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El poder en un Estado Ciudadano

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En sentido general, poder significa capacidad o posibilidad de obrar, de producir efectos. Pero, para el tema que estamos trabajando, debemos abordarlo desde su sentido social, relacionándolo con la vida del hombre en sociedad. Es un trato entre hombres. Cómo la competencia individual y personal afecta a los demás: por el don de la palabra, la destreza para sanar, la capacidad de educar, de influir, de construir, de organizar… Esa fuerza, que ejercen los unos sobre los otros, invisible a los ojos, que llega directo a la razón y al corazón, es lo que llaman el poder potencial.

Dicho así el poder es uno de los fenómenos más populares de la vida social. Para definirlo Weber caracterizó tres tipos: el legal, tradicional y el carismático.  El legal se funda en la creencia de los ordenamientos estatuidos, cuya fuente es la ley a la que se le debe obediencia y en las estructuras burocráticas jerárquicas de mando; el tradicional se traduce en la creencia sacra cuando los actos se repiten desde siempre; y el carismático se basa a la sumisión del jefe, del ser que es admirado, del héroe, profeta, educador… quien inspira por jerarquía o por sus dotes personales.

El poder lo ha trabajado la academia con un sentido teleológico de sociedad. Así, Lasswell construyó un elaborado esquema para el estudio del poder en el cuadro de la vida social separando la personalidad política orientada a la búsqueda del poder, de allí salieron estudios sobre el autoritarismo. Por otra parte, Talcott Parsons hizo lo propio identificándolo como la capacidad de dar eficacia a los objetivos colectivos anclado en la institucionalización y legitimación de la autoridad.  En sus clases en la Collége de France Foucault desarrolló el concepto del bio poder, en el sentido de establecer un conjunto de mecanismos y procedimientos que consisten en asegurar el poder.

La relación del poder con la política la trabaja Manuel Felipe Sierra, periodista y agudo intelectual de fina y delicada letra, en El poder no es para idiotas. Una compilación de relatos y entrevistas con personajes de poder. Comienza con Fidel Castro haciendo referencia a cómo la muerte de Kennedy acabó con la posibilidad de terminar el aislamiento. Luego relata una anécdota de Felipe González, enmarcando la acción política en las convicciones. Cuando pierde en asamblea del PSOE su propuesta de no marxista, declinó también la jefatura del mismo “…cada quien debía tirar su tren…”, cuando MF le preguntó las similitudes entre AD y el PSOE, FG explicó: “que en Europa las posiciones políticas están claramente definidas, mientras que el Latinoamérica los partidos fueron tomados por el populismo y el nacionalismo”, lo cual es una gran verdad.

Narra una tarde de julio de 1980 con Saddam Hussein, a quien describió como pragmático y enérgico, que durante la conversación minimizó el poder de los chiitas y la revolución espiritual de Jomeini, contrastando hechos que evidenciaban vientos de guerra que efectivamente estalla en septiembre de ese mismo año.  No podía MF ir a la “Casa del Pueblo”, sin hacer alusión a la Plaza Tiananmén que construida como el símbolo de la “Nueva China”, en la Presidencia de Li Peng fue escenario en 1989 de una masacre estudiantil al mejor estilo del viejo comunismo de Mao Tse-tung, que se pretendía superar.  Recordó, además, la injusta prisión de Alí Lameda, militante del Partido Comunista venezolano, invitado por el régimen norcoreano para la publicación de un manuscrito Corazón de Venezuela, fue preso acusado de traición por el contenido y las críticas que comenzó a hacer por el estado de pobreza en que vivía la mayor parte de la población norcoreana -por intervención de Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Pompeyo Márquez y el Partido Comunista logró después de muchos años su libertad, pero nunca sus escritos, dice MF–.

Plantea MF que la patología fascista no murió con Hitler y Mussolini que su herencia ha quedado en las sociedades modernas. Y con un espíritu reflexivo se refiere a la sociedad civil, en términos de Bobbio, como el espacio de los conflictos, económicos, sociales… establece que su surgimiento tiene mucho que ver con el fracaso de los partidos políticos por mantener estructuras estalinistas cerradas. Además, alerta sobre una influencia de lo que él llama video-democracia, la banalización de los debates electorales, sobreestimación de las encuestas, el deterioro de contraposiciones ideológicas, lo cual ha hecho que las organizaciones civiles intermedias tengan protagonismo inédito.

Resalta MF que los cambios importantes que ha sufrido la humanidad en los últimos años se deben a rostros anónimos e intermediarios, ya no son Clausewitz o Maquiavelo se trata de Lech Walesa o Václav Havel, yo me atrevo a nombrar a Mandela, Martin Luther King…, quienes han dado apertura de derechos no para el control de la sociedad sino para su crecimiento en paz.

Con ello, MF nos invita a reflexionar si quedarnos en el pasado de los controles sociales o avanzar en la dinámica ágil de la diversidad, pluralismo, participación, inclusión… En la cual me baso para hacer una invitación a soñar: ¿cómo sería el poder en un Estado Ciudadano?  En un Estado cuyo fin sea la organización de la sociedad para que tenga capacidad institucional de irrumpir e incidir en lo público.

Es la fuerza del poder orientado a la sociedad. Un Estado que garantice la calidad de vida de las personas, sus libertades individuales y su organización, en libertad.  Para que sus individuos trabajen para sí y para otros, en la esfera de su realización individual y colectiva.

Un Estado en el que el poder esté al servicio de sus ciudadanos, que le dé contenido humano a sus políticas públicas y coherencia a la organización ciudadana.

[email protected]                

@carlotasalazar

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