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El poder ¿para qué?

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La célebre frase del presidente Echandía, por cierto el único presidente colombiano que se ha declarado socialista (https://www.colombia.com/colombia-info/historia-de-colombia/presidentes-de-colombia/dario-echandia-olaya/), en unos momentos cruciales para la República, luego del Bogotazo, y reflejando una decepción con la política colombiana, aunque esto no lo inhibió para seguir en ella por 4 décadas más, me hacen reflexionar sobre la utilización del poder desde dos perspectivas: la teórica y la práctica.

Desde la teórica, IanBudge, uno de los principales politólogos europeos del siglo XX, demuestra que el fin perseguido por los partidos, en cualquier tipo de sistema político democrático -parlamentario, semipresidencial o presidencial- es la implementación de una base programática de gobierno -“a policy pursuing”- la implementación de políticas, es la finalidad de obtener el poder (Budge, Ian: “Beyond office-seeking: A pure policy-pusuing theory of parties in government«, Essex Papers in Politics and Government, # 15, april 1984). Con base en esta teoría, los partidos formarán gobiernos, con una mayoría mínima para la ejecución de las políticas propuestas; esto, repito, en cualquier forma de sistema político democrático.

Budge no se queda en la confirmación de su interesante modelo teórico, sino que va a estudiar empíricamente, a través del consorcio que ayudó a formar de estudio comparativo de los programas de gobierno en las democracias avanzadas. Resaltan de su abundante bibliografía 2 libros, en el primero confirma que, contrario a la opinión generalizada, los partidos sí cumplen sus promesas electorales (Budge, Robertson & Hearl: Ideology, Strategy and Party Change: Spatial Analyses of Post-War Election Programmes in 19 Democracies, CUP, 1987).

En efecto, una de sus principales conclusiones es que “claramente existe, a través de periodos de tiempo y de fronteras, verdaderas familias de partidos”, en lo ideológico, y que el factor fundamental de esta división es el eje izquierda-derecha. Esto, pues, es una confirmación de la importancia de la prosecución de unas políticas con orientación ideológica.

El segundo libro es una confirmación empírica, de que efectivamente los partidos en gobierno cumplen sus promesas electorales (Klingemann, Hofferbert, Budge: Parties, Policies and Democracy, WestviewPress, 1994) . Budge y su equipo hace un pormenorizado análisis de las promesas manifestadas en los programas de gobierno en los mismos 19 países del primer libro y a través de un sugestivo estudio de su implementación vía asignación presupuestaria, confirma su teoría que lo que los partidos persiguen es la implementación de unas políticas, orientadas por su inclinación ideológica y expresadas en sus programas de gobierno.

Pensándolo bien, quizás uno de los factores fundamentales que diferencian los países avanzados de los subdesarrollados, sea esta característica descubierta y confirmada por Budge. En esta característica está la respuesta a para qué el poder, debe ser utilizado como un medio para la implementación ideológica de unas políticas públicas, el fiel cumplimiento de las promesas electorales es la base de una democracia exitosa.

Qué diferencia con cualquiera de nuestros países latinoamericanos, donde para empezar no ha habido o se han desdibujado partidos ideológicos, es el caudillismo la nota fundamental de nuestra historia política. El poder como un fin y no como un medio ha sido la constante en nuestras frágiles democracias. En Colombia, por ejemplo, con contadas excepciones, el poder se buscaba para llenar satisfacciones personales, la mayoría de presidentes del siglo XX buscaban el poder para retribuir gamonales que les permitían llegar al poder para satisfacer fines personales. La cúspide de esta desviación del poder la vemos en Juan Manuel Santos, un simple delincuente, que buscó el poder para instalar una maquinaria de corrupción y de entrega del país al narcoterrorismo comunista. El presidente Duque está haciendo colosales esfuerzos para imprimir un cambio trascendental en esta orientación delincuencial de la búsqueda del poder. No cabe duda que el paradigma, de un presidente colombiano, en todos los tiempos, que busca el poder con una clara orientación ideológica para implementar una política con fines patrióticos, lo ha sido Álvaro Uribe Vélez. Es por ello que es tan odiado y perseguido por el “régimen” que desde hace décadas se entronizó en el poder y cuyo máximo representante es el farcsantismo, que cooptó las instituciones del Estado colombiano.

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