Es un deber elogiar la iniciativa del Interamerican Institute for Democracy, por la presentación del libro El presidente que murió dos veces, de Antonio Ledezma, conocedor hasta en todos los detalles de Carlos Andrés Pérez, el “Caminante que da la cara y va de frente”. Primer magistrado dos veces por el voto de los venezolanos en limpios comicios. Una democracia ya maltratada para el segundo quinquenio. No tan estable cuándo fuese electo para su primera presidencia y desde dónde adelantó una reconocida obra de gobierno.
Las coincidencias del autor con el jefe del Estado pasan por militar en Acción Democrática, “el partido del pueblo”, como lo calificó Rómulo Betancourt, “jefe fundador de otros jefes”. El de la tarjeta blanca, el del histórico himno ¡Adelante a luchar milicianos, a la voz de la revolución.Libre y nuestra la patria en las manos de su pueblo, por fuerza y razón! El de la “carta magna” de 1961, el de las décadas democráticas en la Venezuela que llegó a ser próspera.
El afecto del presidente por Ledezma fue tan sólido, que ante momentos de crispación de su pupilo, llegó a decirle, justificando la advertencia: ¡Tenga presente que es para mí como un hijo! Pero, también, dada la confianza: ¡Esté atento, pues, lo necesito como el ministro político! Tal vez, el primer magistrado ya instituía que se demandaba una mixtura de atención, presteza y coraje, pues, la gestión de gobierno tocaba intereses, políticos y económicos, históricamente consagrados. De pronto una combinación de las ejecutorias de “Maquiavelo y de Fouché”. Tiempo después se produjo el levantamiento militar de Hugo Chávez. Los genios tenebrosos fueron, más bien, aquellos que se autocalificaron de “notables”, jueces amorales y un parlamento desecho”.
Carlos Andrés Pérez solía expresar que los partidos estaban destruidos, justificando la ausencia de un apoyo sincero a su segundo gobierno. Ledezma, buen alumno, funda a ¡Alianza al Bravo Pueblo! para proseguir en la lucha. Gana la Alcaldía Metropolitana derrotando al chavismo. Ante los rumores de un posible matrimonio, el presidente le manifiesta: ¡Entonces usted se casa!, como recordándole un serio compromiso. Y que ello le limitaría en la determinante cooperación que le brindaba. Era un Pérez que ya anunciaba “¡me he puesto los guantes de boxeo y no pienso quitármelos! Había decidido aspirar a la segunda presidencia.
El presidente intuía una democracia cuestionable y cuestionada. Había dejado de ser “el sistema de creencias, valores, actitudes, prácticas y hábitos de convivencia en una sociedad”. Percibía resquebrajada la vocación a la cultura democrática, no solo para instituir el sistema, sino, mucho más, para sostenerlo. La democracia, a su juicio, tenía que ser eficiente, de lo contrario se convertiría en “deudora de los pueblos”. Fuente del reclamo a quienes las dirigen y con matices de ser universal. Pérez, consciente de que corregir las desviaciones era impostergable.
No es desmedido expresar que al presidente dos veces, sin importar lugar y época, han debido angustiarle las razones para que hayamos sufragado, como en los últimos años, por Petro en Colombia, Lula en Brasil, Boric en Chile, Fernández en Argentina, Evo en Bolivia y Castillo, el del sombrero, en Perú. Y por qué no decirlo, por Chávez y Maduro en Venezuela. No planteárselo sería vivir en un mundo imaginario.
Es difícil no imaginar la anuencia del presidente a la consigna de Antonio “Calle, calle y más calle”, como estímulo a la especie de “rebelión popular” de febrero/marzo de 2014, liderada por María Corina Machado, Leopoldo López y Ledezma, la cual sacudió al atípico régimen de Caracas. No obstante, el ultimo prosiguió y prosigue.
Hoy, casi una década después, persiste el reclamo a lo que el constituyente del 99 dejó estatuido: “Una sociedad democrática, la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia, el imperio de la Ley, el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad, la cooperación pacífica entre las naciones, la no intervención y autodeterminación de los pueblos, los derechos humanos, el equilibrio ecológico” y pare usted de contar. La demanda para materializar tantos deseos, sí la democracia retornase, es titánica y demanda un mancomunado esfuerzo en lo interno y eficiente trabajo en lo internacional, particularmente en Estados Unidos por la comunidad de intereses, obvia por demás con América Latina. El tradicionalismo más que útil seria dañino.
En la Revolución de los Náufragos, la profesora Mirta Rivero transcribe un párrafo del discurso del presidente Pérez en el Congreso que había acordado su separación de la Presidencia: ¡Reconozco con inmenso dolor esta realidad y no solo porque yo sea el objetivo de los mayores enconos, a quien se le declara la guerra y se le quiere conducir al patíbulo, sino porque este es un síntoma y un signo de extrema gravedad, de algo que no desaparecerá de la escena política”. Para la académica, la destitución de Pérez, efectivamente, marcó el principio del fin! ¡Naufragamos todos!
Antonio Ledezma escribe, indudablemente, una sincera biografía de Carlos Andrés Pérez, aquella recia personalidad y amante de Venezuela.
No obstante, el título El presidente que murió dos veces lo conmina a un tercer libro El presidente que vivió dos veces, pues Carlos Andrés Pérez vive. Evidencias, entre otras, el reconocimiento, por demás masivo, de apenas días con ocasión del centenario de su nacimiento.
Pero, además, debemos estar seguros de que continúa predicando, por allá desde donde hemos de imaginarnos que se encuentra:
“Manos a la obra”.
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@LuisBGuerra
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