Debido a la situación política que vive España en el presente, donde el gobierno del partido socialista (PSOE) en cohabitación con la extrema izquierda (Podemos), arremeten contra la Corona española, me parece interesante publicar de nuevo la conversación que sostuve con Laurence Debray en julio de 2013, a propósito de su libro Juan Carlos d’Espagne, un relato apasionante que desborda el género biográfico, ya que su argumento va develando una trama de acción y suspenso como en una novela psicológica. La autora retrata magistralmente a cada uno de los personajes que se entrecruzan en la vida de un joven predestinado a ser rey. Se trata de la vida del rey Juan Carlos de España (1938), quien encarnó un proyecto político y un proceso inédito de transición que reconcilió a los españoles, guiándolos hacia la democracia y la modernidad.
—¿Cuánto tiempo le tomó una investigación tan rigurosa y cómo hizo para informarse de tantos detalles, algunos de los cuales traspasan la intimidad de alcobas y despachos oficiales, revelando el entretejido de situaciones que hablan de intrigas, villanos y héroes en el desarrollo de esta emocionante historia?
—Tardé dos años en investigar los archivos diplomáticos, en entrevistar a los protagonistas de esta historia, a los amigos de infancia del Rey y a los políticos de izquierda en la oposición al franquismo, así como en leer todas las noticias, crónicas y biografías publicadas en España. No quise entrevistar al Rey directamente para no perder mi objetividad ni mi libertad de historiadora. Me hubiera gustado conversar con la Reina pero no sé hasta que punto ella hubiera podido expresarse libremente, debido a su investidura. Después de haber acumulado tanta información, la estructuré como si fuera una novela, porque mi objetivo era que esta biografía del rey se leyera tal y como ha sido en la realidad, una trama de suspenso, intrigas y personajes enrevesados, basada sobre hechos históricamente ciertos. El destino shakesperiano del Rey Juan Carlos se prestaba muy bien para este ejercicio narrativo.
—Franco, quien se encargó personalmente de preparar a Juan Carlos como futuro rey, quiere dejar una herencia antirrepublicana, anticomunista, anticarlista y antiliberal. Sin embargo, no cesa de inculcarle a Juan Carlos, que un rey debe estar por encima de las pugnas políticas y constituirse en el de factor unificador de la nación. ¿Franco estaba muy claro en sus designios o es que no tenía otra salida ante la dinámica política y social de los otros países europeos donde imperaba la democracia y la modernidad?
—Franco pensaba dejar un heredero que fuera fiel seguidor de los principios del Movimiento Nacional. Estaba convencido que su régimen quedaría “atado y bien atado”. Consideraba que España no estaba lista para un gobierno democrático como el de Francia. No creo que haya anticipado la transición democrática.
—Como un ejemplo de la influencia que la realeza ejerce sobre los españoles, en 1968, la Reina Madre Victoria Eugenia quien visita Madrid luego de años de exilio, es recibida por miles de españoles que se lanzan a las calles para aclamarla y el temible Caudillo se rinde a sus pies, aceptando nombrar como su sucesor a Juan Carlos ¿Nos puede decir algo más de estos intensos personajes de la realeza española?
—El episodio es mucho más complicado y sutil de lo que acaba de resumir. En pocas palabras: Victoria Eugenia se fue al exilio en 1931 junto a su esposo el Rey Alfonso XIII para evitar una guerra civil. La británica, quien es nieta de la reina Victoria, nunca fue feliz ni apreciada durante su reinado, siempre tuvo conciencia de la importancia de la restauración de la monarquía en España. Estaba dispuesta a sacrificar el puesto de su propio hijo Don Juan, el heredero legítimo del trono, a favor de su nieto Juan Carlos, porque sabía que tenía mas probabilidades de éxito. Franco siempre fue monárquico y muy respetuoso de Alfonso XIII, quien lo nombró general, el más joven de su rango en España. Fue testigo de boda del rey y de “su reina” como llamaba a Victoria Eugenia. Nunca se llevó bien con Don Juan, al que menospreciaba. Quería asegurarse que su sucesor fuera fiel a los valores franquistas y Don Juan se mostró siempre muy liberal así que eligió al hijo de Don Juan, Juan Carlos, a quien decidió formar según sus principios.
