El único remedio claro contra la pandemia es la vacuna. Hasta ahora hemos tenido procedimientos preventivos y paliativos como las mascarillas, la higiene de las manos, el distanciamiento físico, que no social, algunos medicamentos, ingresos hospitalarios y UCIS, pero el tratamiento definitivo para frenar la pandemia son las vacunas. Se ha realizado un gran esfuerzo de investigación para conseguirlas de manera récord y ejemplar, en menos de un año se han conseguido distintas vacunas con un resultado muy alto de eficiencia. Como acabo de escribir en la novela en la que estoy trabajando, la investigación y la gestión para la creación de las vacunas se merece un premio Nobel. Además, hay un logro espectacular en la consecución de las nuevas vacunas que no solo solucionan este problema, sino que amplían su capacidad a otras enfermedades a partir de vacunas que, podríamos decir, inventadas y no como duplicado genético del covid o parte del mismo, me refiero a la nueva generación de vacunas basadas en el ARN mensajero. Este nuevo tipo de vacunas puede abrir un campo enorme en el mundo de la medicina y para la superación de muchas enfermedades, no sé si exagero, pero conceptualmente pienso que es posible que se utilice en enfermedades que, hasta ahora, no se han encontrado soluciones definitivas, aunque sí muy avanzadas, y que son letales, como es el cáncer, también se podría avanzar de forma definitiva en la lucha contra el VIH o en otras enfermedades y pandemias que están por venir.
La covid-19 ha ocasionado, a día de hoy, 8 de abril de 2021, 2.890.000 muertes en el mundo, dato que probablemente podría ser 60% superior e incluso el doble por muertes producidas por esta enfermedad y que no han sido clasificadas así. En línea con el título de este artículo, podemos decir, que cada día de retraso en la vacunación de la población se están produciendo 10.000 muertos diarios que pudieran ser hasta 20.000 por la falta de registros fidedignos de la mortalidad adjudicada al covid. Esto puede ser bien por deficiencia de los mencionados registros, por dificultades para hacerlo o, en bastantes casos, por interés político en aminorar las cifras, o por una mezcla de todo ello.
La pandemia ha generado graves problemas a la sociedad en términos económicos, laborales, sociales y sanitarios, temas que he recogido en mi tesis sobre El mercado de las ideas. Un desastre universal de grandes dimensiones con implicaciones en varias áreas de nuestra vida, al colapsar el sistema sanitario está afectando a muchos pacientes de distintas enfermedades que no pueden ser atendidos debidamente, en la salud mental de las personas, en la vida social, encerrándonos en casa, en la educación, con colegios cerrados y clases virtuales en muchos países. No olvidemos, los daños ocasionados a las libertades, la democracia y los derechos humanos. Con la excusa de los estados de alarma, emergencia, excepción y los toques de queda se ha abierto una nueva página antidemocrática en el mundo, con grandes dosis de autoritarismo y displicencia por parte de algunos dirigentes mundiales.
Seguro que se podría haber hecho más esfuerzo para acelerar las vacunas, pero como esta es la estrella de nuestros aciertos, no seré yo el que ponga pegas, aunque la capacidad de producción para obtener vacunas suficientes para el mundo entero es mucho más alta que el ritmo que se tiene actualmente, por lo tanto, pongámonos las pilas para acelerar con todas las posibilidades sobre la mesa, la mayor producción de vacunas en el mundo.
Antes he comentado la pérdida de libertades y aumento del autoritarismo que muchos gobernantes han utilizado aprovechándose de la situación, también es muy grave la incapacidad de esos dirigentes de implicarse de verdad en la gestión de las vacunas ni en la aceleración de la producción y el de no correr el más mínimo riesgo, no tiene sentido que al menor problema se paralice la producción, distribución e inoculación de las vacunas. En este caso, debo referirme con claridad al caso de AstraZeneca, parece que puede tener algún efecto secundario que en términos porcentuales es muy bajo, todo en la vida tiene riesgos, puede que sea verdad que en casos mínimos provoque trombosis y fallecimientos, pero ese número es tremendamente bajo en comparación con los muertos que ocasiona el retraso de las vacunas. Hay que seguir investigando los efectos secundarios de las vacunas, pero hay que seguir poniéndolas puesto que morirán más personas por la ausencia de vacunas que por los efectos secundarios, es una irresponsabilidad evadir la capacidad de decisión y optar por la inacción. Es como si ante una operación a corazón abierto existiese un porcentaje pequeño de mortalidad, pero la no realización de la operación implicara una probabilidad de mortalidad del 85%, no hay más remedio que correr el riesgo.
Además, hay que trabajar para superar todos los problemas que la ineficiencia de la gestión, sobre todo política, ha generado en el mundo, sectores económicos brutalmente afectados por haberlos paralizado casi en su totalidad durante meses, con las consiguientes consecuencias en el desempleo, la disminución de ingresos de las familias y el descalabro de la economía internacional, con unos países más afectados que otros. El Producto Interno Bruto mundial sufrió en 2020 su mayor caída desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la recuperación para este año se ve muy incierta.
Sin duda, la persistencia de la pandemia, sigue generando y agravando estos problemas. El covid-19 va de despedida, pero lo podemos hacer en más o menos tiempo, en función de esto habrá más daños de todo tipo o mucho menos, apostemos a esto último.