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El partido del pueblo, Acción Democrática

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El concepto según el cual la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, llevado a la cúspide de su fama por Winston Churchill, ha sido ratificado con formidable elocuencia por dos acontecimientos: el derrumbe del Muro de Berlín en 1989 y la caída sorpresiva de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Nadie podía imaginar grietas en el poderoso bloque soviético inspirado en los postulados de Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, líder del ala bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata ruso que llega al poder el 17 de octubre de 1917.

Rómulo Betancourt, contra la corriente en boga, expone una solución orientada a apaciguar la natural inconformidad de las juventudes, calmar los terribles apremios de las clases desposeídas y conmover la conciencia de los intelectuales en favor de los valores democráticos. En el espectro político, tal posición enfrentó al comunismo victorioso del momento, prometedor de paz y prosperidad, pero negacionista intransigente de la vida en libertad. Abriéndose paso en la confusión reinante por el mito soviético logró implantarse la iniciativa, gracias al esfuerzo conjunto de los líderes fundadores, Rómulo Gallegos, Valmore Rodríguez, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, Andrés Eloy Blanco, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevali.

Esa actitud política ha garantizado un apreciable grado de tolerancia y de autonomía para el dinamismo del pueblo, aún con insuficiencias, errores y vicios, que sin embargo se han visto compensados por la vigencia efectiva de ciertas normas de Derecho y por alcances de progreso y mejoramiento general.

La huella doctrinal del partido del pueblo comienza su trayectoria vital con el Manifiesto de Barranquilla de 22 de febrero de 1931, soporte de ARDI, el camino espinoso de ORVE y PDN. Los  contenidos ideológicos permanecen estables apoyados en los pilares filosóficos del Estado de Derecho y el  sufragio, en frontal contraste con la proposición obstinada e intolerable de Lenin, que pretendía la eliminación de la Entidad Estatal y del sufragio en el horizonte político de Occidente.

En realidad el ideal democrático y libertario de los accionistas, acciondemocratistas o adecos, peyorativo bien asimilado, se construye sobre las bases principales de la Democracia Representativa; la independencia económica; la reforma agraria; los cambios en materia educativa, y la explotación racional de nuestros recursos naturales, mineros, petroleros y del gas.

Los fundadores de Acción Democrática no sólo tuvieron presente la responsabilidad de sus principios sino que los defendieron con la pasión ardiente que acompaña la convicción.

Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios libraron una batalla decisiva para protegerlos de las aviesas intenciones del régimen castrista. Rómulo Betancourt, el primero, justo el día de su toma de posesión el 13 de febrero de 1959, paró en seco la imprudente solicitud de financiamiento del gobernante cubano, desdeñando los graves problemas económicos dejados por el innombrable general Marcos Pérez Jiménez.

El presidente Raúl Leoni y su ministro del Interior, Gonzalo Barrios, derrotaron los intentos del gobierno de Fidel Castro de introducir la guerrilla en 1967, por Machurucuto, población costera del Caribe venezolano en el estado Miranda, dando inicio al muy bien concebido y eficaz Plan de Pacificación.

Al término, del periodo de Leoni asume el testigo Gonzalo Barrios, candidato bajo el lema de un Gran Presidente, alusivo a su fina y penetrante inteligencia. Los resultados otorgaron el triunfo a Rafael Caldera, abanderado del partido social cristiano Copei, por una reducida diferencia de 25.000 votos, discutibles ante un Consejo Supremo Electoral, integrado con la representación de todos los partidos políticos, garante de la más absoluta imparcialidad.

Gonzalo Barrios crece en la derrota, declina la protesta y reconoce la victoria de su adversario, elevándose en la historia contemporánea como el padre de la alternabilidad democrática.

La adhesión a la Democracia Representativa ha sido un sentimiento constante e inherente al primer partido político del siglo XX. Los fundadores del partido del pueblo, Acción Democrática, con acta de nacimiento de 13 de septiembre de 1941, unieron al compromiso ideológico, una profunda amistad, propia del compañerismo.

Don Rómulo Gallegos aconsejaba a sus jóvenes condiscípulos «enseñar juntos la moral». Andrés Eloy Blanco dijo que «los adecos cuando no tienen con quien pelear, pelean entre ellos mismos». Gonzalo Barrios consagró «las peleas estatutarias» para recriminar las discusiones subidas de tono, rayanas en el insulto. Rómulo Betancourt afirmó «adeco es adeco hasta que se muera». Semejantes enunciados velan por la verdadera unidad orientada a fomentar la disciplina y la vocación de servicio público de los militantes.

Fiel a la tesis pragmática

La gestión de los gobiernos de Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi ha sido fiel a las tesis programáticas, aciertos y errores, derivan un balance positivo.

