OPINIÓN

El otro Escotet, el español

por Leocenis García Leocenis García

Juan Carlos Escotet inicia negociaciones para adquirir Targobank España

Hace unos días, mientras conversaba con un amigo empresario, me soltó de manera concluyente: «Escotet le demostró a todos que él sí era de verdad, y los otros, mentira».

Hablamos de Juan Carlos Escotet, y yo le acababa de contar una anécdota del banquero venezolano que lo dejó pensando, para después terminar con la frase que antes cité.

Siendo editor de 6to Poder, escribí un duro editorial contra Juan Carlos Escotet, dueño de Banesco. Lo hice después de que Juan Carlos Escotet hiciera una declaración despectiva contra César Camejo Blanco, dueño entonces de Casa Propia, una entidad financiera que el gobierno de Chávez expropió no sin antes encarcelar a su dueño.

Escotet entonces casi se solidarizó con la intervención, no sin antes insinuar que Camejo no era un banquero. Le escribí una dura carta, de la cual hoy suprimiría todos los adjetivos y descalificaciones, ya que con los años uno se vuelve más reposado. El fondo de la carta era advertirle que lo que hacía el chavismo socialista era una política sistemática contra la empresa privada, la iniciativa individual y el sistema financiero, y que vendrían por todos, incluso por él.

Escotet me demandó. El juez del caso, Walter Gaviria, era el hijo de la hoy primera dama de la República, Cilia Flores. Fui a ver a Orlando Castro, quien me dijo en su tono cubano y ya alejado de todas las simpatías pasadas con Chávez: «Alarga eso». Así lo hice.

Cuando el juicio llevaba un año, Escotet estalló en la sala de audiencias y dijo estar harto de lo que llamó mi «burla al tribunal». Meses después, el régimen del presidente Maduro ascendió al poder, allanaron 6to Poder, sufrió su segundo cierre, y yo fui puesto en prisión por tercera vez, acusado de recibir financiamiento de Álvaro Uribe y el paramilitarismo colombiano.

Inicié una huelga de hambre dolorosa, de la cual aún mantengo marcas físicas en mi salud y heridas más profundas en el alma. Cuando llevaba 50 días de huelga luchando por mi libertad, Vladimir Petit me visitó en el Hospital Militar y me contó que Escotet había retirado la demanda en mi contra. Me pareció el gesto de un enemigo con honor, que no humillaría a alguien que ya estaba en la arena. No lo olvidé.

Salí de prisión. Nunca hablamos.

Cuando vino la intervención parcial de Banesco y la arremetida del gobierno de Maduro contra esta institución bancaria, me pronuncié a favor de Escotet y su banco, condené la persecución contra él y su banco, y recordé que aquello era una política de persecución contra la empresa privada y el sistema financiero, producto del modelo socialista.

El día había llegado. Mi carta se había cumplido. Venían por Escotet también. Él se presentó en Venezuela, voló desde España hasta Caracas y se puso al frente de la situación. Sorteó la crisis y logró salir bien librado.

Con los años, todos sus competidores cayeron. Quedaron en la nada. Mientras Escotet crecía en España, mantenía a Banesco como uno de los bancos más importantes de Venezuela.

No he hablado con Escotet desde aquel día en el tribunal. No somos amigos. Pero incluso a los enemigos hay que reconocerles cuando ganan batallas