Por Freddy Millán Borges (*)

El año 1936 constituye un hito histórico venezolano, por su repercusión en el curso de los posteriores acontecimientos históricos. Mariano Picón Salas (1987), afirmó que es cuando Venezuela entra en el siglo XX, precedido de la dictadura regionalista inaugurada por el ascenso de los andinos al poder en 1899, que derrotó el caudillismo, unificó al país bajo un mando único, financiada posteriormente por el petróleo y soportada por la élite intelectual positivista.

Desde diciembre de 1935 se presentó una pugna palaciega en el bloque hegemónico de poder, entre familiares con los sectores más reaccionarios del gomecismo contra un grupo institucional, que a postre se impone encabezado por el ministro de Guerra y Marina, Eleazar López Contreras, quién sucede a Juan Vicente Gómez, a su fallecimiento luego 27 años en el poder. La lucha se torna violenta y en definitiva se imponen siguiendo en el marco institucional en la sucesión presidencial.

Se inicia una transición que abrió posibilidades de retorno de exiliados y un proceso de organización política y movilización popular que Gómez nunca permitió, las masas descargan sus tensiones con saqueos contra los personeros y familiares del dictador, lo que obliga al gobierno encargado a reprimirlas y suspender las garantías constitucionales, con el llamado a “calma y cordura”. El 13 de febrero de 1936, la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), envía una extensa misiva al presidente de la República en la que solicita la restitución de las garantías, la salida de gomecistas del gobierno, juicio a los que aparecían incursos en delitos y la libertad de los presos políticos. Acompaña a esta acción un paro de prensa y estudiantil. (Fuenmayor, 1976)

El día 14 de febrero se produce una manifestación de estudiantes, profesores y demás sectores encabezada por el doctor Francisco Rísquez, rector de la UCV y el bachiller Jóvito Villalba, presidente de la FEV. Se reúnen, según estimaciones de la prensa, 50.000 personas, generando gran conmoción en la opinión pública y, además, dando lugar a acciones violentas. (Betancourt. 1986.)

Producto de tal situación el gobierno enuncia un programa de acción conocido históricamente como el «Programa de Febrero”, publicado con fecha 21 de febrero de 1936. El presidente de la República admite que la normalidad se ha restablecido y al efecto se restituyen las garantías. En su primera parte define el régimen de legalidad: el Estado de derecho, la reorganización de la administración de justicia y la legislación laboral. La segunda parte considera la higiene pública y asistencia social, la parte tres se refiere a las vías de comunicación, la parte cuatro a la educación nacional, la parte quinta a la agricultura y cría, la parte sexta a la política fiscal y política comercial, la séptima a la inmigración y colonización y la octava a los llamados puntos complementarios. (Suárez. 1977)

El Programa de Febrero resulta entonces un novedoso proyecto. La presión popular, obligó al gobierno a dar una respuesta coherente a la problemática nacional, introduciendo el elemento programático en la reflexión política, con una particularidad, sin antecedentes en la dictadura gomecista. Al calor de los referidos hechos, se produjo un proceso de reorganización política y social. Silvia Mijares explica así tal proceso histórico: «Las fuerzas políticas del momento presionaban unánimemente para la formulación de un programa de gobierno que definiera el pensamiento político administrativo del régimen… El Programa de Febrero reúne los propósitos del gobierno con los planteamientos de la oposición y por eso representa una nueva forma de gobernar a Venezuela». (1980. pp.65-68).

Este novedoso instrumento, con el protagonismo intelectual de los doctores Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri, marca el inicio de un proceso histórico conocido como modernización. Bajo el lema “poblar, educar y sanar” prolongó su existencia varias décadas, creó un marco institucional al que se adhirieron de alguna manera las nacientes organización políticas y sociales, al considerarlos en su programas y proyectos políticos, tal como podemos seguir en la recopilación que hace el reconocido historiador Naudy Suárez, en su estudio de tales programas en la primera parte del siglo XX. (Suárez, op.cit)

Si en algún sector dejó huella el Programa de Febrero fue en la educación, a la que dedica el cuarto apartado en ocho literales, comenzando por superar el concepto de instrucción que definía el sector.

Inicia por plantear un proceso de reorganización del sector en todos sus niveles, asumiendo como tarea del Estado-gobierno. Recoge el concepto de formación docente del modelo francés, declara la lucha contra el analfabetismo, define “los jardines de infancia” siguiendo el criterio de Froebel, anuncia construcción de planta física adecuada con financiamiento en el plan trienal, las publicaciones y la radio como mecanismo de divulgación cultural, la educación física, que denomina de la raza, el apoyo a los Boy Scout y organizaciones similares. (Millán Borges, 2021)

El programa declaró la reorganización del liceo para preparar el ingreso a la universidad, creó el Instituto Pedagógico Nacional para la formación del profesorado del bachillerato, en el modelo de la Haute École Normal. Define las escuelas técnicas, de artes y oficios, según las características de cada región y reorganiza las escuelas de comercio.

Declara la reorganización de las dos universidades existentes (UCV y ULA), con la inclusión de las facultades de Ciencias Económicas y Sociales, salvaguardando los intereses del Estado, eufemismo para excluir las doctrinas marxistas y anarquistas, prohibidas constitucionalmente y organiza autonomía interna. Finalmente garantizan la ayuda de las sociedades científicas, la divulgación de la materia educativa y la creación del Consejo Nacional de Investigaciones, adscrito al ministerio del ramo, para el estudio de los problemas técnicos nacionales.

El Programa de Febrero cumple 88 años de su anuncio; concretando los cambios prometidos, acompañado de un plan trienal con financiamiento y metas; modernizó el país, lo introdujo en el siglo XX y su estudio sereno, es indispensable para la reconstrucción de la historia contemporánea de Venezuela en general y en particular de la historia de la educación.

Referencias

Betancourt. R (1986) Venezuela Política y Petróleo. Caracas: Monte Ávila.

Fuenmayor. JB (1976) Historia de Venezuela Política Contemporánea (1899-1969). Caracas: Miguel Ángel García e Hijos.

Mijares, S (1980) Las Organizaciones Políticas de 1936. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

Millán Borges, F (2021). El Discurso Pedagógico de la Unión Nacional Estudiantil (U.N.E.) a través del Semanario UNE (1936-1945). Lógoi. Revista de Filosofía, (040), 87–134.Recuperado a partir de https://revistasenlinea.saber.ucab.edu.ve/index.php/logoi/article/view/5131

Picón Salas. M (1987) Suma de Venezuela. Caracas: Monte Ávila.

Suárez. N. (1977) Programas Políticos Venezolanos de la Primera Mitad del siglo XX. (Comp.) Caracas: Colegio Universitario “Francisco de Miranda”.

(*) Dr. en Educación, Docente-Investigador UPEL y UDO.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!