Caramba, que título tan osado para un mero artículo de opinión… Es lo que diría, si no fuera porque lo escribo. Pero es que me parece de anteojito.
La notoria debilidad del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es el problema número uno del presente, en mi modesto entender.
Del presente global, porque cualquier parecido a un orden mundial que pudiera existir, se desdibuja rápidamente si se percibe que en la Oficina Oval no hay garra o voluntad decidida.
Si los talibanes, se considera, le dieron un volapié a Biden, entonces los Estados rivales de Estados Unidos y las potencias secundarias que le antagonizan, se sentirán con la autopista despejada para avanzar sus intereses, de la naturaleza que sean.
Lo estamos viendo ya: China tensa la cuerda con Taiwán, las Coreas disparando misiles, Irán por la libre, el Medio Oriente más recalentado, Rusia más desafiante en Europa y, en fin, una creciente convulsión por todas partes, con pronósticos ominosos.
No estoy abogando por el papel del «gendarme internacional» para Washington. No. Al contrario, apoyo la existencia de equilibrios plurales y, en lo posible, democráticos.
Pero el actual vacío de voluntad de poder real en la Casa Blanca se está llenando con velocidad y agresividad, en perspectiva de contiendas militares, entre países con arsenal nuclear.
Y ni hablar de las instancias «paraestatales», o grupos renegados y terroristas, que expresan públicamente su disposición a relanzar sus actividades. Después de todo, si de Guantánamo se pasa al Palacio Presidencial de Kabul, entonces todo puede ocurrir.
La debilidad de Biden, por cierto, es una buena noticia para Maduro y los suyos. Si hasta la hegemonía hace fiesta en México y el invitado más esperado es el preso de Cabo Verde…
El «principal problema del mundo», tal como se esboza (osadamente) acá, no está inexorablemente condicionado por la ideología, o por la competencia económica, o por el mercado electoral de Estados Unidos. La debilidad de Biden es politico-personal. Un tema principal si los hay.