Al convulso puerto de Nueva York arribó Francisco de Miranda luego del mediodía del 9 de noviembre de 1805. Persistía el frío otoñal pese al sol y los fuertes soplidos de la brisa gélida ya comenzaban a quemar el rostro de quienes desembarcaban.
Al descender del barco, no perdió ni un minuto, y de inmediato comenzó a organizar una expedición militar para liberar a Venezuela.
Tenía varios aspectos claros en su riesgosa aventura: Las relaciones necesarias para organizar y desarrollar la incursión armada, el financiamiento de los cuantiosos gastos que la operación generaría y, por último, lograr que las autoridades apoyaran o por decir lo menos, no se opusieran a la expedición.
Miranda era un hombre extremadamente versado, con una sólida formación cultural y militar, con un prestigio avasallante como héroe. Oficial del ejército español y un general de Francia; Su estatura moral acreditaba cualquier contacto que se trazara. Llevó una vida agitada y murió en 1816, en una cárcel, esperanzado en un cambio político que le permitiera salir en libertad. Había nacido en Caracas el 28 de marzo de 1750.
Memorable visita
Los recursos de la expedición se convirtieron en la prioridad de Miranda pese a que, de su propio peculio, contaba con fondos de consideración. Para tal fin necesitaba trasladarse a la capital del país, por lo que salió de Nueva York el 29 de noviembre de 1806, y lo primero que empacó fueron sus libros y un diario en donde por cuidadosa costumbre, apuntaba todos sus pasos.
La descripción del viaje de Nueva York a Washington, con una estancia en Filadelfia, no la apunta con todos sus detalles, pero sí desnuda su espíritu de observación al describir los comercios y su pujante ajetreo, la agricultura repleta de bondades, las construcciones descomunales y los envidiables medios de comunicación, en un periplo que finaliza el 6 de diciembre.
Al día siguiente de su llegada a Washington, fue a visitar al presidente Thomas Jefferson, y junto a su tarjeta de aviso anexó una carta de presentación redactada por el doctor Benjamin Rush, su amigo personal,que generosamente la había preparado para Miranda cuando éste lo visitó en Filadelfia.
Sobre el trascendental encuentro Miranda apuntó en su diario: «Recibióme inmediatamente no obstante que estaba despachando con sus ministros (…) Háblome con grato preguntándome como dejaba la Europa que, al parecer, estaba casi toda con las armas en la mano».
La conversación, en perfecto inglés y francés, fue fluida entre Miranda y Jefferson, disfrutando de un té y panecillos de navidad, ambos se extendieron -en tono informal-, por largo rato. Miranda se mostró prudente y a su salida del despacho, se dirigió a la Secretaría de Estado, también con una nota de presentación de su amigo Rush para Mr. James Madison, prominente jurista además periodista; independentista, miembro del Congreso Constituyente y del primer Congreso de la nación, cuarto presidente de Estados Unidos, reelecto en 1812.
A razón de su visita, Miranda anotó: «Mr. Madison me recibió con agrado y amistad». «Díjele que tenía ciertos negocios políticos únicamente americanos que comunicarle si el Presidente juzgaba propósito que entrasen en conferencia bajo una recíproca confianza y el más inolvidable secreto. Me contestó que estaba muy bien y que tomaría la venia del Presidente sobre el particular y sin pérdida de tiempo me daría aviso».
Miranda, hábil estratega, conseguiría llamar la atención del Gobierno, y Madison lo citó para una próxima reunión el lunes 9 de diciembre, encuentro que por razones de Estado se postergó hasta el jueves 12.
La conversación se realizó en estricta reserva a exigencia del propio presidente Jefferson, en donde Miranda planteó que en Venezuela se habían realizado todos los esfuerzos posibles para lograr una emancipación sólida y absoluta del continente hispanoamericano, pero que para ejecutar la expedición que planeaba, «solo se necesitaba del consentimiento táctico del Gobierno o que a lo menos que se haga la vista gorda». Les expuso que disponía de amistades poderosas en Boston y Nueva York, que le ofrecían caudales «con tal de que el gobierno prestase su asentimiento y aprobación».
Ambos escucharon atentos y con visible agrado los fundamentos de Miranda, «… diciéndome que los individuos de este país podrían muy bien ayudar en el asunto, pues el Gobierno conforme al derecho de gente no respondía a los hechos de empresas particulares». Hablaron también de otros temas y acordaron proseguir al siguiente día.
Al llegar al hotel, el general Miranda encontró una tarjeta del presidente Jefferson. Lo invitaba a cenar el viernes 13.
Honrado en la Casa Blanca
Antes de la cena, se reunió con Madison, en el despacho de la Secretaría de Estado, en donde el consejero presidencial le manifestó que el Gobierno tenía la mejor voluntad hacia su causa «pero no sabía cómo podía ayudarlos en el momento actual sin faltar a la buena fe y a la amistad que aún subsistía con las naciones con que estaban en paz».
El secretario de Estado le dejó claro que parecía actuar de forma aventurada y peligrosa y que, por tal motivo, la ayuda debía venir más bien de particulares y no del gobierno. Miranda replicó estrechándole la mano a Madison al tiempo que agregó que a ese punto quería llegar porque él solamente aspiraba el asentimiento y la tolerancia del gobierno.
Cenó esa noche con Jefferson en compañía de Madison, quien se mostró emocionado con la empresa que estaba por iniciarse. Fue una distinción hacia el ilustre visitante, que según el diario del ilustre venezolano: «el presidente me sentó a su lado y la mesa estaba cubierta suntuosamente». De aquella velada anota también: «había en el presidente y en el secretario una tácita aprobación y buenos deseos».
Durante su estadía en la capital estadounidense, visitó la casa de George Washington en Mount Vernon, y le impresionó la modesta sencillez del conjunto que realmente caracterizaba la personalidad de Washington y lamentó no haber podido revisar la librería del dignatario «que es lo que yo más deseaba ver».
Asimismo, tuvo la oportunidad de presenciar una sesión en la cámara del Congreso y pudo conocerlos a todos. Igualmente estuvo revisando los buques armados anclados en el puerto. Asistió al teatro en compañía de Mr. Smith, ministro de la Marina, a quien juzgó ser un hombre instruido y educado.
Miranda y Jefferson iniciaron para la historia el comienzo de las relaciones oficiales entre la futura Venezuela con la ya vigente nación norteamericana. Por primera vez, un venezolano era recibido por el presidente de Estados Unidos e invitado a cenar en la Casa Blanca.
Zarpó del puerto de Nueva York el 2 de febrero de 1806 en El Leander, una corbeta que disponía de 18 cañones y desplazaba unas 200 toneladas, con una eslora de 36 metros y 8 metros de manga; barco que logró comprar y que enarbolaba la bandera norteamericana con 200 hombres como tripulación, en su mayoría estadounidenses y un capitán de la misma nacionalidad.
De aquel primer contacto, con Jefferson y Madison, el general Francisco de Miranda pudo concretar la odisea expedicionaria que intentó liberar a Venezuela del imperio español.
Fuente: Venezuela y Estados Unidos a través de dos siglos. T. Polanco, S. Consalvi, E. Mondolfi. Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria. Caracas, 2000
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