OPINIÓN

El peligro de relativizar el peligro

por Alberto López Núñez Alberto López Núñez

En psicología son muy conocidos los mecanismos de defensa por los cuales el individuo intenta disminuir la ansiedad ocasionada por el peligro, generalmente evadiéndolo o negándolo. El principal mecanismo de defensa, es el más simple, pero y quizás por ello el más ineficaz. Se trata de la negación. Es la defensa que se basa en negar el dolor, u otros sentimientos de desagrado. Se considera uno de los mecanismos de defensa menos efectivos. Podemos citar como ejemplo el comportamiento de los niños de «mentir», negando las acciones que han hecho y que generarían un castigo.

Creo que se puede legítimamente utilizar este concepto trasladándolo de la psicología del individuo a la psicología política. Las sociedades tratan así ante un peligro que amenace su estabilidad o defensa, negando o relativizando su existencia. Obviamente es un comportamiento muy peligroso, pues le permite al peligro apropiarse aún más fácilmente de esa sociedad.

Es lo que ha sucedido con el peligro comunista en América Latina, desde la Revolución cubana hace más de 60 años, pero sobre todo en este siglo, obviamente facilitado por el engaño premeditado de los comunistas en su discurso, tan así, que no solo no se declaran comunistas, sino que niegan serlo, de allí la existencia del tan apropiado socialismo del siglo XXI, cuyos candidatos (Chávez, Boric, Evo, Lula, Arce, Castillo) se autodenominan socialdemócratas, humanistas, progresistas, todo menos comunistas. Lo grave es que se les cree, típico mecanismo de defensa de negación: relativizar el peligro, negándolo, allí precisamente está su peligro.

Todo comenzó con el derrumbe del comunismo en Europa en 1990, Fidel viejo zorro de la política, vio el peligro del derrumbe de su tiranía y la necesidad de encontrar una estrategia de engaño que permitiera la supervivencia, e incluso incremento de su poder; ante el fracaso de la subversión, creó el Foro de Sao Paulo y la estrategia ingeniosa de llegar al poder por la vía electoral, utilizando la estrategia del engaño y la caída de las sociedades en el mecanismo defensivo de negación.

El experimento inicial fue curiosamente en una de las más consolidadas democracias del continente, las elecciones de 1998 en Venezuela, con Hugo Chávez. La Cartilla del Foro de Sao Pulo se implementó a la perfección: aprovechamiento del cansancio de la gente con los males de la democracia (hay que recordar siempre a Churchill, ella es el peor régimen exceptuando todos los demás) implantando el discurso de la antipolítica, creación de un estado de anarquía que permita germinar ese discurso, lanzamiento de un “outsider” que facilite el triunfo electoral y “voilá” todo listo para mediante una Constituyente instalar la dictadura del socialismo del siglo XXI.

Ante los poquísimos que advertíamos el peligro se nos contestaba con el “Venezuela no es Cuba”, el engaño fue tan perfectamente elaborado que muchos vieron en Chávez un posible dictador de derecha, como Pérez Jiménez, por eso la increíble amalgama de comunistas con añoradores del “Ancien Regime” predemocracia, los primeros sí sabiendo que vendría la “dictadura del proletariado” , que como siempre es la dictadura de la cúpula de comunistas  en el poder viviendo como oligarcas capitalistas, pauperizando al pueblo, para poderlo dominar; los segundos les sirvieron de tontos útiles a aquellos.

Lo grave es que ese mecanismo defensivo de negación ha permanecido vigente en Venezuela, solamente hasta 2019, la oposición comenzó a tipificar al régimen como dictadura, y todavía no se atreven a decir que es comunista, peor aun imitando la perorata de los marxistas-leninistas de que el verdadero comunismo no se ha implementado realmente en ninguna de las dictaduras comunistas, que han sido copias defectuosas que el paraíso comunista está por venir, etcétera, se ha generalizado el discurso de que el régimen del chavismo-madurismo  no es de izquierda, que en vez de socialismo es fascismo (como si no fueran en verdad lo mismo), citan al Boric de la segunda vuelta y de presidente electo, sobre Venezuela, en su afán de presentarse como inofensivo, pero no el de la primera vuelta y antes, que alababa sin remilgos al socialismo del siglo XXI, rechazan que sea comunismo, porque hay una economía de  bodegones, como si la comunista China no copulase en un solo régimen capitalismo salvaje con dictadura de partido.

El “Venezuela no es Cuba” se ha repetido en Nicaragua (en donde como en la Venezuela el establishment  –empresarios, medios, Iglesia–  llevaron al poder a Ortega y lo apoyaron hasta que este les dio la patada en el trasero, en Bolivia, Chile, Perú, Ecuador (único que se libró del socialismo del siglo XXI, pero por una traición de Moreno a Correa) y ahora, nada menos que en la joya de la corona, Colombia, se repite el drama, pero como farsa, como lo diría el adorado por ciertos obispos Marx.

El destacado intelectual José Alvear Sanín (https://www.lalinternaazul.info/2022/02/07/honorable-senador-o/ ) nos describe perfectamente la negación que se hace del peligro Petro:

“Desde hace años, en Colombia hay una palabra especialmente tabú: “comunista”, que precisamente por ser tabú no se puede aplicar a los que lo son. Cuando ellos se camuflan para desorientar al electorado, si mucho se los puede llamar “progresistas”.

En esas condiciones, el candidato castro-chavista —que por tanto lo es también de Fecode, Asonal judicial, la JEP, las FARC y sus seudodisidencias, el ELN, la comisión de la “verdad”, el Partido Comunista aparente y el clandestino, el Foro de Sao Paulo, la legalización de los narcocultivos y la teología de la liberación—, es descrito habitualmente, en todos los medios, como el aspirante de centro-izquierda a la presidencia…

Nadie en los medios masivos, ni en los políticos, parece dispuesto a increpar a Petro, a recordar lo que hizo y aconsejó en Venezuela, ni a volver sobre su pasado sombrío y criminal, amparado por la prescripción, aunque su verdadero programa nos conduciría inevitablemente a ser una segunda Venezuela.

Ese silencio culpable sobre lo que es y significa Petro, y la falsa y pusilánime cortesía con la que se lo trata, nos llevarán al abismo. Con candidatos debiluchos y con debates donde no se toleran expresiones fuertes, afirmaciones contundentes ni enérgicas réplicas en los escasos minutos que se reservan para cada candidato, no se preserva la democracia. ¡A la serpiente hay que darle en la cabeza, para que no nos pique en el calcañar!”.

Está muy claro pues el peligro de relativizar el peligro, ahora que desde Francisco para abajo parecen deleitarse con el discurso “humanista” de Petro, los pocos que defendemos la democracia liberal (y mi angustia es porque ya viví esto en la Venezuela de los noventa) debemos arreciar en nuestra persistente actitud de hacer ver, repito, que el peligro de relativizar el peligro está vivo y con fuerza, como siempre digo, la esperanza es lo último que se pierde.