora victoria, Bukele tiene toda la arquitectura necesaria para establecer una dictadura pura y dura. Revestido con la firmeza de Pinochet y el populismo de Hugo Chávez. El hombre fuerte imprescindible que resuelve un problema para generar uno mayor.

A pesar de sus éxitos, la mano de hierro y el estado de excepción no son sostenibles en el tiempo. Basta un par de eventos desafortunados para que el dictador más cool de Centroamérica revele su cara más fea. Ese es el riesgo del poder absoluto.

Los nicaragüenses vimos en tiempo real cómo Ortega se quitó la máscara de paz y reconciliación y comenzó a usar su poder absoluto para matar a más de 350 hombres, mujeres y niños. Nada lo detuvo. Es más, sigue gobernando, incluso encarcelando sacerdotes y obispos.

El triunfo inconstitucional de Bukele y la dictadura familiar de Daniel Ortega son la metástasis de un cáncer que avanza rápidamente por toda Centroamérica. Un peligro inminente para la democracia, la seguridad y la paz regional.

Los caudillos mesiánicos se creen imprescindibles instrumentos de Dios, pero por lo general acaban trabajando para el equipo contrario. Es por eso que El Salvador y Centroamérica no necesitan hombres fuertes, sino instituciones fuertes. Pesos y contrapesos. Democracia, democracia y más democracia.

*El autor es periodista exiliado, exembajador de Nicaragua ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK).  

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