OPINIÓN

El oscuro silencio del olvido

por Eduardo Viloria y Díaz Eduardo Viloria y Díaz

En Hable con ella, Pedro Almodóvar nos muestra una realidad afectiva que supera la imposibilidad de las relaciones

Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie para para escucharlo ¿hace ruido? Según la teoría de George Berkeley (1685-1753), la realidad existe en la medida en que la percibimos. De acuerdo con esta idea es posible generar otra importante pregunta: ¿puede existir algo que no percibamos? Filosóficamente la respuesta es que algo es real en la proporción que cobra identidad frente a otros. Para algunos pensadores la materialidad es un estado que ocurre en nuestra mente. Platón expone que el cerebro tiene la capacidad de crear una objetividad incluso si no existe. En términos afectivos los humanos estamos conectados gracias a un proceso de socialización, el establecimiento de las relaciones se origina en una supuesta espontaneidad que está condicionada por la aptitud de identificación con los demás. Posiblemente el vehículo más expedito para afianzar una emoción es la verbalización de nuestro afecto, hecho que de por sí solo es completamente abstracto y desemboca en una nueva consulta. ¿Aunque no lo vemos existe el amor?

Benigno es un joven que desde niño cuida a su madre, una tarde mira a una hermosa bailarina de ballet, Alicia y desde ese momento se apodera de él una amorosa fascinación. Ella, víctima de un accidente automovilístico queda en estado vegetativo y acaba bajo el cuidado de Benigno, quien es enfermero en el hospital El Bosque. Lydia, una aclamada torera sufre una brutal cogida en una plaza y su corteza cerebral queda seriamente dañada, por lo que es recluida en el mismo centro donde se encuentra Alicia. Marcos, el novio de la matadora, un meditabundo y melancólico escritor, entabla amistad con Benigno mientras las mujeres yacen postradas. A partir de ese momento las vidas de los cuatro personajes se cruzan, complementan y evolucionan en direcciones que parecen jugarretas del destino.

En 2003 el director español conquistó el premio Oscar en la categoría de guion original

La aparente sencilla trama que se plantea en esta historia ha resultado en una de las más conmovedoras y entrañables películas para los amantes del cine. En 2002 el galardonado director Pedro Almodóvar (1949) estrena Hable con ella, cinta protagonizada por Javier Cámara, Leonord Watling, Darío Gradinetti y Rosario Flores, reparto que cubrió de embrujo a la audiencia con sus emotivas interpretaciones. En la cinematografía del creador español, los roles masculinos habían sido tratados con una particular aproximación distinta, esta obra marca un quiebre en su estilo, haciéndolos sujetos absolutamente dramáticos y provistos de una arrolladora sensibilidad. Hombres ilustrados con una depurada estética y una delicada contemplación de lo femenino.

En esta película la visión y el universo masculino quedan bellamente retratados entre el metraje del filme: seres construidos con debilidades y temores; ellos están cautivos en sus errores pero, principalmente deambulan extraviados en el mundo y  son presas de la soledad. Pese a ello, nos exponen honestamente su flanco más humano, el corazón. Benigno y Marco se encuentran e identifican a pesar de estar en vórtices distintos, comparten la fortuna con que el azar del destino los sentenció: amar a unas mujeres que están ausentes e irreversiblemente incapaces de corresponderles. A pesar de ello, ambos son movidos por el profundo sentimiento que los une a sus amadas; conscientemente cada uno se sabe una consecuencia del amor que los vincula a ellas.

Javier Cámara y Dario Gradinetti son los responsables de encarnar a unos hombres como muy pocas veces se han visto en la cinematografía

Con un acertado manejo el autor nos acerca a la existencia de unos personajes que desaforados por las circunstancias se conducen por vías no libres de obstáculos y constantes exigencias que acaban por abrumarlos y fragmentan las rígidas posturas sociales. Almodóvar acentúa la atención en la dependencia emocional y el abandono, dos de los puntos en los que se centra la historia. Observamos a unos individuos incompletos que se manifiestan errantes y apenas subsisten en pequeños espacios que parecen estériles de futuro.

La solvencia con la que Almodóvar escribe el argumento (premio Oscar al mejor guion 2003) envuelve soltura e íntima complicidad, es una trama con inusitados giros en la estructura narrativa, con lo que logra crear una dramática evolución de la historia. No se puede ser indiferente ante el planteamiento que se nos presenta: una violación como un hecho sublime de amor. Benigno con ese bochornoso acto hace renacer a la bella Alicia y la rescata de las tinieblas de su estado.

Uno de los atributos de este filme es que nos conecta con la trascendencia de los actos de estos personajes, con lo que desmonta la esencia misma del sujeto al suprimir la subjetividad y nos obliga a tomar partido, acción que nos desencadena el conflicto interior al despojarnos de universalismos abstractos para centrarnos en el terreno de la autoevaluación. Lo que somos es el intrincado resultado de nuestras respuestas cognitivas. Es precisamente en este punto donde se produce la comunión entre público y la historia, al presentarse las interrogantes sobre los límites éticos y morales. Un sentimiento absolutamente puro ¿Puede eximirnos de responsabilidad?

La contemplación de lo femenino exalta en cada plano de la película. A pesar de estar en coma, Rosario Flores y Leonor Watling representan la vida y el amor de los protagonistas masculinos

Hable con ella nos muestra a unos varones esculpidos por el sentir, la empatía y la fragilidad; características usualmente ocultas a los convencionalismos sociales. La amistad entre estos desdichados supera el remordimiento por las culpas, mientras, sus mujeres están condenadas a yacer en el mutismo. En un paradójico final, la muerte de Lydia y Benigno y el despertar de Alicia, pareciera abrir un nuevo camino para Marcos, una ruta  en la que seguramente él recordará las palabras de Benigno “Hable con ella, cuénteselo”. Pedro Almodóvar, regente del drama, imprime su esencia en cada uno de estos personajes y les da vida dentro de una naturaleza que desafía la existencia.

La adoración nos construye espiritualmente y distingue como especie, he allí su importancia: el vivir con la certeza de que nada es más grandioso que el apego que puede existir entre un hombre y una mujer. Este poderoso y hermoso filme es una ofrenda a la sublime realidad del amor irrealizable; esa inquietante sensación que nos marca con honda huella, haciéndose indeleble en el alma y que nos guía por siempre en el oscuro silencio del olvido.