OPINIÓN

El padre Moronta

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

En instantes graves y solemnes la voz del padre Moronta resuena en nuestras conciencias llamando a los venezolanos a esforzarse en ser fieles a los principios de amor de la Iglesia Católica: “Un verdadero católico no persigue a sus hermanos porque piense de manera distinta. Lo que se le haga a un hermano se le está haciendo al mismo Cristo”.

Con estas palabras el padre Moronta se dirigió a todos los venezolanos recordando en primer lugar que todos somos hijos de Cristo. Venezuela siempre ha sido un pueblo católico. Nuestra virgen de Coromoto es una muestra imborrable de nuestra fe y de la prevalencia espiritual sobre lo material que siempre ha caracterizado a los venezolanos.

“Que Dios bendiga a Venezuela y esta homilía sea como aquella pastoral que en el año 58 despertó al pueblo y nos llevó el 23 de enero a salir de la dictadura; que si bien aquello fue benéfico a nivel material, este es un desastre apocalíptico de 25 años”.

La Virgen de Coromoto nos une por encima de todas las diferencias y creencias. La devoción y veneración a la Virgen de Coromoto ha dejado una huella imborrable en el corazón de Venezuela. En 1942 fue proclamada como la patrona oficial del país por el Episcopado venezolano. Esta proclamación recibió confirmación del papa Pío XII en 1944, quien la declaró celeste y principal patrona de Venezuela.

Es primordial que recordemos la historia de cómo la Virgen de Coromoto entró al corazón de todos los venezolanos. “Los españoles llegaron a la región de Guanare hacia fines del siglo XVI. El 3 de noviembre de 1591, el Capitán Juan Fernández de León, fundó la ciudad del Espíritu Santo del Valle de San Juan de Guanaguanare, hoy ciudad de Guanare. La villa fue trasladada al lugar donde se encuentra hoy en el siglo XVII.

La historia de cómo comenzó la devoción a la Virgen de Coromoto se centra en un grupo de indígenas de la región, la tribu de «los Coromotos».

Esta tribu, con la llegada del hombre blanco, decidió partir del lugar para poder continuar con sus costumbres. Abandonaron sus tierras y se dirigieron al noroeste de la ciudad de Guanare, a un paraje cercano a la ribera del río Tucupido, donde por muchos años, vivieron apartados de la ciudad.

Según cuenta la tradición, en el año 1651, la Santísima Virgen se le apareció al cacique de los Coromotos y a su familia, les habló en su idioma diciendo: «Salgan del bosque y vayan donde están los blancos para que reciban el agua sobre la cabeza y puedan entrar en el cielo».

El cacique, impresionado por el suceso y queriendo cumplir con los deseos de la Señora, comunicó las noticias de la aparición al español Juan Sánchez, quien pasaba por ese lugar porque estaba de viaje.

Ambos se pusieron de acuerdo y los indígenas fueron a vivir en un sector de tierra formado por el ángulo de la confluencia de los ríos Tucupido y Guanaguanare.

El español informó a las autoridades de la Villa lo que había ocurrido y ellas dispusieron que los indígenas se quedasen en ese lugar, y nombraron a Juan Sánchez como su encomendero. Allí vivieron por un tiempo para ser instruidos en la religión cristiana. Pero el cacique no logró adaptarse a su nueva forma de vida y decidió volver al bosque, junto a su familia.

Antes de que se marchase el cacique, un suceso marcaría el comienzo de la devoción a la Santísima Virgen de Coromoto. El 8 de septiembre de 1652, la Virgen nuevamente se le apareció al indígena, rodeada de un aura luminosa. El cacique le dijo: «¿Hasta cuándo me quieres perseguir, ya no he de hacer lo que me mandas?”. La Señora avanzó suavemente hacia él, el cacique trató de echarla de su choza y extendió su mano como para atraparla, ella en ese momento desapareció, en el puño del indígena quedó una pequeña estampa con la imagen de la Virgen.

Después de ocurrir la aparición, el cacique partió al bosque, y la tradición nos dice que antes de morir se convirtió al cristianismo.

Al enterarse de lo ocurrido, Juan Sánchez mandó que fuese recogida la imagen, la cual colocó en su casa. Allí la Virgen era venerada por todos los pobladores de la región de Guanare. En el año 1654, por orden del vicario Diego de Lozano, la imagen fue llevada al templo de la ciudad de Guanare.

