En los libros de historia de los próximos años se escribirá sin duda de la inmensa hazaña política que ha constituido la victoria del Partido Republicano en las elecciones del 5 de noviembre de 2024.
No se trata de un asunto puntual, sino de una situación estructural, puesto que dicho candidato se enfrentó a los principales medios de comunicación de su país y del mundo, donde repetían de manera automática que, a pesar del desastroso gobierno de Biden en materia inflacionaria, habiendo ocultado hasta el final sus problemas de salud, habiendo abandonado a las mujeres de Afganistán a la barbarie de los talibanes, entre otros detalles, sorprendentemente, al sustituir al candidato demócrata por su vicepresidente, se habían volteado de tal forma las encuestas que, según ellos, ahora era Kamala la que estaba adelante y Trump luchando por alcanzarla.
La mentira de esa matriz de opinión quedó evidenciada con la victoria electoral completa, en voto popular y delegados al Colegio Electoral. Al momento de redactar este artículo Trump cuenta con 295 votos y encabezando el conteo en Nevada y Arizona, con lo cual pasaría de 300 votos electorales a nivel nacional.
En este sentido fue evidente que dicha matriz se apoyó en la fortaleza del Partido Demócrata en Nueva York, Nueva Inglaterra (región de 6 estados), Illinois (Chicago) y la región del Pacífico (California especialmente), para hacer sentir que eran una mayoría nacional, lo cual fue apoyado por los medios de comunicación de Europa, que derivaron en un apoyo importante por parte de los partidos políticos socialdemócratas y socialistas más extremos de muchos países.
Por ello, la respuesta política a la derrota de Kamala Harris va a ser muy importante en el futuro desempeño político e ideológico de todos los partidos políticos de izquierda a nivel mundial.
Por una parte, está la respuesta mesurada por parte de Lula Da Silva, que plantea llevar a cabo una relación política de «forma civilizada», comprendiendo que tanto Jair Bolsonaro en lo interno y Javier Milei en lo externo, acaban de recibir un refuerzo político y mediático de tal nivel, que de llevarse a la escala organizativa, financiera y social, podría cambiar todo el esquema de relaciones político culturales de los últimos 100 años en América del Sur.
Por otra parte, está la respuesta radical del dirigente político Pablo Iglesias desde España, que plantea la muerte del «Centro Político» y la confrontación total con los partidos de derecha y ultraderecha, convencido de que el gobierno de Trump va a llevar a un crecimiento exponencial de los mismos y que la lucha es por el «alma de Europa» en términos ideológicos.
En América Latina se va a presentar una situación muy similar en términos políticos e ideológicos, que van a encarar tanto el auge de las ideas ultraliberales que encarna Javier Milei, como el nacionalismo religioso de Bolsonaro, como la tecnocracia digital de Bukele, mientras que la idea de crear un movimiento mundial antifascista muy organizado para enfrentar a los países occidentales desde Caracas se vuelve muy peligrosa, puesto que la nueva administración estadounidense no sería tan indiferente a estos desafíos como sí ha sido el gobierno de Biden, que hasta permitió que López Obrador le saboteara la Cumbre de Los Ángeles, por la ausencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Esta situación se va a repetir igualmente en África, donde Rusia y Estados Unidos, a través de sus gobiernos, van a buscar un modus vivendis, donde los mercenarios de sus empresas militares privadas, no se maten entre ellos en el Sahel, Libia u otro país, como ocurriera en el anterior mandato de Trump en la Batalla de los Campos de Conoco, o batalla de Khasham, donde un numeroso grupo de contratistas rusos falleció en combate contra los estadounidenses.
En este sentido la rama africana del grupo Wagner o sea el Afrika Korp ruso está peleando en varios países y tributando minerales, especialmente oro, lo cual exigirá un acuerdo con el gobierno de Trump, para evitar que este apoye a los grupos rebeldes que combaten a los gobiernos apoyados por Putin.
Es una tarea muy difícil esconder que todo el planeta está exaltado, en modo preocupación, por el triunfo electoral de Trump, que aunque no le agradan las guerras por razones comerciales y políticas, no le teme a la confrontación directa en salvaguarda de sus intereses.
Se aproxima una batalla comercial y tecnológica total entre la República Popular China y Estados Unidos, ya que la administración Trump, nunca escondió su fijación de China como su único adversario económico y por ello militar y político a nivel global, siendo este conflicto lo que va a obligar a muchos países a tomar decisiones muy complicadas geopolíticamente, debido a la poca o nula tolerancia que existe en los gobiernos radicales hacia los países que llaman «neutrales», como ocurriese en los tiempos de la desaparecida Unión Soviética con los denominados No Alineados, cuando los países del entonces llamado Tercer Mundo, hoy llamados Sur-Sur, que apoyaban los lineamientos y proyectos del bloque soviético en casi todos los casos y eran una fuente de propaganda y organización de grupos antioccidentales.
Una de las consecuencias más previsibles de la victoria de Trump es el fortalecimiento exponencial de los grupos empresariales estadounidenses, en la búsqueda de nuevos líderes empresariales que puedan dar apoyo financiero y mediático, siguiendo el ejemplo sin precedente de Elon Musk, que está pasando a ser el empresario más importante del planeta, por lo cual muchos presidentes luchan por reunirse con su persona.
En este punto, no es exagerado decir que las redes sociales de Trump derrotaron a los medios tradicionales estadounidenses y ahora las empresas de Silicon Valley tienen en Trump un defensor feroz que no permanecerá indiferente a los intentos judiciales de Europa y países como Brasil para regular las mismas.
Igualmente, con Musk a la cabeza, se relanza la carrera espacial con China, donde el objetivo simbólico es establecer ciudades espaciales en la Luna y el planeta Marte.
No sería extraño un ajuste también en política deportiva, que en Estados Unidos siempre quedó en manos del sector privado, para evitar la terrible humillación pública de que Estados Unidos pierda ante China los próximos Juegos Olímpicos de 2028, que se realizarán en la ciudad de Los Ángeles, dado que en los anteriores juegos, tanto en Tokio como en París, todo el pueblo chino ha esperado cumplir con la tarea de ganar dichos juegos, los cuales ha perdido en el último día de competencia.
Los que conocieron los altos y bajos del primer gobierno de Trump deben comprender que existe un instrumento desconocido para el público fuera de Estados Unidos, como es la Agenda 2025, un enorme documento de más de 900 páginas que transformaría por completo la sociedad estadounidense y con ello al mundo entero.
En las próximas semanas trataré dicha agenda 2025…