—Usted relata que en 1975, estando Franco disminuido y hospitalizado, sobrevino la crisis del Sahara occidental, cuando el rey de Marruecos lanzó a través del desierto a una multitud de civiles desarmados, incluyendo mujeres y niños, hacia las posesiones españolas con la intención de ocuparlas. Juan Carlos, enfrenta la situación, tomando decisiones políticas audaces. Luego de leer sobre los complejos de soledad, timidez, desafecto y desapego del joven Juan Carlos, ¿cómo se explica que, repentinamente, haya actuado de forma tan temeraria?
—Juan Carlos, quien ya ha sido nombrado sucesor, piloteando su propio avión realiza un vuelo de reconocimiento, confirmando que en efecto ocurrirá un enfrentamiento. Aterriza en la base española, se posiciona al frente del ejército allí destacado, lo exhorta a retirarse dignamente, evitar la provocación y esperar unos días a que el Rey Hassan II lo contacte para negociar, pues “los reyes entienden de gestos”. Es una de las primeras decisiones que Juan Carlos toma en solitario. A partir de ese momento, la mayoría de los españoles que lo ignoraban y que despectivamente lo tildaban de “títere de Franco”, comienzan a considerarlo como una referencia y un líder con temple. Después de la muerte del Caudillo, a la mayoría de los españoles les tomará más de un año percatarse que el Rey no era tan tonto como se decía y que además sería el motor del cambio. Durante los años de la dictadura, Juan Carlos vivía bajo la vigilancia estrecha de Franco, incluso en su propia casa. No podía permitirse el lujo de hacerse enemigos dentro del régimen ya que pretendía ser el heredero del Caudillo. Podía confiarse a algunos en el extranjero o a sus íntimos en España, pero no más. Cuando después de muchos años de espera, llega a ser jefe de estado interino porque Franco esta hospitalizado, revela su verdadero carácter: dinámico, moderno, valiente, astuto.
—Bruno Bettelheim, autor de Psicoanálisis de los cuentos de hadas, dice que en esos relatos, a pesar de las pruebas, injusticias y dificultades, al final la victoria se consigue gracias al encuentro azaroso de seres fantásticos o personas de carne y hueso. Usted narra el encuentro entre Juan Carlos y la princesa desterrada, Sofía de Grecia, como un cuento de hadas ¿No es acaso la reina Sofía quien convierte a “un proyecto de persona, en la persona de un proyecto”?
—Sofía es una princesa que tiene la experiencia real de la monarquía ya que su padre es el rey de Grecia. Juan Carlos solo tiene una idea de la monarquía, mientras que ella la vive en lo cotidiano. Sofía renuncia a su condición de princesa real de Grecia y a su religión ortodoxa para seguir a su marido, creyente católico, a España, pese a que no existía ninguna certidumbre de que Don Juan tuviera las intenciones de abdicar a favor de su hijo Juan Carlos y que éste, algún día sería el rey de España. En ese momento era solo un príncipe encantador y guapo, hijo del heredero de la Corona española en el exilio. Sofía es inteligente y pragmática, se da cuenta que el estatus de su marido depende totalmente de Franco. Lo va a secundar en todo muy activamente, incluso la noche del golpe de estado, cuando se negó a separarse del rey, pese a la amenazadora situación que vivieron. Dice de ella su marido que es una “gran profesional”.
—Junto a la reina Sofía coexisten en la vida cotidiana de Juan Carlos otros personajes emblemáticos durante la transición hacia la democracia ¿Qué más nos puede decir sobre el papel de esos actores políticos?
