OPINIÓN

El protagonismo internacional de sujetos incultos al mando

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Estoy persuadido de que, cuando incultos gobiernan, enfadados e imponentes los hombres instruidos pervierten su racionalidad. Por ello, con frecuencia, miramos cómo ciertos jerarcas de organizaciones internacionales adhieren al bárbaro enmascarándole sus atrocidades o tras expresarles [impúdicos] respeto y hasta admiración.

No concedo que solo mediante el lenguaje, el pensamiento lógico-filosófico sea posible como voluntad y representación de individuos o muchedumbres, porque el solo  «comportamiento moral» es una forma de consumar la cohabitación fraterna y pacífica. La prédica de la empatía, tolerancia, concilio o trabajo en equipo exige el rigor tanto de la escritura-razonamiento culto como la conducta hospitalaria.

Desde hace siglos, al mundo urge ser gobernado por la combinación de hombres sabios y probos. Su materialización ha sido postergada, lo cual sabotea el reinado de la conciencia universal del bien. Sujetos incultos tiranizan para robar y matar porque no tienen capacidad de discernir entre ser responsables o infractores en funciones de mando político-militar-empresarial-académico.

Delibero que me armaría letalmente para la defensa de la integridad física de mis familiares, amigos, paisanos y la mía. La letalidad de un instrumento que comporta nuestra necesidad intelectual de disuadir las amenazas potenciales de sociópatas, despóticos, esclavistas, explotadores, abusadores de toda naturaleza. La  «sacralidad» del estado de indefensión no evita el castigo fortuito e inmerecido que malvados infligen a seres humanos no proclives a violentarse o exigir reparos mediante la fuerza de extremaunción.

Interactuamos mediante el lenguaje que [numerosas veces] deviene en ofuscación porque nuestros interlocutores son tan aptos para ceder como golpear inmisericordes, lo cual es más fácil para la rápida resolución de disputas donde la justicia no es convidada.

Mi experiencia existencial confirma que el lenguaje también incomunica a las personas en las comunidades: por irrumpir sustanciado de inteligibilidad pocas veces, pero en la mayoría de los momentos soez, tozudo, parco, hostil, cínico, sarcástico y satírico. Al concilio le place la aparición del conflicto, lo ansía, fomenta, espera con desesperación. El hombre es proclive a destruirse porque no ha logrado superar su irracionalidad genética, y no busca vacuna cultural de aplicación gratuita y masiva.

@jurescritor