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El otro

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Por pura casualidad llegó a mi teléfono un libro que devoré rápidamente titulado Encuentro con el otro cuyo autor, para mí desconocido, se llama Ryszard Kapuscinski. Consta de varias conferencias que abordan el tema de la interacción humana que, me parecen, bastante pertinentes en el actual contexto. El autor afirma que la humanidad siempre ha estado conminada a optar entre tres opciones frente a los otros, es decir, a las personas distintas, a los de distinta tribu, origen, etnia, religión o preferencias: 1) la guerra, 2) el apartheid o 3) la colaboración.

Cuando interactuamos con el otro, con un nivel cero de comprensión, de conocimiento y de humanización, entramos en guerra, con todas sus lamentables consecuencias. Cuando tenemos una comprensión, aún limitada, de los otros, se opta por el apartheid, en otras palabras, es como decir “todos podemos ser distintos, pero mantengámonos separados”. Eso da lugar a todas las experiencias de discriminación de la que da cuenta la historia, no solo se trata de distanciamiento físico, sino también la desigualdad material, unos son “mejores”, otros “peores” y los mejores se quedan con todo y los peores con nada, así, en una reproducción permanente de ese cuadro social explosivo.

Un tercer nivel, si se quiere, es la colaboración. Cuando entendemos al otro, lo humanizamos y gestionamos nuestras diferencias a fin de establecer la tolerancia y la búsqueda de beneficios mutuos. El otro puede que no tenga nuestra misma religión, color de piel, idioma, ideas o preferencias, pero podemos siempre, con el diálogo y la negociación, lograr la colaboración necesaria para alcanzar metas juntos. Las sociedades complejas, con mayor grado de civilización, pueden acceder a este nivel con más facilidad que aquellas que se restringen a la autorreferencia como los indios caribes venezolanos que decían “Ana Karina Róte, aunicon paparoto mantoro itoto manto”, en español: “Sólo nosotros somos hombres…”.

Comprender al otro, entenderlo, supone comunicarse y acceder a su perspectiva. Eso no implica ni debilidad, ni cobardía, ni genuflexión, eso simplemente es civilización. Ciertamente, no es sencillo, pero quizá una de las herramientas más útiles para encontrar la otredad es la observación rigurosa de los derechos humanos. En la medida en que el otro es también un ser humano, se hace sujeto de derechos, que son también mis derechos, con lo cual ya de entrada se puede compartir una base común de interacción normativa. Hasta aquí mi entrega filosófica, si la filosofía sirve para algo, que nos ayude a encontrar la paz entre los seres humanos.

[email protected] / @rockypolitica

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