Entre los años 1959 y 1961 China experimentó la más catastrófica de todas sus hambrunas. La Gran Hambruna, que ha sido la más grande a escala planetaria, cobró más de 30 millones de vidas. Su impacto está presente en la memoria de cada familia y recuerda a los gobiernos que no deben faltar alimentos en el plato de sus 1.400 millones de ciudadanos.
Ocurre que en la medida en que cientos de millones de chinos han sido extraídos de la pobreza, la demanda por alimentos ha crecido a una velocidad superior a la capacidad de suministro doméstico. La acelerada urbanización del país y la elevación de la calidad de vida han modificado igualmente la composición de esa demanda. En los últimos 20 años el consumo per cápita de pollo ha crecido 32%, el de leche se ha triplicado, mientras que la provisión de aceite de soya ha tenido que multiplicarse por cuatro. Lo anterior hace que el mayor demandante de productos agrícolas del planeta sea China y que uno de sus más acuciantes problemas sea la vulnerabilidad asociada a la dependencia alimentaria.
Los esfuerzos de su gobierno por fortalecer su agro y revitalizar su agroindustria han sido colosales. Las tierras cultivables se han exponenciado, al perseguir la meta de alcanzar al menos 120 millones de Hectáreas, una línea roja trazada por el mismo Xi. Pero además el Estado ha estado interviniendo en proveer financiamiento a los agricultores y tecnología para incrementar la productividad de la tierra. Aun así, sus espacios cultivables apenas alcanzan al 13% de la superficie del país.
Recientes acontecimientos de espectro mundial como la pandemia del COVID y la guerra de Ucrania han agregado decibeles a esta debilidad, convirtiendo a la seguridad alimentaria en una constante inquietud para Xi Jinping: cómo limitar la dependencia de su país del suministro externo de alimentos.
La amenaza a ser atendida estratégicamente es la de la dependencia del suministro externo, y en particular de proveedores geopolíticamente no aliados o distanciados de China. Es que este país va a continuar siendo, por al menos una década, el principal importador mundial de soya, maiz, arroz, sorgo, cebada, carne y puerco. Será igualmente el tercero de pollo y el cuarto de trigo en el planeta.
Sus proveedores mas importantes de alimentos son Estados Unidos, Ucrania y Brasil. El objetivo principal de la seguridad alimentaria china desde 2024 es salvaguardar el suministro de arroz, que en esencia viene de Vietnam e India. Y el de Trigo, cuyos principales proveedores son Australia y Canadá.
Al tablero complejo que tiene frente a sí China dentro de la geopolítica planetaria se suman las conflagraciones en proceso a la hora actual. No es solo la volatilidad de los precios de los alimentos y la disrupción de las cadenas de suministro lo que le afecta sino los orígenes geográficos de sus importaciones. Su cercanía estratégica con Rusia la explica en buena parte su dependencia de provisiones de Moscú de cereales y carne y el origen ucraniano de un tercio de todas las importaciones chinas de alimentos.
Al igual que el campo energético, la independencia alimentaria es otra de las metas del timonel Xi. Hay en el partido y en el gobierno plena conciencia de que la gobernabilidad de cualquier nación tiene un conducto directo con el hambre de la población. En China nunca habrá otra hambruna, esta es una prioridad irrenunciable.
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