Los chicos deben viajar a un retiro para encontrarse con su némesis, Lucas Mattson, quien negocia la compra de Waystar, a cambio de una serie de condiciones y demandas.

Hablamos del quinto capítulo de la temporada final de Succession, con alerta de spoilers.

A última hora, el sueco pide verlos a todos, como una prueba, en una especie de retiro vacacional, donde los someterá a escrutinio, a su modo de empresario frío y calculador, cuyo objetivo es fusionar, expandir y purgar.

Tendremos un episodio de alto voltaje, en el Ecuador dramático de la temporada final.

Pero lejos de bajar la guardia, la serie escala en tensión y conflicto, pues todo parece provisional en el tablero de ajedrez de los protagonistas.

Unos suben, otros caerán de inmediato, como peones de un jaque mate. Por eso, el episodio se llama “La Lista de La Muerte”, aludiendo a un futura razzia corporativa, un producto típico de una adquisición hostil como la que se avecina.

Volarán cabezas y reducirán puestos de trabajo, según la visión despersonalizada del comprador europeo.

Durante la acción, descubrimos a dos culturas en pleno choque.

Por un lado, el team de Kendall se expone como un grupo envilecido por el nepotismo, la mediocridad burocrática y un evidente pragmatismo de ignorante protegido por la familia.

Lucas los observa con una mirada desafiante y condescendiente, al ser consciente de las debilidades formativas de los hijos de Logan.

Por el otro, Mattson desnuda su naturaleza de vampiro y caníbal de los negocios, al confiarle un oscuro secreto de abuso y acoso, a Shiv, durante un encuentro privado en el que comparten hasta consumo de sustancias tóxicas.

La relación directa con el manipulador, acaba por empoderar a la mujer fatal de la historia, que sabe de la influencia de manejar información confidencial.

Además, por su condición femenina, tiene una proximidad distinta y más al límite de la sexualidad, del que pueden permitirse sus hermanos.

La gente de Mattson, por su parte, nos revela las cualidades y los problemas de un séquito de jóvenes preparados, demasiado arrogantes por su conocimiento, pero inseguros e inocentes de lo que se teje a sus espaldas.

Mientras los chicos bailan y beben, Kendall y Roman buscarán sabotear el trato, mostrando el avance de una película condenada y publicando rumores del fallido proceso de negociación, que a la distancia nos recuerda las absurdas e inútiles sentadas en la mesita de Oslo, entre oposición y régimen.

Vulgares rituales de derroche en lugares de diseño, apartados de la civilización, en un paisaje alpino.

Ahí transcurre la trama de filme de Ruben Ostlund y Michael Haneke, la celebración de Tomas Vintenberg, que semeja una cacería de soledades depresivas.

Los chicos no se reponen del luto, a pesar de sus apetitos de Macbeth.

Lucas Mattson abraza una deshumanización que le impide empatizar con el duelo, huyendo hacia delante en su proyecto de conquista. Siempre ríe con cinismo, jamás les brinda un apoyo emocional a los chicos por su pérdida, apenas denota preocupación ansiosa por quedarse con el botín de Logan, cual pirata del Big Tech.

Precisamente, su escuela de desapego y falta de afecto, le pasará factura en el desenlace del episodio, cuando Roman explote por primera vez, desahogando su dolor por la muerte del padre.

Es el instante climático del episodio, su razón de ser, y uno de los momentos claves de la temporada. Puede darle un Emmy por lo significativo de la interpretación y su trabajo de ruptura, de actor de método.

Y es que Roman rompe con la hipocresía de todo el montaje de Lucas.

Detallazo que Kendall responda tarde, demostrando sus carencias como líder.

En tal sentido, ha descendido en la pirámide, ante la resolución digna de Roman, por decir las cosas como son, y frente a la sugerente posición de Shiv, que empieza a organizar el tablero, desde las sombras.

Roman culpa a Mattson del fallecimiento de Logan. Y hay mucho de cierto en sus palabras de angustia. Lo señala con un lenguaje frontal que evoca al de su papá. Lucas abandona el sitio, puesto en ridículo.

Sin embargo, después conocemos que Mattson quiere mantener el trato, doblando la cifra de la apuesta. En el avión de vuelta a casa, los chicos finalmente se distienden con una copa de champaña, disfrazando su amargura.

La lista negra cae del cielo, anunciando futuras tempestades. Gana la tesis de Roman de enfrentar los problemas. El aura de Kendall se va diluyendo, conforme decline su horizonte, su voz de mando. La estrella de Shiv asciende, como su confianza, teléfono en mano, con línea directa a Satanás.

La cámara se despide con ella, porque ahora mece una parte importante de la cuna, en el pacto con el diablo. Esto se pone mejor.


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