Apóyanos

El rechazo a Palmer

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Con los años voy llenando cuadernos y libretas que compro en Los Ángeles cada vez que visito a mi hija Valentina, ciudadana americana casada con Juan Delcan, cercanos o invadidos ambos por la exuberante vegetación de la notoriedad al ofrecer poéticas y espléndidas imágenes visuales de fósforos que adquieren vida en las redes, caminan y se aventuran por las llanuras de la imaginación.

Lleno esos cuadernos con frases que me asaltan mientras duermo porque soy de los que al dormir trabajan igual que aquel poeta francés admirado por los surrealistas que ponía en la puerta de su casa un letrero advirtiendo a los vecinos que no lo molestaran porque iba a dormir, es decir, a trabajar. ¡Era que los poemas lo asaltaban en el sueño!

Mis cuadernos reciben textos que escribo a mano y luego los aprovecho o desestimo; también nombres de personas, objetos, animales, lugares que tiendo a olvidar y cuando me vienen a la memoria los anoto, pero vuelvo a olvidarlos y no acierto a encontrar la libreta donde los anoté. Con los años, se ha hecho evidente la fragilidad de mi memoria actual o futura y se ha afirmado una memoria histórica que recuerda con asombrosa exactitud hechos y situaciones ocurridos en un ayer lejano.

Paradójicamente y por razones de seguridad personal no menciono públicamente a los chavistas que tanto maltratan al país y a mí mismo, pero no olvido sus nombres; no tengo por qué anotarlos en ninguna de mis libretas. He obligado a mi memoria a no olvidarlos, a no repetir el desacierto de Luisito Aguilé de dejar enterrado su corazón en Cuba cuando salió desalentado de la isla en lugar de convertirlo en arma ofensiva.

Pero el mayor problema que confronto no es menospreciar lo que hizo Luisito con su corazón sino releer mis anotaciones. Es una letra tan minúscula, casi microscópica que necesito una lupa para verla y tratar inútilmente de entender lo que escribí. Pienso todo el tiempo en la paciencia y tenacidad de aquel Champollion que se ocupó en descifrar los jeroglíficos egipcios. Sé que los rasgos que caracterizan la escritura revelan la personalidad de quien escribe. La mía, de hormiga aterrada, se origina en una infancia que no fue feliz, como se asegura que lo debe ser toda infancia que se considere a sí misma. Mi insolvente caligrafía se debe al rechazo de un chico de Caracas sublevado ante la imperiosa obligatoriedad de asumir como mía la letra Palmer inglesa. Quisieron obligarme, insistieron, pero yo me opuse con inusitada firmeza y me escondí detrás de unas letras que también decidieron hacerse casi invisibles.

¡El método Palmer quedó atrás! La pedagogía avanza y el país venezolano trata de salir adelante, pero es como la flecha de aquel astuto Zenon griego que negaba el movimiento. Sigue empantanado social y económicamente y hundido en equivocados y apestosos sarcófagos políticos.

En su aula escolar ningún maestro impone a Palmer a sus alumnos, quizás puede advertirse ocasionalmente en algún escribano de avanzada edad.

Yo manifesté mi rechazo a la escritura inglesa siendo un infeliz escolar, pero adulto rechazo a la falsa autoridad política, al tiránico régimen militar que me niega, ofende y maltrata. No solo a mí. A todos nosotros, a Gandhi, a Martin Luther King. Tampoco olvido el rechazo unánime que el 16 de julio de 2017 dimos los venezolanos a la pretensión de régimen militar de obligarnos a aceptar una podrida constituyente.

Es imperativo obligar a nuestra memoria a no olvidar lo que hemos hecho. Nada logramos con elecciones si los electores seguimos aplastados por la crueldad e indiferencia de los militares.

Sufrí mucho rechazando a Palmer, sufro las desacertadas etapas políticas que históricamente han desorientado al país y estoy dispuesto a fortalecer y amurallar mi memoria si con eso recuperamos la alegría de vivir a sabiendas de que seguiré escribiendo, alejado de Palmer, pero con minúscula letra de hormiga aterrorizada.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional