Llegó a España, acompañado por el Canciller de Chile y de invitadas mujeres, algunas empresarias, otras no. Su idea, parece ser, discriminar a los hombres. Fue recibido por Felipe VI, el mismo que tuvo que soportar una impertinencia mayor en su anterior visita a Chile.
Boric asistió al almuerzo sin corbata, como para ratificar su rebeldía adolescente y se fotografió con las manos atrás. Se reunió con Pedro Sánchez en la antesala del término de su mandato y firmaron algunos acuerdos intrascendentes. Uno de ellos: «Protocolo general para la cooperación entre la Secretaría de Estado de Memoria Democrática del Reino de España y el Museo de la Memoria y los DDHH de Chile.
Asistió a un encuentro en la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) en donde alabó el desempeño económico de Chile en los últimos 30 años, contradiciendo lo antes afirmado por el mismo.
Reivindicó la importancia del sector privado, el cual dijo, se adelanta al Estado en materias de innovación. En la sede de la CEOE, Boric afirmó que el Estado de Chile requería cambios, pero lo que no dijo, es que en el Estado de Chile sobran miles de miles de funcionarios que han sido contratados por su cercanía ideológica con la izquierda y sin contar con las competencias requeridas.
Visitó una librería por más de dos horas, en donde, camisa afuera, tatuajes a la vista y sentado en el suelo, intentó hacer un guiño al mundo de la izquierda cultural. Boric es un joven que, dependiendo de la audiencia, va generando volteretas conceptuales. Es un presidente que recién aprende nuevas materias y que intenta gestionar su cargo con prueba y error.
Llegó a España cuando se le acababa el tiempo a su amigo Pedro. Ambos progresistas, ambos populistas y ambos de una izquierda colindante con los extremos revolucionarios. Pero más que visitar España para reunirse con el Rey Felipe VI o con Pedro Sánchez, Boric venía a España a participar de un evento organizado por su amigo, el embajador Javier Velasco, en Casa de América.
La invitación inicial, que venía con dos errores ortográficos evidentes y las gafas de Salvador Allende en una esquina, invitaba a sumarse al evento bajo el lema Chile: memoria y futuro a 50 años del golpe de Estado. En un recinto que se supone congrega a la diversidad de América Latina, se reunió la flor y nata del progresismo con aquellos que, a pesar de las evidencias aún alaban a Salvador Allende, el peor presidente que ha tenido Chile.
Los amigos de Maduro y de los Castro
Nada mejor que hacerlo junto a los amigos de Maduro y de los Castro, como José Luis Rodríguez Zapatero y el condenado Baltazar Garzón, principales defensores de las dictaduras venezolana y cubana. También estuvo Joan Manuel Serrat, quien fue galardonado por Boric, cantante que siempre alaba a aquellos regímenes de izquierdas, que como dice su canción, no tienen camino, sino estelas en la mar.
En su discurso en Casa de América y ya mostrando los colmillos, se inmiscuyó desde la ignorancia, en la historia de España, haciendo paralelos entre Franco y Pinochet. Boric es un niño que juega al poder, se hace el lindo, se hace el demócrata, pero en simultánea a su gobierno lo sostiene el Partido Comunista de Chile.
Todas sus palabras grandilocuentes pierden coherencia al constatar la realidad del Chile de hoy bajo su gobierno. Algunas de sus compañeras en este periplo español, se cautivan con su propuesta. Ninguna de ellas vivió la tragedia del gobierno de Allende, al cual vino Boric a España a alabar.
La «fiesta» continuará hasta el 11 de septiembre, en que a Chile llegarán parodias de payasos, como el anti hispano AMLO (Andrés Manuel López Obrador), cuyo país está gobernado por el narcotráfico y el crimen organizado.
Tras su paso por España, Francia. Suiza y Bélgica, Boric volverá a Chile a evaluar el control de daños generados por una mafia de colaboradores del gobierno, quienes se han robado dineros del Estado para hacer propaganda política a través de fundaciones corruptas.
También Boric deberá ocuparse de cómo revertir su menguado apoyo, en que la derecha chilena arrolló a la izquierda en su último paso por las urnas.
El paso de Boric por España, no deja más que el recuerdo de un joven presidente qué transitó por Madrid sin pena ni gloria y que no está dispuesto a cerrar las heridas de hace 50 años.
Artículo publicado en el diario El Debate de España