En pocos días, el Partido Popular, mayoritariamente, y detrás de él Vox, serán las organizaciones más votadas en España. Así, el presidente Sánchez, que ha convertido las elecciones municipales en un plebiscito, sufrirá una derrota y con él lo que representa: el socialismo como modelo inviable.
No hay que olvidar que Sánchez surgió hace algunos años, cuando el gobierno de Mariano Rajoy fue censurado parlamentariamente. Así llegó a gobernar alguien que había perdido las elecciones. Se sentó así un precedente grave en la historia de la democracia española: gobernaba el país alguien rechazado sistemáticamente por los españoles en las urnas, alguien que hasta entonces no había ganado unas elecciones nunca.
Tengo muchos queridos amigos en el PP y admiro liderazgos emergentes como Díaz Ayuso, así que no puedo estar más que complacido de que los españoles le den su voto, porque la izquierda solo sabe acabar lo que otros construyen. La izquierda necesita la pobreza como base, porque de otra forma no tendría electores. Por eso se desvive en una demagogia que romantiza la pobreza.
La izquierda ataca a los ricos, pero siempre los ve como las necesarias vacas de ordeñar para mantener su clientelismo, acosándolos con impuestos más altos. La izquierda predica que hay que repartir la riqueza, una cosa que no sabe producir, olvidando el importante detalle de que no se puede repartir lo que no se produce.
Es importante que Vox, una organización que también saldrá bien librada y donde tengo amigos como la diputada Rocío Monasterios, entienda que el enemigo no es el Partido Popular sino la izquierda.
En política hay que decidir si se es una secta religiosa o un partido con vocación de poder, y si es esto último, hay que comprender que en la política buena parte del éxito es hacer concesiones.
Sería desastroso que algunos ganen las elecciones autonómicas o municipales y no puedan gobernar por los pactos entre partidos que perdieron las elecciones; y la imposibilidad de la oposición española para hacer pactos lógicos que solo harían solidarizarse por descarte con los grupos más extremistas de la izquierda populista y del independentismo sectario.
Por más críticas que haya al PP, todo el mundo sabe que cuando Sánchez llegó por primera vez al poder, cuando vetaron al gran presidente Rajoy, no lo hizo porque el PP haya perdido la elección, sino al revés, fueron precisamente los españoles los que avalaron en las urnas el gobierno de Rajoy. El PP ese año perdió el gobierno, pero no las elecciones.
España hoy ha sido muy timorata con el gobierno de Maduro, con el régimen de Nicaragua, con el de Cuba, entre otros. Lo importante en democracia no es conseguir el poder, sino saber utilizarlo en beneficio de su país y de sus ciudadanos. Y España y los valores de Occidente están en riesgo hoy en Latinoamérica precisamente por esos regímenes oprobiosos.
Desde América Latina, estamos atentos a la madurez política de la oposición al sanchismo. Necesitan mucha cordialidad cívica para ponerse de acuerdo y pactar gobernar en conjunto tanto el PP como Vox.
No se puede confundir la política con una arenga caribeña llena de consignas populistas, que por cierto, el populismo no es exclusividad solo de la izquierda. Prometer el cielo y la tierra desde programas de televisión es muy fácil, pero gobernar es una cosa complicada.
Termino deseando todo el éxito a la oposición española y un fracaso al sanchismo y sus socios en Podemos, esa suerte de casa de hechicería que vende suerte en las esquinas