OPINIÓN

El plan del «día después» de Netanyahu para la Franja de Gaza es inviable

por David Villar Vegas David Villar Vegas

En la noche del pasado 22 al 23 de febrero, la Administración de Benjamín Netanyahu entregó a su gabinete de seguridad la primera propuesta oficial para la Franja de Gaza una vez culmine la guerra en curso, el denominado plan del “día después”. Este proyecto, que desde el gobierno israelí dicen que únicamente se pondrá en marcha tras devolver por medios militares a todos los rehenes israelíes retenidos en la Franja, tiene como objetivo eliminar a largo plazo cualquier amenaza a la seguridad del enclave palestino.

Para ello, el plan de Netanyahu apuesta por la presencia indefinida de fuerzas del ejército israelí, por la completa desmilitarización de la Franja salvo una fuerza policial que colaboraría con las autoridades israelíes, por proseguir con los trabajos de excavación de las “zonas tampón” que seccionan la Franja y, con ayuda de los países del Golfo Pérsico, por poner en marcha planes para la “desradicalización” del territorio mediante la modificación directa de su sistema educativo y el control de sus mezquitas. A ello se le sumaría la desaparición de la UNRWA y la disolución del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Próximo Oriente (OOPS), el cual sería sustituido por otras organizaciones internacionales.

Junto a esto la propuesta de Netanyahu pretende establecer una presencia israelí en la frontera entre Gaza y Egipto, en el sur de la Franja, que coopere con Egipto y con Estados Unidos “para evitar la reaparición de elementos terroristas” y constituir un gobierno local que sólo se ocuparía de los asuntos civiles y que estaría dirigido por colaboradores locales “que no estén ni afiliados a países o grupos terroristas ni reciban apoyo financiero de ellos”. Con ello se descartarían a grupos que reciben financiación de Qatar e Irán – como Hamás – o posiblemente de la Autoridad Palestina, cuyo programa de bienestar incluye pagos a palestinos condenados por terrorismo en Israel y a sus familias.

Finalmente, en el proyecto se hace hincapié en que la reconstrucción de la Franja de Gaza no comenzará hasta que se logre su “desmilitarización” y se comience la aplicación del proceso de “desradicalización”.

Para expertos en Oriente Medio como John Strawson, profesor emérito de la Universidad de East London, este plan es poco práctico y no está a la altura de los retos políticos de la época. Ello es así porque, en primer lugar, el éxito de la propuesta de Netanyahu se basa en el control de la seguridad israelí en Gaza. No obstante, como sostiene el académico de la universidad londinense, este control israelí ha existido de una forma u otra desde 1967 y no ha aportado seguridad ni a israelíes ni a palestinos. Hoy en día, apunta el profesor, no hay razón alguna para pensar que el ejército israelí lo pueda hacer mejor.

En segundo lugar, la propuesta de Netanyahu pretende conseguir una administración civil dirigida por funcionarios ajenos a Hamás. Como Hamás ha tenido un fuerte control de Gaza desde 2007, para Strawson esta iniciativa es de todo menos realista ya que es altamente probable que cualquier persona con alguna experiencia en la administración sea miembro de Hamás, simpatizante o alguien que trabaje para esta organización.

La inviabilidad del plan del gobierno israelí también se demuestra si se observan los datos de las encuestas hechas a los palestinos los pasados meses de noviembre y diciembre por el Arab World for Research and Development (AWRAD) y por el Palestinian Center for Policy and Survey Research (PCPSR). Ellas reflejaron que tres cuartas partes de la población palestina apoyaba el establecimiento de un gobierno de unidad nacional tras la guerra y, si esto no fuera posible, el 60% prefería que Hamás tuviera el control de la Franja de Gaza. Teniendo esto en cuenta, el plan del gobierno de Netanyahu no haría más que aumentar el caos, al igual que sucedió en Irak tras la invasión de 2003 cuando Estados Unidos y Gran Bretaña prohibieron a los funcionarios del partido Baaz formar parte de la administración.

Por último, la irrealidad del plan también queda evidenciada en el hecho de que otro de sus principios es que países como Estados Unidos, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes van a colaborar en su aplicación. Respecto a la colaboración con Estados Unidos, el plan, con la propuesta de establecer una presencia israelí en el sur de la Franja, contradice directamente uno de los principios de la administración Biden para la Gaza de la posguerra: que no haya reducción del territorio del enclave. Pese a que en la práctica ha sido muy difícil para la administración actual estadounidense ejercer su aparente poder sobre el gobierno israelí, Estados Unidos ya ha advertido, si Israel no respeta sus líneas, de la posibilidad de buscar un plan con países árabes como Arabia Saudí. A este respecto, Netanyahu, debido a la proximidad de las elecciones estadounidenses, no está tan preocupado al pensar que tiene el tiempo de su parte ya que Biden, de cara a la reelección de noviembre, necesita un Oriente Medio con calma. Junto a ello, el mandatario israelí espera como resultado de los comicios estadounidenses una posible victoria de Trump que podría serle favorable. No obstante, tal y como se reflejó en un artículo publicado por el New York Times el pasado 1º de marzo, si Trump es elegido candidato republicano y gana las elecciones en noviembre, no está claro como actuaría con relación a la guerra entre Israel y Hamás.

Mucho más difícil es la colaboración en este plan del gobierno israelí con Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Egipto. Respecto a los dos primeros, aunque la administración de Netanyahu espera avances en la “desradicalización” de Gaza con su participación, ambos países han dejado claro en varias ocasiones que no desempeñarán ningún papel en la reconstrucción de Gaza a menos que el proyecto forme parte de un marco dirigido a una eventual solución de dos Estados. En cuanto a Egipto, su gobierno ha advertido que la propuesta israelí de mantener el control de una zona tampón junto a su frontera violaría el tratado de paz de 1978 con Israel.

En conclusión, el plan del “día después” de Netanyahu para la Franja de Gaza es inviable. Teniendo en cuenta que mantener a Hamás no es posible, ya que tras el 7 de octubre demostraron que su verdadera política es la aniquilación de Israel, pero también respetando los deseos de los palestinos y las posturas de actores relevantes en la zona como Egipto y Arabia Saudí, la única opción realista es extender el poder de la Autoridad Palestina a Gaza y crear un mecanismo de seguridad que pueda sustituir al ejército israelí y garantizar la seguridad tanto de Israel como de los palestinos.

Para ello, por un lado, la Autoridad Palestina debería acometer una serie de reformas que renovaran su prestigio y credibilidad entre los palestinos y, por el otro, la comunidad internacional tendría que dejarse de retórica y empezar a ser práctica en lo que respecta a la paz apoyando la creación de una fuerza de seguridad en la zona que combine fuerzas de la Liga Árabe y de la OTAN que dé a israelíes y palestinos la confianza de que la situación va a cambiar.

No obstante, siendo realistas, y pese a la inviabilidad del plan, Netanyahu intentará seguir adelante con su proyecto. Lo único que podría cambiar esta situación sería que el gobierno israelí cambie tras unas futuras elecciones o que la Administración Biden, de ganar los comicios estadounidenses el próximo noviembre, haga efectivo su poder sobre Israel. En la actualidad, tanto Netanyahu como sus aliados de extrema derecha continuarán con el proyecto presentado el 22F y no apoyarán ninguna iniciativa que dé más poder a la Autoridad Palestina ya que con ello creen, ciertamente, que aumentará la presión en favor de una solución de dos Estados, algo a lo que se oponen.

Artículo publicado en La Hora Digital