OPINIÓN

El proteccionismo en América Latina

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

 

Uno de los sueños de los habitantes de esta región mágica, como muchos nos han definido, siempre ha sido la creación de un mercado común en América Latina, parecido al estructurado en Europa con la UE. La historia nos recuerda que una de las causales de la guerra de Independencia era el control cuasi absoluto del comercio unilateral que ejercía la corona española en toda la región.

Por otra parte, en los años sesenta del siglo XX, hizo crisis el modelo de sustitución de importaciones, el cual incluso hizo bajar la participación del comercio exterior de América Latina en el mundo. También hay que tener en cuenta que después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha venido aumentando espectacularmente el comercio internacional y el crecimiento económico. Además, se ha operado un proceso gradual de reducción arancelaria en todos los países. Así de esta forma, según datos del Banco Mundial, la tasa arancelaria promedio ponderada por las importaciones en el mundo pasó de 4,8% en 1988 a 2,6% en el año 2017. Mientras que en Venezuela para el año 2020 este indicador se colocaba en 14,1%, superando a Brasil (8,41%) y a Argentina (6,88%).

Podemos decir que el proceso de integración en América Latina comenzó en 1960 con la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, (Alalc) más tarde le cambiaron el nombre a Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi).  Posteriormente en 1969, se firmó el Acuerdo de Cartagena el cual estableció la Comunidad Andina (CAN). En este contexto, nuestro país se adhirió a este bloque económico en 1973.

A la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, este militar golpista, decidió sacar a nuestro país de la CAN para intentar meter —a como diera lugar— a nuestra nación caribeña en el Mercosur, un dislate extremo; al final no fue aceptado debido a una cláusula que pide que sus adherentes sean países democráticos. Sea como fuere, el robusto comercio entre Colombia y Venezuela el cual, según datos del Dr. Pedro Carmona, especialista en estos asuntos de integración, calculaba en 7.300 millones de dólares desapareció casi totalmente. De igual modo, Chávez, retiró a Venezuela del G-3 (México, Colombia y Venezuela) donde negociaban entre sí determinados productos. En cuadro de abajo, podemos apreciar que los tres países más proteccionistas son precisamente Argentina, Brasil y México, que son las más grandes economías de la región latinoamericana. Colombia y Venezuela, los siguen. Mientras que países que están progresando en Suramérica como Perú, Ecuador y Chile tienen números de medidas intervencionistas moderados. También nos llama la atención las naciones que menos tienen medidas protectoras como Bolivia, República Dominicana y Panamá.

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Tal como ha comentado recientemente un importante analista y especialista en cuestiones internacionales: Argentina en 1929 tenía un ingreso por habitante, próximo al de Francia. Ya para 1950, Taiwán, Singapur y Corea del Sur tenían apenas un ingreso por habitante muy inferior a los de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, México, Ecuador, Colombia y Venezuela. Uruguay, Venezuela y Argentina sobrepasaban a Finlandia, Austria e Italia. E incluso en años como 1960 algunas de estas naciones tenían un ingreso por habitante superior al japonés. El desplome socioeconómico del subcontinente es rotundo. Las causas son múltiples, pero una de ellas la fundamental, es que, durante estas décadas, en general, se seleccionó el modelo de desarrollo “hacia adentro”, proteccionista y sustitutivo de importaciones, patrocinado entre otros organismos, como la Cepal y Raúl Prebish, que nos ha dejado con unas industrias artificiales, no competitivas y siempre urgidas de la ayuda oficial. Desmontar el proteccionismo sobre todo en Argentina, Brasil y México luce tarea casi imposible por los intereses creados, que subordinan los intereses nacionales a grupos de influencia y poder.

El principal impedimento de la integración es el elevado grado de proteccionismo en los principales países del subcontinente latinoamericano puesto que los intereses internos no perciben sino una visión miope cortoplacista, y no las indudables ventajas competitivas de mayores mercados que se derivarían en un mediano y largo plazo.