—Juan Carlos siempre tuvo un olfato extraordinario para encontrar consejeros inteligentes y útiles a su causa, así como la amplitud de criterio y humildad para escucharlos. Juan Carlos y España les deben mucho a todos ellos. Carrero Blanco, quien era el hombre de confianza de Franco, es la persona adentro del régimen que más ayudó al príncipe de España, fue su ángel protector hasta su prematura muerte a causa de un espectacular atentado de ETA. Carrero, estaba preocupado por el porvenir político de España después de Franco. Imaginaba un régimen conservador basado en un fuerte desarrollo económico, representado por una fachada política respetable y joven personalizada por Juan Carlos. Torcuato Fernández-Miranda, fue el profesor de derecho político que Juan Carlos tuvo después de completar su formación militar. Su espíritu de gran finura, independiente y astuto abrió la mente del joven militar. Juan Carlos lo nombró presidente de las Cortes porque tenía la clave para poder salir pacíficamente y legalmente del corpus de leyes franquistas: “pasar de la ley a la ley por la ley”. Suárez fue el joven cómplice, en ese momento, tienen los dos la misma edad, la misma ambición y el mismo temperamento; nombrarlo jefe de gobierno fue la primera gran decisión política de Juan Carlos. Conocía bien el régimen franquista por dentro como para poder desarmarlo y era lo suficientemente abierto para aceptar discutir con la oposición. Carrillo, el líder del PCE, entendió que para evitar una guerra civil, había que dejar de lado los símbolos del comunismo y jugar el juego de la monarquía porque ésta iba a la par con la democracia, tornándose hasta más monárquico que el propio rey. Cuando Felipe González llegó al poder gracias a las elecciones de 1982, fue una segunda prueba de fuego para el rey, después del golpe de Estado del año anterior. Su padre le había pronosticado que si conseguía reinar con un gobierno socialista, la monarquía estaría por fin bien establecida. Juan Carlos y Felipe González avanzaron mano a mano para que España integrara la Comunidad Económica Europea y para demostrar que era una gran nación, moderna y rica. Recordemos la expo universal de Sevilla y los juegos olímpicos de Barcelona, entre otros.
—En 1976, los partidos de oposición tomaron una decisión trascendental con la creación de la Junta Democrática (comunistas) y la Plataforma de Convergencia Democrática (socialistas) para conducir las negociaciones hacia una transición democrática y hacer posible las reformas constitucionales ¿Usted cree que los españoles aprendieron bien la lección de los líderes de ese momento o aún existen resabios anacrónicos?
—Los políticos españoles de la transición tuvieron conciencia de la inmensa responsabilidad histórica que les tocó vivir, ya que la amenaza de una nueva guerra civil era inminente. La situación cambia con el establecimiento de un sistema político democrático, con reglas de juego bipartidistas. A partir de allí, la ambición personal se abre paso sobre la ambición nacional, como en cualquier sistema político, los políticos ya no son héroes sino gestores de su propia agenda.
—Usted se refiere en forma muy asertiva a la participación de Henry Kissinger como factor de apoyo a la transición, pues según este, una evolución democrática de España significaba ganar la estabilidad ¿Está usted de acuerdo en que Estados Unidos ha sido un actor de primer orden en las crisis europeas desde la segunda guerra mundial, apoyando la democracia y la libertad, pese a la malquerencia de los europeos hacia ellos?
—Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos es una “hiperpotencia”, según Hubert Védrine, esto explica la relación de amor y odio que tiene Europa con él. A la vez, los necesitan y están celosos de la influencia que tienen en el mundo ya que ellos la han perdido. Pero Europa ya no quiere ser una potencia con todas las responsabilidades que esto supone, es un continente viejo que intenta conservar sus logros sociales y económicos.
—¿Por qué existen aún “zonas de sombra” en torno al golpe de Estado del 23 de febrero de 1981? ¿Es cierto que el rey conocía del complot y lo dejó desarrollarse para evaluar sus decisiones en esas horas cruciales?
