OPINIÓN

El pobre Albares

por Juan Carlos Girauta Juan Carlos Girauta

Foto EFE

Simboliza el malestar congénito, el desasosiego sin razón aparente. La inquietud que trae de fábrica le compelerá a compararse con otros. Ignoro en quién se espeja Albares, pero es evidente que solo consigue atormentarse. Si dejara ese vicio, tendría motivos de sobra para estar contento, al fin y al cabo ha llegado a ministro de Exteriores. Y no es que él no quiera congratularse. De hecho lo hace, pero de forma breve. Tan pronto asoma su orgullo aparecen las comparaciones, y entonces se pasa, se pone de puntillas, alarga el cuello, levanta la barbilla, se hincha como la rana de la fábula, se engola, se sobra. Dan ganas de ayudarle, de decirle que no se castigue, que no deja de ser un privilegiado, que disfrute de la pasajera gloria.

Sé sabio y bebe el vino, que diría el clásico. Es todo tan fugaz, ministro. ¿Cuántas probabilidades hay en el tiempo estelar de que tu momento sea este? Pero no hay manera. Solo un resentimiento social cuyas raíces desconozco podría explicar tanta incapacidad para ser feliz. Cuentan en los mentideros que a veces te vanaglorias de ser un self made man, que te atribuyes méritos adicionales por alguna dificultad de origen. Ni lo sé ni, de ser verdad, debiera afectarte. ¿Acaso no ves, tronco, lo que goza el presidente consigo mismo? Es narcisismo, sí, pero sin fantasmas, en plan hortera, con toscas exhibiciones de poderío desde el principio: aquel helicóptero para ir a una boda allí al lado, con cincuenta guardias civiles. O las fotos del avión, a lo Kennedy, contigo de figurante. Aprende de Sánchez, que no se acompleja, y no será por falta de motivos: plagios, chorizadas cercanas, meteduras de pata en cultura general (¡nacimiento de Machado en Soria!). Y nada, el tío tan feliz.

Pero como extrañamente has elegido padecer, solo te sugeriré que disimules un poco. ¡Qué fea la falsa sonrisa de Joker en el Senado, como los payasos tristes que asustan a los niños! Hazte un favor: si el cargo te hace daño, déjalo. Quiero creer que, por encima de resentimientos sociales y de complejos de inferioridad, manifestados en el trato hostil a tus subordinados, tu lamentable intervención en el Senado encuentra su razón en alguna forma de conciencia. Los gentiles comentaristas de abajo me acusarán, como suelen, de ingenuo. Yo soy un ingenuo y tú un rendido. Y no pasa naaada, que diría José Mota. Pero que sepas que ser, eres. Eres un traidor al pueblo hermano de Venezuela. Un maquiavelín de feria invitando a la oposición a paralizarse; les quieres hacer creer que la tiranía de Maduro se va a sentar a negociar pacíficamente con ellos. Un militante del montón que calla y esquiva lo que sabe cualquiera: que tu correligionario Zapatero, agente de la dictadura chavista, lleva los asuntos venezolanos, y tú no puedes toserle. Aunque tampoco lo harías de poder, insignificante e infeliz engreído, pobre hombre. No necesitabas crecerte ni humillarte, pero tu torturado ser es una montaña rusa.


Artículo publicado en el diario El Debate de España