OPINIÓN

El perverso-castrismo y la crisis venezolana

por Miguel Henrique Otero Miguel Henrique Otero

Autoridades canadienses ­–su primer ministro, Justin Trudeau, y su ministro de Exteriores, Francois-Phillipe Champagne– han sugerido a Juan Guaidó la necesidad de gestionar ante Cuba –eluden, al menos en sus declaraciones públicas, nombrar a Raúl Castro y al castrismo– ayuda para buscar una solución a la crisis venezolana. Dicen los dos principales jefes de la diplomacia canadiense, país con importantes intereses económicos en la isla: hay que incorporar a La Habana en la negociación.

Hay que preguntarse, ¿cuál es la probabilidad de que el perverso-castrismo, que participa de forma directa, no solo en el diseño y el entrenamiento de los funcionarios torturadores, sino en la ejecución misma de las cada vez más cruentas prácticas de tortura, contra presos políticos civiles y militares, quiera encontrar una solución a la tragedia venezolana, de la que es beneficiario neto e impune?

El perverso-castrismo es el responsable de planificar y asesorar en la materialización de crímenes de lesa humanidad en Venezuela (también en Nicaragua), cometidos durante distintas protestas pacíficas protagonizadas por ciudadanos venezolanos. Más todavía: ha sido factor de estímulo para la creación de estrategias que, combinando la acción conjunta de fuerzas militares, policiales y paramilitares, han derivado en la brutal represión en contra de marchas de personas indefensas. En esas acciones, no podemos olvidarlo nunca, han sido asesinadas centenares de personas. Y miles y miles han sido baleadas, gaseadas, golpeadas brutalmente, robadas, secuestradas, torturadas y abusadas sexualmente, por funcionarios guiados, en campo, por el perverso-castrismo.

El perverso-castrismo –es decir, sus técnicas envolventes; su capacidad para mentir por décadas y falsear la realidad a extremos inauditos; su estructura policial y de espionaje; su inocultable odio a cualquier forma de libertad; su capacidad para movilizar la opinión de ilusos y falsos ideólogos; su experiencia para escenificar una teatralidad según la cual es víctima histórica del imperialismo; su vínculo estructural con las narcoguerrillas de Colombia y con la red de corruptos del Foro de Sao Paulo– es, lo quieran o no reconocer ciertas complicidades disfrazadas de “tolerante espíritu democrático”, corresponsable, pero por encima de todo, y esto es lo esencial, el ganador indiscutible de la debacle venezolana.

El perverso-castrismo ha alentado la destrucción de la institucionalidad y la separación de los poderes públicos en Venezuela, requisito necesario para garantizar que Chávez se mantendría en el poder de forma indefinida. El perverso-castrismo hizo los arreglos tras bastidores –de ello se jacta el embajador de Cuba en Venezuela, en sus fiestas con generales venezolanos– para que el “más manejable” de sus títeres –el pachanguero que asistía, como diputado del Movimiento V República al Congreso Nacional, con un ejemplar de la Gaceta Hípica doblado en el bolsillo trasero, que leía mientras se producían los debates en el Hemiciclo–, asumiera el poder, en un procedimiento violatorio de la Constitución.

El perverso-castrismo es el autor de la más onerosa estafa cometida contra los bienes de la nación venezolana, en la forma de un intercambio de petróleo a precios irrisorios, a cambio de unos servicios, especialmente servicios médicos, cuando lo que en realidad enviaban a territorio venezolano, eran policías, militares, adoctrinadores y solo unos pocos médicos o paramédicos, muchos de ellos personas incompetentes, desactualizados, sin experiencia, ineptos para gerenciar, ni siquiera un modesto servicio de consultas médicas en cualquier barrio de Venezuela.

Una de las más escandalosas vertientes de la propuesta de Trudeau & Champagne, se refiere al mismo pueblo cubano. ¿Cómo es que el régimen del perverso-castrismo podría contribuir a la liberación de Venezuela, cuando ha cumplido 61 años de opresión inclemente y sostenida sobre sus ciudadanos, cuando los ha empobrecido de forma estructural, cuando los persigue, los encierra y los tortura, cuando les impide expresarse o informarse, cuando persigue a escritores y artistas solo por opinar, cuando amenaza, detiene y encierra a cualquiera por el delito de formular preguntas, cuando mantiene una red de espías y sometimiento esparcida por toda la geografía de la isla, cuando ha puesto en marcha una nueva Constitución cuyo único propósito es cronificar el modelo opresivo-comunista por los siglos de los siglos?

¿Cómo es que el perverso-castrismo, que financiado por el narcorrégimen de Venezuela, está ahora mismo dedicado a la desestabilización de América Latina, bajo la tesis de que ello impulsará, en un relativo corto tiempo, el ascenso de gobiernos afines, detendrá su tóxica estrategia para facilitar un proceso por el cual Maduro saldría del poder para facilitar que se organicen elecciones libres y transparentes?

Pero, sobre todo, ¿cómo es que el perverso-castrismo, que vive del petróleo venezolano y de toda una red de empresas fantasma a las que Petróleos de Venezuela envía dólares, que se beneficia de la extracción y venta ilícita de los minerales venezolanos, que recibe financiamiento desde distintos entes de la administración pública venezolana, como es qué, insisto, facilitará un cambio en Venezuela, cuando ese cambio significará, ni más ni menos, que no continuará recibiendo los inmensos recursos que le han regalado por dos décadas, primero Chávez y ahora Maduro?