La prueba de la catastrófica gestión del gobierno para obtener las vacunas necesarias en México aparece, de manera palmaria, en el anuncio filtrado desde hoy sobre un intercambio/no intercambio con Estados Unidos. Washington y la Ciudad de México acuerdan, según tanto The Washington Post como The New York Times, un “préstamo” de vacunas AstraZeneca y simultáneamente un mayor rigor mexicano para detener el flujo de centroamericanos en todo el país. Asimismo, coinciden en que haya menos rigor en la aplicación de la reforma de la Ley de Migración y de la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político en materia de Infancia Migrante publicada en el DOF el 11 de noviembre. Según esta última, el Instituto Nacional de Migración ya no puede albergar menores de edad extranjeros con o sin sus familias, y debe entregarlos al DIF. Como el DIF no cuenta con instalaciones adecuadas en las ciudades fronterizas del norte, las autoridades mexicanas, a partir de diciembre, se negaron a aceptar las deportaciones -odiosas- de niños centroamericanos a nuestro país.
Al mismo tiempo, la vigilancia mexicana de la frontera sur, impuesta por Trump desde mayo de 2019, se robustece, llegando hasta el cierre al tránsito no esencial. Los dos gobiernos insisten desde el jueves que no hay quid pro quo o intercambio de favores, sino que de pura casualidad ambas decisiones se tomaron el mismo día: México aprieta a los migrantes en el sur y norte, Estados Unidos nos manda unas 2,5 millones de dosis de AstraZeneca, según la Casa Blanca.
México no pudo pedir otra cosa a cambio, porque López Obrador y Ebrard no tienen vacunas. Y les urgen: al primero para no perder las elecciones de junio, al segundo para no perder su candidatura en 2024. Como lo sugiere el excomisionado del Inami Tonatiuh Guillén, en los diarios mencionados, en 2019 les dimos todo a cambio de nada. Ahora, a cambio de unas vacunas, en lugar de obtener un acuerdo migratorio de gran calado como propuso el propio López Obrador.
¿Por qué se necesitan vacunas tan desesperadamente, que el gobierno se ve obligado a andar mendigándolas con Biden, después de mendigarlas con Putin, el asesino (según Biden)? Un día se conocerá toda la historia pero por ahora disponemos de por lo menos un par de explicaciones parciales.
El gobierno le mendigó vacunas a Trump desde agosto, durante el viaje a Washington, pero el presidente amigo no le cumplió a su colega mexicano; su yerno, que insinuó que podría instalarse una fábrica de Pfizer del lado mexicano de la frontera, tampoco cumplió. Como ya se ha escrito, Trump invocó la Defense Protection Act, y le prohibió a Pfizer enviar vacunas desde Michigan, obligándola a mandarlas desde Bélgica, en plena rivalidad con la Unión Europea. Luego le suplicó a Biden que le mandara algo, y en dos ocasiones el nuevo presidente norteamericano dijo que no. AMLO también le apostó a los chinos y a los rusos, sin que esas vacunas se materializaran en cantidades suficientes.
Por cierto, veremos cuánto duran las 2,5 millones de dosis que nos envía Biden y si realmente alteran el ritmo de vacunación. La actual astringencia de recursos de inoculación ha hecho que la cantidad de inyecciones diarias fluctúe radicalmente. Por ejemplo: el sábado 13 se vacunaron a 209.000 personas; el domingo 14, 125.000; el lunes 15 (feriado), 64.000; el martes 16, 126.000, y el miércoles 17, 206.000. ¿Por qué varía tanto la cifra? Por la escasez.
Luego el gobierno le apostó a la cooperación con Argentina y la Fundación Slim para producir justamente la vacuna AstraZeneca, en ambos países, gracias a un generoso gesto del ingeniero. El problema fue que sobraron los problemas con ese proyecto: en Argentina, en el laboratorio Liomont en Edomex, con la jeringas en el mundo, etc. Un funcionario del gobierno de Trump me dijo desde enero que habría retrasos significativos en la entrega. Si bien el ingeniero parece haber pensado que estarían listas para inocular a finales de marzo, no será hasta finales de mayo. Dos meses, en materia electoral, son toda la diferencia del mundo.
De suerte que cuando al gobierno le fallaron Trump, Kushner, AstraZeneca (no Slim), Liomont, Putin y hasta los chinos, no le quedó más que cambiar a los hondureños, no por un plato de lentejas, sino por un embarque de vacunas. ¡Que triste papel!