El candidato a VP de Trump, J.D. Vance, ha expresado la mirada del ticket republicano sobre la guerra europea. La misma tiene estos puntos: 1) La generación de una zona desmilitarizada (DMZ) que comprenda la actual línea del frente, 2) Ucrania retiene su soberanía, 3) Ucrania no ingresa a la OTAN y se dan garantías a Rusia sobre ese tema, 4) Alemania y otras naciones toman el proceso de reconstruir Ucrania.
Analicemos esto desde el realismo: es absolutamente imposible, repito imposible, esperar que la paz en Europa surja de una Rusia derrotada. Eso lo pueden decir en una charla entre amigos alicorados o en los reductos políticos creyentes en sellos de goma o que una guerra nuclear es posible de ser ganada. No habrá paz en Europa sin una estructura de seguridad que no contemple las necesidades de todos y no sólo de la OTAN (he sido toda mi vida atlantista, aclaro). Es absolutamente imposible siquiera imaginar que Rusia podrá ser alejada de China si no se produce un acercamiento a ella, algo que de hacerse tomará años.
Es propio de ignorantes aspirar a que una nación fronteriza a una Gran Potencia tenga la misma “libertad de decidir” que otras naciones. Es propio de un enorme desconocimiento de la geopolítica, directamente algo esperable de los terraplanistas. Hace muchos años un militar mexicano asignado en la embajada azteca en Caracas me explicaba que su país no tenía ni por asomo las mismas libertades que otros frente a Estados Unidos. El tipo era un realista, no un habitué de un buffet de sociales; el mundo real es muy distinto de las construcciones que muchos políticos hacen y chocan siempre contra la pared de los hechos.
Es un error inmenso, tremendo y una soberana estupidez juzgar a las Grandes Potencias como si fuesen actores no muy diferentes de otros. Son un mundo aparte, imposible de comprender para el nivel de ignorancia de quienes lanzan opiniones al vuelo, sumidos en su alegre irrelevancia. Las Grandes Potencias y las Potencias Medias como Francia, Reino Unido, India, Israel, Pakistán no se rigen por la ONU, la OEA, u otros sellos de goma. Tienen comportamientos absolutamente distintos a los de naciones que no están dispuestas a pelear (de verdad) por sus intereses.
Es absolutamente un anacronismo comparar la crisis generada entre Rusia y Ucrania con la de los Sudetes que llevó al Pacto de Múnich de 1938. Esto por varias razones: No existían las armas nucleares. Las armas nucleares en poder de Grandes o Medias Potencias han cambiado absolutamente la forma de imponerse sobre ese tipo de naciones. Ninguno de los participantes de ese acuerdo tenían la capacidad de destruir al otro totalmente, si totalmente en una hora. Por tanto la vergüenza que el Pacto de 1938 significó para Reino Unido y Francia en modo alguno es trasladable a los hechos del presente europeo.
Lo anterior es tan así que, durante la guerra de Corea, Estados Unidos rechazó el empleo de armas nucleares sobre territorio chino para evitar una respuesta nuclear de la URSS, lo cual le costó su carrera al mítico general Douglas MacArthur. Durante la guerra de Vietnam, en su etapa francesa y norteamericana, hubo al menos dos ocasiones donde el empleo de armas nucleares sobre blancos en Vietnam fue evaluado y rechazado por Estados Unidos, igual que en Corea aunque aumentado. No querían una respuesta nuclear de la URSS y ahora tampoco de China.
Cuando dos GP se enfrentan como es el caso de la guerra europea actual, nunca es posible que una de ellas se imponga a otra como fue el caso de los Aliados a Alemania o a Japón. Esto porque la que puede ser “derrotada” antes de ser obliterada hará lo propio con la otra y todo, absolutamente todo en una hora. ¿Entienden algo ahora algunos o el ruido del bar les impide concentrarse en algo más que la charla sobre la vida de Greta Thunberg?
Las salidas a una guerra entre Grandes Potencias en un mundo nuclear pasa por cuatro caminos, y solo cuatro: (a) Que la guerra nunca ocurra. Es decir que la disuasión funcione; (b) Que de comenzar la guerra la etapa “convencional” de ella de tiempo a negociar un alto a la escalada; (c) Que al final cada Gran Potencia salga ganando en el acuerdo: ganar-ganar; (d) La destrucción de 1.000 millones de personas en una hora.
Y en la ya acostumbrada sección de recomendaciones de nuestra “inútil biblioteca”: GUERRA Y CIVILIZACIÓN por Arnold Toynbee, l estudiar la decadencia de las civilizaciones, Toynbee ha aceptado desde luego la conclusión (¡no muy nueva!) de que la guerra ha demostrado ser la causa inmediata del derrumbamiento de todas las civilizaciones; LA DECADENCIA DE OCCIDENTE por Oswald Spengler, en el marco de la crisis de posguerra de 1918, este texto enfatiza el abandono progresivo del universalismo eurocéntrico, al reflexionar sobre los diversos ciclos culturales de la historia universal, pensándolos como mónadas que se despliegan, en sucesivas etapas comparables al ciclo vital individual; QUIÉNES SOMOS por Samuel Huntington, este libro es una fascinante exploración sobre la naturaleza de la identidad cultural estadounidense, todavía en estado de shock tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. De hecho, la devoción patriótica que siguió a los atentados se plasmó, entre otras cosas, en la venta de 250.000 banderas en unos conocidos grandes almacenes a lo largo de un solo día. Pero esta súbita reivindicación de la enseña nacional era sólo la evidencia física de algo mucho más importante: el renacimiento del orgullo en gran parte del pueblo de Estados Unidos, un sentimiento que había permanecido en estado de letargo desde hacía mucho tiempo.
@J__Benavides