El omnisapiente ChatGPT

La irrupción incontrolable del programa de Inteligencia Artificial (AI) ChatGPT ha puesto de relieve la fragilidad de un grupo importante de paradigmas que cumplen un rol fundamental en la forma en que se evalúa el conocimiento humano, y las consecuencias del desarrollo de plataformas informáticas inteligentes capaces de ser entrenadas y dotadas de una capacidad de aprendizaje en principio solamente limitada solamente por el entrenamiento inicial, la estructura interna de los códigos y el acceso a cantidades masivas de datos..

Quizás mucha gente todavía no se ha percatado de ello, pero el uso de ChatGPT ha desatado un intenso debate sobre la ética de su empleo y las valoraciones académicas y profesionales sobre plagio y deshonestidad intelectual. Soy miembro del Senado de la universidad donde trabajo en los Estados Unidos y tuve oportunidad de asistir a un debate alucinante donde catedráticos de distintas disciplinas, desde ciencias naturales, matemática y computación, hasta ciencias sociales y humanísticas, se interrogaban confundidos acerca de si la normativa universitaria sobre honestidad académica contemplaba en alguna forma razonablemente transparente la circunstancia excepcional e ignota hasta hace muy poco tiempo, de que los estudiantes pudieran producir ensayos y exámenes cuya evaluación se hacía literalmente imposible, siguiendo los parámetros convencionales, debido fundamentalmente al hecho de que resultaba muy difícil distinguir entre un escrito emanado de ChatGPT y una respuesta estudiantil plausible a preguntas de exámenes o proyectos de trabajo. El asunto se complica exponencialmente porque muchas universidades tienen prácticamente el mismo número de estudiantes presenciales que virtuales, lo cual transforma cualquier decisión sobre el uso presuntamente ilegítimo de una herramienta computacional, en un complejo problema de vigilancia cibernética audiovisual que, en muchos casos, colide abiertamente con la privacidad individual de los estudiantes.

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Pero el asunto no se limita a las aulas de clase, sino que ha invadido los espacios de información de la sociedad y los ejercicios profesionales. Tomemos un simple ejemplo: mi hijo Froilán, quien es un gerente informático por formación me envió el siguiente texto:

¿Por qué si Venezuela tiene tantos problemas no se ha logrado un cambio de régimen politico?

La situación política en Venezuela es muy compleja y ha sido objeto de debate y controversia en todo el mundo. Hay muchas razones por las que no ha habido un cambio de régimen político en Venezuela, algunas de las cuales se pueden mencionar a continuación:

Estas son solo algunas de las razones por las que no ha habido un cambio de régimen político en Venezuela. Es una situación compleja y en evolución que involucra muchos factores políticos, sociales y económicos.

Pregunto yo, intuyendo la respuesta: ¿Quién escribió eso?

Responde Froilán: ChatGPT.

No albergo dudas sobre la sorpresa que este análisis, sobrio y fundamentado en dolorosas realidades, de una herramienta de IA producirá en algunos lectores. Un ejercicio requiriendo salidas y soluciones específicas a la crisis nacional sorprenderá también por sus imprecisiones y tono especulativo, que difiere mucho del tono discursivo impecable de la nota anterior. Esta discrepancia en los términos de análisis de situaciones vs soluciones, ilustra uno de los elementos más controversiales de la IA. Dos connotados intelectuales, Yuval Noah Harari y Noam Chomsky, ambos con raíces judías y muy diferentes posiciones políticas, han expresado profundas reservas respecto a lo que significa la IA, y recientemente en una conferencia internacional sobre IA se prohibió expresamente el uso de herramientas como ChatGPT (Prohibición/ChatGPT ). Los relatos abundan sobre experiencias bizarras de expertos en diversas disciplinas que anuncian tiempos muy complejos para la humanidad, porque estamos usando tecnología para la cual aparentemente no estamos adecuadamente preparados, como lo señaló recientemente el nuevo dueño de Twitter.

En otra dirección, y para hacer más complejo el panorama sobre a qué nos estamos enfrentando, acaba de aparecer una noticia según la cual se está armando una demanda colectiva contra las redes sociales (demanda redes sociales) que amenaza a las empresas propietarias de las redes con restringir  severamente el uso de algoritmos y plataformas capaces de inducir adicción, incluso suicidio, entre los usuarios. Combinemos todo este complejo entramado con el hecho de que estamos cercanos a controlar el genoma de los humanos, y por ende a privilegiar materiales genéticos específicos, en un mundo lleno de pobreza y con graves exclusiones. Un verdadero abismo trágico, o un ciclo de nuevas esperanzas, se abren ante nosotros. Difícil confiar en la sabiduría humana para aprovechar estas tecnologías disruptivas para el beneficio de la humanidad.

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