“La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente”
Ovidio
Cuenta la mitología griega que las Piérides, hijas del rey de Macedonia, eran nueve talentosas jóvenes, quienes envanecidas por sus talentos creyeron que podían retar a las nueve musas, las hijas de Apolo y representantes de las artes de la humanidad, para desplazarlas del Monte Parnaso y ocupar la presencia del siempre joven y talentoso Apolo, además de gozar de inmortalidad, así pues, bajo el alucinante efecto de la soberbia se desplazaron desde la lejana Macedonia, cruzando Tracia hasta el monte Helicón, en donde retaron a las musas para medirse en torno a sus talentos.
Bajo la audacia de su soberbia, cuenta Ovidio en su metamorfosis que le indicaron a las Musas: “Si sois vencidas nos cederéis el Parnaso y las floridas riberas del Hipocrene; si obtenéis la victoria os daremos los valles de Macedonia y buscaremos un asilo en los montes nevados de la Tracia” (Ovidio, 2000). Obviamente, las musas aceptaron el reto y cedieron el lugar a las Piérides para cantar sus versos, los cuales nacieron sin rima, sin vida, sin belleza, monótonos; en ellos cantaban la lucha de Zeus contra los Titanes, pero no había hermosura, ni maestría en su interpretación. Le correspondió responder a Calíope, musa de la poesía épica, quien tejió un canto al Crónida, al que hace tronar los cielos, aquel que inspira el hálito de vida y bajo cuya mirada cualquier ser deja de existir; luego enhebró ese canto con el dolor maternal de Deméter ante el rapto de Perséfone, y de cómo la humanidad sufrió en carne propia tal dolor, pues la tierra se hizo estéril, árida y yerta, por ello los hombres le ofrecen tantos templos a Deméter.
Las ninfas del Parnaso fungieron como jueces y dieron el veredicto de ganadoras a las musas, las jóvenes princesas se sintieron ofendidas y prorrumpieron en toda suerte de improperios contra las musas, quienes, ofendidas, las transformaron en odiosas urracas; bajo esta nueva forma podían seguir cantando posadas en las ramas de los árboles, siendo inoportunas y charlatanas. Otras fuentes como Hesíodo en su Teogonía indican que fueron metamorfoseadas en cigarras, para que muriesen reventadas al cantar de manera monótona.
Este mito, como todos los mitos griegos lleva incardinada una moraleja, un sentido de lección moral en torno a las consecuencias de la soberbia, las Piérides creían tener un talento, asumían que podían retar al verdadero talento y fueron convertidas, o bien en urracas charlatanas y parlanchinas, o en cigarras, insectos cantores que se revientan en un canto monótono.
En este mito, que es lección y primera aproximación a la episteme o búsqueda del conocimiento, encontramos los vestigios del método de la filosofía positiva de Auguste Comte, el ser humano pasa por tres estadios según esta teoría:
“La ley de los tres estados es una teoría concebida por Auguste Comte en su obra Curso de filosofía positiva (1830–1845). Se afirma que la humanidad pasa por tres estados teóricos o mentales diferentes: el estado teológico, o ficticio; el estado metafísico, o abstracto y por último el estado científico, o positivo. El primero es un punto de partida necesario para la inteligencia humana, está plagado de deducción e imaginación y da respuestas a preguntas absolutas; el segundo está sólidamente basado en la crítica que genera un desorden que no permite el progreso ni la unión mental del todo, y el tercero es un estadio fijo y definitivo, construido gracias al recorrido de las anteriores etapas en la que se logrará ordenar y progresar de forma unificada. Logrará un consenso en el plano de las creencias que permitirá el avance de la sociedad” (Comte, 2015).
De este rudimento de la teoría los mitos, se puede explicar el estado del arte evidenciado en el extravío de la sociedad, un país como Venezuela, otrora paradigma del mundo occidental, bien pudo sentirse en la capacidad de elegir a un charlatán inoportuno, que cual Piéride, se sintiese por encima del bien y el mal, eso que la psicóloga clínica Silvina Santoro, de origen chileno, denomina como “locos morales”, sujetos sin talento alguno, plenos en frustración y con un ego hipertrofiado que los hace creer ser dueños del destino de la humanidad y jueces de las sociedades, los venezolanos, desde hace más de cuatro lustros, hemos sido gobernados por personas sin talento, sin ejes morales, sin hábitos modeladores del carácter, es decir, hemos estado gobernados por una kakistocracia gansteril, que muestra ahora el rostro de urracas parlanchinas o de repulsivo insecto cantor.
El talento, la virtud y los buenos hábitos, son despreciados y defenestrados de la vida diaria, condenados al ostracismo y hasta repudiados. En el mito de las Piérides la soberbia es castigada, moralmente debemos esperar ese amanecer de la libertad, en donde brille el sol para todos, mientras tanto, las virtudes representadas en las musas han de permanecer alerta, dispuestas a la réplica para que con el argumento de la razón, y de un discurso creíble y veraz podamos vencer estos duros tiempos de la mentira, la vulgaridad, el arribismo y la ausencia de virtud.
Finalmente y como corolario, si no logramos vencer estos terribles tiempos del talento y la estética hórrida de la ira y la soberbia, al menos preservémonos libres de la pestilencia de quienes siendo culpables de nuestros males, se parapetean tras virtudes de utilerías y talentos inexistentes para incordiar, importunar y asumir poses imprudentes cual urracas en el cuerpo social del Estado.
“Aquí soy extranjero porque nadie me entiende”
Ovidio
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