—Para controlar un golpe, es bueno conseguir información desde adentro. Recordemos que en ese tiempo todo el mundo complotaba para conseguir el poder, incluyendo a los partidos democráticos. Es cierto que el rey cometió antes del golpe algunos faux pas, pero a la hora de la verdad, fue irreprochable. Durante los años de transición democrática, Juan Carlos fue el enlace fundamental entre las Fuerzas Armadas y el gobierno. Si las Fuerzas Armadas se movilizaban contra los avances políticos, el proceso democrático se detenía. Las Fuerzas Armadas respetaron las acciones del rey, incluso cuando se legalizó el Partido Comunista Español, porque Juan Carlos era el heredero de Franco y además, muy importante, uno de ellos, Juan Carlos es un militar y jefe de las Fuerzas Armadas. Cuando el descontento fue creciendo por la crisis económica, las acciones terroristas de ETA, la dimisión de Suárez, que abrió la puerta a todas las ambiciones, Juan Carlos escuchó atentamente los temores y disgustos de los militares, como siempre lo hizo. Pero quizás los escuchó demasiado, incluso cuando hablaban de una opción de gobierno de unión nacional dirigido por un militar o de un intento de putsch. El silencio del rey fue interpretado por algunos como una aquiescencia y no como una reserva. Pero cuando surgió el golpe, Juan Carlos no vaciló y se puso del lado de la democracia y la legalidad inmediatamente, actuando con gran temple.
—Debido a que usted es la hija rebelde de Regis Debray, un hombre rebelde, me parece curioso el episodio que usted comenta en el prólogo. Siendo adolescente, usted había colocado en su habitación un retrato de Juan Carlos, su “príncipe encantado”, pero su padre lo cambió por uno de Mitterrand, para encauzarla hacia el socialismo. Pero la política está llena de paradojas y fue el rey Juan Carlos quien legalizó los partidos de izquierda, apoyándose en el PSOE y en el PCE para las reformas democráticas. Después de todos estos años ¿Regis Debray coincide ahora con usted?
—Mi padre sigue siendo fundamentalmente un “republicano”, ¡…a pesar de mi libro! Pienso que los españoles necesitan una mejoría económica y un poder político irreprochable para poder solucionar su crisis. La monarquía es útil cuando se sitúa por encima de los intereses particulares. Siendo un símbolo de unidad y estabilidad del país, y si es ejemplar en su comportamiento, evidentemente puede ayudar a los españoles a salir adelante, nuevamente.
—Regis Debray afirmó recientemente que en una sociedad para poder lograr que sus múltiples “yo soy” se transformen en un singular “nosotros”, debe existir una idea o creencia en algo superior, por encima del rompecabezas social para poder unificar y transformar ese conglomerado de ideas y tendencias en una arquitectura estable.
—Lo digo en mi libro, el rey Juan Carlos encarna una dimensión sagrada que unida al Estado y enraizada en la historia, le confiere un estatus fuera de lo común que le ha permitido conjurar los demonios irracionales de España.
—La popularidad del rey Juan Carlos comienza a menguar a raíz de la difusión de la fotografía en la que, fusil en mano, reclama como trofeo de caza un elefante abatido a tiros por él en Botsuana. Esta actitud superficial y arrogante de cazador ilegal de paquidermos ¿Se debe acaso a la pérdida de su fino instinto de “animal político”? ¿Es que, repentinamente, el rey Juan Carlos multiplicó por cero todo su haber histórico, su poder y su prestigio? … Como sucede en el cuento de Andersen ¿El rey está desnudo?
—La caza es un deporte aristocrático. La madre del rey era famosa por ser una experta en la caza de elefantes en África. Ahora no es políticamente correcto y el rey, que tiene derecho a una vida privada, no se percató que iba a provocar un escándalo en España, a pesar de ser un viaje privado que no le costó nada al contribuyente. Si no hubiera tenido ningún accidente, nadie se hubiera enterado. Si antes, España podía cerrar los ojos, ahora no esta dispuesta a perdonar nada a su jefe de estado debido a la crisis tan radical que afecta a todas las familias. Su vejez es difícil, tiene varios problemas de salud que le impiden caminar bien. Y a lo mejor esta muy cansado del poder también. Pienso que perdió su olfato legendario…
—¿Cree usted que hoy en día, el español común, el joven, el “indignado” por la corrupción de los políticos o el furibundo que protesta contra la monarquía, entiendan el entramado de situaciones que Juan Carlos tuvo que sortear para conducir a su país a la democracia y a la modernidad?
