La significación del diseño de las campañas electorales en la sociedad moderna, o mediática, es cada vez más relevante. De su resultado se deriva el futuro de una ciudad, de un país, o de una constitución sometida a referéndum. Es decir, no debe ser algo tomado a la ligera y menos improvisar. Las técnicas desarrolladas son cada vez más complejas, y la germinación específica de las mismas y de sus gentes requiere de gran dedicación. No siempre en su totalidad, pero los resultados electorales dependen en parte de una buena campaña electoral. Por tanto, debe prestarse atención a lo que se hace y dice en ella durante su desarrollo.
Recordemos que las campañas electorales se hacen para ganar. No siempre se consigue, pero se planifican para esto. Una cosa es tener claro que no vas a ganar y otra cosa es que te presentes para perder de forma voluntaria y consciente. Para aquellos que piensen en eso les recuerdo la siguiente frase de un político italiano muy valorado por su visión de estadista Giulio Andreotti: “El poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene”.
Ciertamente, una campaña es un proceso que requiere dinamismo, muchas veces pragmatismo, rapidez en la toma de decisiones y complejidad en tener la iniciativa, capacidad de trasladar un mensaje, resistencia y fundamentalmente diálogo entre adversarios políticos y con los ciudadanos.
En nuestro contexto es relevante enfatizar que el partido de gobierno y sus líderes fundamentales ya no se preocupan por establecer un rumbo definido a largo plazo; no existe un proyecto de país, sino ideológico, oportunista, se inquietan y ocupan solo de ganar elecciones apuntaladas en políticas populistas, resguardándose en un socialismo sostenido en el buen vivir, pero, no se debaten ideas sino se habla de políticas públicas apuntadas en misiones. Todo lo anterior me lleva a construir en mi imaginario y a la vez comprender de manera particular la campaña electoral presidencial en nuestro país, el debate político será encauzado nuevamente a polarizarse aún más por su propia dinámica, intereses y estado actual de Venezuela.
Nicolás Maduro, se ha favorecido de la ausencia de una oposición políticamente “efectiva” mientras permanece en el poder central. Las elecciones primarias de la oposición son clave para el futuro inmediato de la oposición venezolana. Nicolás Maduro camina en solitario en la carrera presidencial de 2024, mientras su popularidad se mueve moderadamente a pesar del deterioro de la calidad de vida y los servicios públicos. Es evidente, el chavismo depende de las reservas de un capital político sometido a través de los mecanismos populistas, como la asignación de bonos, beneficios sociales y salarios mediante el Estado.
Queda descubierto que el gobierno central rápidamente recurre continuamente a la miseria del populismo por su desesperación ante los números que arrojan todas las encuestas, incluso la pro gobierno. El populismo oficialista solo busca influir en las emociones de los votantes chavistas que ya no creen en la revolución, el populismo del gobierno de Maduro apunta solo a la captación de votos sin importarle sus efectos primarios y secundarios que puedan causarles al país.
Maduro como la oposición tienen el desafío de convencer en sus diversas narrativas a los votantes con temas impactantes, articulados a su existencialismo, más allá de la diatriba política, Nicolás Maduro, mientras tanto, avanza solo y con poder económico en el contexto presidencial 2024. Incluso ha logrado pactar con ciertos sectores de una oposición con precario capital político, dócil y sumisa ante la realidad del país.
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