El 1º de mayo de 1942 fue declarada Patrona de Venezuela por el Episcopado Nacional. El 7 de octubre de 1944, Su Santidad  Pío XXII la declaró «Celeste y Principal Patrona de toda la República de Venezuela», su coronación canónica se celebró en 1952. El Santuario Nacional a la Virgen de Coromoto fue declarado Basílica por S. S. Pío XII el 24 de mayo de 1949.

Su fiesta se celebra tres veces al año, el 2 de febrero y el 8 y 11 de septiembre.”

 En estos días que reina la inmisericordia, que se pretende enfrentar a los venezolanos en nombre de unas ideas ajenas, cualquier ciudadano es víctima por pensar diferente, la única manera de recuperar nuestro espíritu de pueblo donde la amabilidad ha sido siempre un rasgo distintivo es oír la voz del padre Moronta que nos llama a recordar que somos hermanos en la veneración a nuestra virgen de Coromoto.

Ninguna parte o fragmento de la sociedad que es Venezuela hoy puede utilizar las armas que solo están hechas para la defensa de nuestras tierras y de nuestra gente. No se puede utilizar el poder de las armas para destruir a los otros. La homilía del padre Moronta tiene que resonar en la conciencia de aquellos cuyas ideas se concentran en la dominación, en la construcción de cárceles para castigar a todos aquellos que han expresado sus ideas y han elegido lo que consideran lo mejor de nuestras creencias y de maneras de existir.

No se puede pretender imponer la paz con persecuciones a quienes piensan de modo diverso». Moronta destacó que se edifican muros terribles para separar a quienes piensan de manera diversa o luchan por sus derechos, y lamentó que los jóvenes estén siendo perseguidos por defender sus derechos a implementar la justicia.

«El evangelio es muy claro cuando afirma que seremos juzgados por el amor, manifestado a través de nuestros actos, a la vez lo que se haga a un hermano se le está haciendo al mismo Cristo», agregó.

Basado en la palabra de Dios, el obispo de San Cristóbal destacó que urge el encuentro de hermanos y no la persecución y la revancha de ninguna parte de la sociedad. Acotó que este no es ningún secreto, ni amor por el Táchira y su gente. Exhortó a amar a los enemigos y rogar por quienes les persiguen para que sean hijos de su padre celestial.

«Es un mandamiento de nuestro mismo Señor, que nos corresponde cumplir. Bien sabemos que no es fácil amar a los enemigos, cualquiera que sea, de cualquier tipo. Al ser de carne y hueso todos podemos experimentar sentimientos de rabia y resentimiento que nos conduce a la venganza y al revanchismo, puertas inequívocas de todo tipo de violencia», dijo el padre Moronta.

Nadie es dueño de la democracia, esta solo puede ser un fruto de la convivencia, de los acuerdos, el respeto y de la aceptación de que es imposible entrar en el corazón de los venezolanos y trastocar su amabilidad natural por furia contra aquel que piensa distinto.

Monseñor Mario Moronta expresó que es momento de darle paso a la autoridad del pueblo, manifestada en sus inquietudes, en sus anhelos, en sus esperanzas y en sus votos. «Acaso no es el momento, de una vez por todas, de entender que el único y verdadero protagonista de la democracia es el pueblo y que nadie es dueño de ella. Nadie es dueño de la democracia, ni los del gobierno, ni los de la oposición. Somos colaboradores y servidores de esta», resaltó.

Indicó que en vez de inventar falsos positivos y promover persecuciones que ponen en vilo el futuro y la vida de los jóvenes, hay que comprometerse a construir junto con ellos el futuro anhelado. «¿No es el momento de pensar en la refundación de Venezuela?, ¿por qué no se persiguen a los irregulares que invaden nuestros campos?, ¿por qué no se persigue a los mafiosos que esclavizan a tantos adolescentes, hombres y mujeres, con el narcotráfico y la trata de personas?», se preguntó.

El obispo de la Diócesis de San Cristóbal invitó a construir en Venezuela el reino de justicia, de paz, reconciliación, solidaridad, amor y libertad, y hacer presente la fuerza renovadora del Santo Cristo de La Grita en el Táchira, en Venezuela y el mundo.

“Los soldados no pueden olvidar que son descendientes del Ejército Libertador de Simón Bolívar”.