Hay muchos temas sobre los cuales escribir esta semana. Todos importantes y de necesaria consideración debido, entre otras cosas, al desgobierno existente en Venezuela. En veintitrés largos años dejamos de ser uno de los países más importantes del mundo. No solamente por el petróleo y demás riquezas naturales por todos conocidas, sino también y fundamentalmente, por la condición humana de sus habitantes. Se podía vivir, formar familia, preparar a los hijos para sus tareas futuras, profesional y humanamente y, en medio de serias dificultades, las hubo y graves algunas de ellas, podíamos mantener el optimismo y la confianza en poder superarlas.
Esta vez haremos un alto en esas consideraciones. Para el mundo del Derecho, de la Academia, de nuestras universidades y de la sociedad en general, ha sido un golpe muy duro de asimilar, al menos para mí, la sorpresiva muerte del doctor Román José Duque Corredor. Una baja insustituible, pero una realidad que debemos asumir.
Lo último grande que recuerdo fue la ceremonia en el Teatro Baralt de Maracaibo, donde a petición unánime del Consejo de la Facultad de Derecho (como la llamábamos antes), el Consejo Universitario aprobó concedernos el doctorado Honoris Causa a Román y a mí. Ambos lo recibimos con una emoción indescriptible, en especial mi persona. Era la primera vez, no sería la última, en ser seleccionado para tan insigne homenaje.
Pero, me he desviado del tema con referencias a mi persona, cuando se trata de Román Duque Corredor. También tuvimos relación en el Partido Social Cristiano Copei. En la sede nacional, antes de ser despojados de ella por el imperdonable alacranismo de quienes irregularmente tenían la dirección con el apoyo del régimen interesado en destruir especialmente a los partidos tradicionales. Este drama no ha terminado. Sucederá cuando se le ponga punto final a estas casi cinco décadas de terrible destrucción.
Bastante se ha escrito y dicho en estos días sobre la vida y obra de Román. Es poco lo que podemos agregar, pero su ausencia es y será notable por siempre entre nosotros. Fue un ejemplo vivo de honradez integral, maestro y guía de generaciones en varias Universidades del país. Su nombre será recordado y mencionado en muchas jornadas en todos los ámbitos de su dilatada carrera. En especial en Mérida, ciudad de sus afectos más sentidos, a la que dedicaba especial atención desde la ULA, la Universidad de los Andes.
En el Copei legítimo, algunos agregan la denominación ODCA por su membresía en la Organización Demócrata Cristiana de América, estamos de verdadero luto en memoria de Duque Corredor. Ese luto no es ni será pasivo. Hay mucho que hacer y su ejemplo es un estímulo más a la acción.
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