De la obra cumplida atinente a los sectores político, económico o social, vale la pena destacar, la política petrolera, diseñada por Juan Pablo Pérez Alfonzo, resumida como sigue:  Participación razonable en las ganancias; Comisión Coordinadora de la conservación y el comercio de los hidrocarburos; No más concesiones; creación del sector público petrolero conformado por el Ministerio de Minas e Hidrocarburos y la empresa petrolera del Estado y la constitución de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, que trasciende las fronteras, haciendo posible un importante logro de la política exterior de Venezuela, porque reúne en su seno la mayoría de los países productores de petróleo a partir de 1961; otro éxito primordial es la firma y entrada en vigor del Convenio de Ginebra de 1966 a fin de buscar una solución amigable y pacífica al conflicto entre Guyana y Venezuela por el deslinde limítrofe del territorio esequibo y, por último, digno de relieve, la aplicación de la Doctrina Betancourt, consistente en el no reconocimiento a los gobiernos de facto, sin origen y fundamento en la voluntad popular.

La agricultura y la ganadería

La independencia económica posible se procura con la asignación de parte del ingreso petrolero al desarrollo y diversificación de la industria en general. La agricultura y la ganadería recibieron ingentes recursos con el objetivo de aumentar la producción y la productividad, también se destinaron cantidades interesantes al establecimiento de modernos complejos agroindustriales, un testimonio fructífero es el Estado Portuguesa, convertido en granero de la nación y sede de industrias conectadas con la agricultura y la ganadería, con capacidades de satisfacer necesidades domésticas, capaces por igual de exportar productos a precios competitivos en el comercio internacional.

En 1960, de otra parte, fue promulgada solemne, la ley de reforma agraria en el Campo de Carabobo, símbolo magnífico de la Independencia Nacional, su administración, corresponderá al ministro de Agricultura y Cría, Víctor Giménez Landínez y al presidente del Instituto Agrario, Luis Piñerúa Ordaz. La reforma agraria no estuvo circunscrita a la entrega de las parcelas de tierra a los campesinos, se les proveyó de apoyo técnico y financiero, además, se construyó una infraestructura física idónea, viviendas rurales, acueductos, escuelas, medicaturas, carreteras y servicios de energía eléctrica.

En este artículo limitado por razones de orden práctico, no cabe la cita larga de la de la labor ejecutada por los gobiernos presididos por mandatarios de Acción Democrática. Sin embargo, no puedo evitar un apunte relacionado con los avances emocionantes en el ámbito educativo, durante los gobiernos de Betancourt, Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi.  La creación de la Universidad de Oriente que contó con el rector Luis Manuel Peñalver, la Universidad de los Llanos, dirigida por Felipe Gómez Álvarez o los Institutos Pedagógicos de Barquisimeto y el José Manuel Siso Martínez, con el nombre del  abogado y abnegado educador upatense.

Resalto del gobierno de Carlos Andrés Pérez el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho que brindó a muchos jóvenes venezolanos la oportunidad de estudiar en el exterior en las mejores Universidades de Europa y América. Asimismo, señalo la creación del Sistema Nacional de Orquestas, Juveniles e Infantiles, hecha realidad por la voluntad indoblegable del maestro José Antonio Abreu, ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (Unesco).

En mi opinión, quizá lo más importante de las tesis del partido sea lo concerniente a la educación, no lo digo por mi adscripción a ese mundo, he permanecido en él durante el exilio de más de veinte años, como profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid; lo digo desde una perspectiva política, convencido de que sin la difusión y arraigo de ciertas nociones fundamentales, siempre estaremos expuestos a crisis como la que hoy sufrimos porque obedecen a desbordamientos que solamente la educación logra disciplinar y hasta sacarles provecho.

Vivimos ahora, un proceso salvaje de destrucción, sin precedentes, que nos muestra las plagas del hambre, la enfermedad y la muerte.

El general De Gaulle, orgulloso de su uniforme, aseveró que un político traidor era despreciable pero que un militar traidor era dos veces despreciable, la referencia alude a Chávez que entregó a Castro la voluntad de los venezolanos para decidir su propio destino.

He sostenido como un medio de solución a la tragedia de Venezuela la intervención humanitaria o Derecho de injerencia, al mismo tiempo, la aplicación de la Responsabilidad de Proteger los pueblos, de los embates transgresores de dictadores y tiranos a los derechos humanos fundamentales.

Hoy Venezuela tiene la oportunidad de retornar a la Democracia, más que un sistema político un Sistema de vida que nos asegura escogencia de nuestro porvenir. En ese sentido, dos hechos principales han permitido la posibilidad de reparar las grietas de cosa pública en nuestro país. Primero, la elección mayoritaria de María Corina Machado, la carismática líder de la oposición toda entera. Segundo, la elección probada, actas mano, de Edmundo González Urrutia como Presidente electo por la voluntad general, única fuente de legitimidad del Estado democrático, político, económico y social  Es por esa razón esencial que el voto de los venezolanos el 28 de julio, no importa si están dentro del territorio nacional sufriendo la opresión de la tiranía o en cualquier rincón del planeta -un número superior a 8.000.000- padecen la ausencia inconsolable de la patria, es el voto de la libertad.

EI desafío de Acción Democrática en su 83º aniversario es lograr el reconocimiento de Edmundo González Urrutia como presidente electo por el sufragio, libérrimo, universal, directo y secreto que el instituyó en el alma de Venezuela.

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