Nicolás Maduro con bombos y platillos, como si fuera una gran obra de su gobierno, anuncia que llevará el salario mínimo a 126 bolívares mensuales, lo que a la tasa de cambio actual equivale aproximadamente a 28 dólares, es decir, menos de 1 dólar diario, que es el monto que establece la Organización de Naciones Unidas para vivir en la franja de la pobreza crítica, y cuyo «ingreso» coloca el salario de Venezuela como el más bajo de América Latina, incluso por debajo de países como Cuba y Haití.
Semejante realidad lo único que comprueba es la aceptación que implícitamente hace Nicolás Maduro de la destrucción de un país en términos de su tejido social, y de haber liquidado por completo la estructura salarial de la administración pública, al punto de que aún el salario mínimo, al igual que las «pensiones», se sitúan en 7 bolívares al mes, y los «salarios» de docentes, enfermeras y médicos promedian 10 dólares al mes en el mejor de los casos.
Así que no puede Nicolás Maduro ni los maduristas venir a vanagloriarse de que esto es una enorme iniciativa del sistema neototalitario, cuando tenemos casi una década de empobrecimiento, con una población famélica, niños desnutridos, un dantesco cuadro en términos hospitalarios, una educación carcomida en todos sus niveles y pésimos servicios públicos.
Mientras tanto, subrepticiamente el régimen aplica el más perverso ajuste neoliberal que se conoce al internacionalizar el precio de los combustibles a 0,5 dólares por litro. Es decir, que por una parte el madurismo aumenta el «salario» y por otra continúa su efecto de dolarización de la economía en los términos de arrasar todo a su paso.
El salario mínimo, que seguirá siendo una burla ante las inmensas necesidades de la población, revela que desde hace mucho tiempo al neototalitarismo que controla Miraflores poco le importa la población y la sociedad en sus espacios de bienestar, lo que ha originado una emigración sin precedentes en nuestra historia que calculan organismos internacionales en 6 millones de personas.
A la par, el madurismo eleva las tasas de registros y notarías en términos prohibitivos para la población, donde se llega al exabrupto financiero de que tales «obligaciones» resultan más costosas que cualquier objeto o inmueble que sea objeto de venta, o sea, algo que no tiene ninguna justificación y que además anula las perspectivas de lo que ellos han llamado «recuperación económica».
Mientras el salario mínimo y las pensiones no estén ajustados en los términos que establece la Constitución, el régimen de Nicolás Maduro se convierte en el único responsable del hambre y la miseria de los venezolanos. Decir que 126 bolívares representa un «aumento salarial» no es más que una nueva burla y humillación a la población, ante la cual, de manera contradictoria, el régimen se hace llamar «socialista y humanista».
En síntesis, la única verdad es que Venezuela sigue teniendo el salario más bajo de América Latina.
@vivassantanaj_