—Los jóvenes españoles están desesperados debido a la situación económica y política del país y tienen toda la razón, todos los partidos políticos presentan casos de corrupción y hay un joven sobre dos que está en paro y sin ninguna perspectiva positiva frente al futuro. Los que han vivido la transición democrática y el intento de golpe en 1981 saben muy bien lo que le deben al rey. Pero por primera vez Juan Carlos muestra sus debilidades –las mujeres atractivas, los problemas de salud, sus conexiones, aunque indirectas, con los negocios – en un momento en que el país necesita de un guía respetable y sabio. No se lo van a perdonar. Hoy en día hay un divorcio entre el rey y su pueblo. En mi opinión, la inculpación del marido de la infanta Cristina es lo que más ha dañado la imagen de la monarquía.
—Los españoles están colocando en tela de juicio a las instituciones y a los políticos, y la Corona no está exenta del escrutinio de la opinión pública. No podemos olvidar que el rey posee una serie de mandatos constitucionales, entre estos: jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, árbitro del funcionamiento de las instituciones y ostenta, además, el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Tomando en cuenta el poder inaudito que tiene en sus manos, si a usted le permitieran dar un consejo al rey Juan Carlos ¿qué le diría?
—Este poder es muy limitado en comparación con el poder que heredó de Franco en 1975. Hay que subrayar el hecho de que se desprendió de todos los poderes dictatoriales que heredó de Franco, restituyendo la soberanía popular. Lo hizo porque tenía un sentido de la Historia y del Estado. La única sugerencia que le daría es la de encontrar mejores consejeros que los que tiene actualmente, pues han demostrado que no saben manejar la comunicación en una situación de crisis y menos hacia los jóvenes. Hoy en día, con el poder de las nuevas redes sociales, hay que manejar la monarquía como “un brand”. Es muy importante, ya que proyecta la imagen del país al extranjero.
—Usted narra la vida de sacrificios y deberes a los que desde niño fue sometido Juan Carlos, entre estos, su estricta formación académica, política y militar. Juan Carlos fue preparado minuciosamente para enfrentar los desafíos de la política que demandaba la transición. ¿Está acaso España y sus políticos preparados para los retos del presente? ¿Estaría el príncipe Felipe a la altura del liderazgo necesario en medio de la crisis?
—España padecía de “juancarlismo”, que es bien diferente del monarquismo. La crisis que afectó la imagen de Juan Carlos y sus problemas de salud permitieron al príncipe Felipe afirmarse. Su padre siempre pretendió que su hijo era el príncipe heredero mejor formado de Europa. El país lo percibía como una persona fría y con poco carisma, pero ahora se dan cuenta que su comportamiento es muy ético y que cumple con su papel perfectamente. A lo mejor, España va a devenir “felipista”…
—¿Es la España de hoy el país que Juan Carlos soñó en su juventud?
—El rey Juan Carlos concretizó en España lo que su abuelo y lo que su padre no pudieron realizar. Su éxito político tuvo un precio personal muy alto. Nunca lo quiso revelar. Tiene la elegancia de no subrayar las dificultades que tuvo que vivir y superar. Es uno de los jefes de Estado europeos de los más importantes del siglo XX. Ahorró a su país una nueva guerra civil y fue el motor del cambio, un cambio pacífico y rápido que no era nada inevitable, haciendo posible la entrada de España en la modernidad y en Europa. Estoy segura de que algún día España, cuando salga de la crisis, se dará cuenta de todo lo que debe a su rey.
@edgarcherubini