En anteriores entregas, escribí sobre la alternabilidad y la participación ciudadana como pilares de la democracia[1], entendidos éstos como los principios fundamentales y las estructuras básicas sobre las cuales se sostiene un sistema democrático, asegurando su adecuado funcionamiento, protegiendo los derechos y libertades de los ciudadanos y promoviendo la justicia y la igualdad en la sociedad.
En esta oportunidad me referiré al pluralismo político, o sea, la presencia, convivencia y competencia de múltiples partidos políticos, ideologías y corrientes de pensamiento democrático dentro de un mismo sistema político -excluidas las ideas totalitarias-, facilitando a los ciudadanos elegir, en elecciones libres y competitivas, entre diferentes propuestas y enfoques para lo que cada elector considere un buen gobierno.
El pluralismo político comenzó a desarrollarse en Europa durante el siglo XIX con la expansión del sufragio universal y la formación de partidos políticos, con la introducción de reformas legales en ciertos países. En este sentido, puede citarse la Ley de Reforma de 1832 en el Reino Unido, que amplió el electorado y rediseñó los distritos electorales para ser más representativos, facilitando que una mayor diversidad de personas y grupos sociales pudiera elegir representantes y ser elegida para ocupar cargos parlamentarios.
En España, en el mismo siglo, fueron ejemplos de pluralismo político la constitución de Cádiz de 1812, conocida popularmente como la “Pepa” -porque fue promulgada el 19 de marzo de 1812, el día de San José-, y la constitución de 1876, que significó el retorno de la monarquía bajo Alfonso XII produciéndose lo que se llamó la restauración borbónica tras la fracasada Primera República, y la instauración de un sistema político que buscaba la estabilidad y la alternancia pacífica en el poder entre los principales partidos.
En los tiempos que corren, el pluralismo político se encuentra consagrado en las constituciones democráticas modernas, con la libertad de asociación y de reunión, el derecho a crear partidos políticos y militar en ellos, y la garantía de elecciones libres y competitivas, diseñados dentro de marcos legales para proteger y fomentar la diversidad de opiniones y el derecho de participación política.
El pluralismo político tiene varios efectos positivos en una democracia, dentro de los cuales se puede mencionar la prevención del autoritarismo, pues la competencia política y la existencia de múltiples partidos evitan la concentración del poder en manos de un solo grupo o individuo, como sucede en las dictaduras.
Por otra parte, la diversidad política refuerza la legitimidad del sistema democrático, asegurando que el gobierno refleje la voluntad del pueblo, dentro de una estabilidad social y una seguridad jurídica en la cual el pluralismo político proporciona mecanismos para resolver disputas de manera pacífica y democrática.
Como se observa, el pluralismo político -y la alternabilidad y la participación ciudadana- son esenciales para el funcionamiento de una democracia, impiden que el poder se concentre en oligarquías, élites, o grupos privilegiados o “enchufados”, promueve la rendición de cuentas y asegura que se escuchen las opiniones de todos los sectores de la sociedad.
En fin, el pluralismo político sigue siendo un pilar indispensable para las sociedades democráticas, especialmente cuando se trata del tránsito de una dictadura a una democracia a través de un proceso electoral libre y competitivo con participación masiva y control de los centros de votación, a pesar de un fraude continuado perpetrado por un candidato tramposo y sus fieles y serviles áulicos que, aterrorizados, tiemblan ante la posibilidad de ser desalojados del poder por el voto popular.
[1] https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/la-alternabilidad-uno-de-los-pilares-de-la-democracia/
https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/la-participacion-ciudadana-otro-pilar-de-la-democracia/
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