OPINIÓN

El olvido es impunidad

por Andrés Colmenárez Farías Andrés Colmenárez Farías

En la historia de la humanidad hay centenares de historias y de casos masivos de gobiernos autoritarios y de dictaduras que mediante el uso sistemático de la represión, la fuerza, las torturas, persecuciones y asesinatos se han mantenido en el poder con el único interés de perpetuarse hasta la eternidad, como si eso fuese posible; al final, es lo que buscan todos estos personajes siniestros que dirigen estos regímenes criminales.

Las dictaduras y los gobiernos autoritarios en el continente americano han sido múltiples; pocos países pueden jactarse de tener tradición democrática, como por ejemplo Costa Rica, Estados Unidos y Canadá, que a pesar de las dificultades que puedan tener son reconocidos como naciones estables en este sentido.

En el entorno de los gobiernos autoritarios hay personajes que están allí como figuras silenciosas o como una especie de fantasmas con características físicas  tangibles que se encargan de dar miedo, infundir el terror y en líneas generales actuar como la mano que asusta y oprime en los diferentes espacios sociales a todo lo largo y ancho del país.

La figura de poder, esa que vocifera y ordena a través de los medios de comunicación siempre termina enfrentando y asumiendo el peso de la ley. Luego buscan justificar o dar razones para hacer ver que sus acciones fueron justas, bien sea por el bien del pueblo o por la amenaza de algún gobierno extranjero.

La historia que está escrita por individuos ya los tiene de una u otra forma identificados y han sido señalados y documentados con suficientes relatos y testimonios de víctimas y de sus familiares que de manera muy valiente se han atrevido a denunciar.

Esa figura de poder que señalo en los párrafos anteriores no es omnipresente ni tiene la facultad de estar en todo el territorio de la nación que ha sido oprimida; por el contrario, a medida que esa o esas figuras de poder asumen el rol autoritario tienden a desaparecer físicamente de todas las actividades cotidianas.

Se esconden, se enconchan y dejan en manos de sus secuaces la tarea de atacar y disminuir en todos los espacios posibles a quienes consideran son sus enemigos o a quienes se atrevan a protestar o reivindicar cualquier derecho.

Es ese secuaz y cómplice de la tiranía que se esconde en un comando cualquiera de un pueblo cualquiera, quien se encarga de ponerle rostro al mal que ordena atacar y vejar desde su cómoda oficina.

Es ese policía, juez, fiscal, militar, alcalde o vigilante quien se encarga de ser la extensión de ese brazo que oprime.

Los procesos autoritarios no son eternos hay ejemplos de dictadores que murieron en la felicidad de la impunidad terrenal, que se fueron y pasaron lisos con la justicia, pero que a través del rescate de la memoria histórica han podido quedar registrados como personajes crueles y despiadados y eso lo lograron las víctimas y sus familiares. Sí, ellos fueron quienes sin miedo decidieron combatir el olvido, que es el primer responsable de la impunidad.

Actualmente Venezuela vive una de sus peores dictaduras de la historia; un gobierno que se mantiene en el poder gracias a esos secuaces y cómplices cotidianos, esos quienes no salen en los medios ni son expuestos como las caras visibles del gobierno. A estos últimos les espera la justicia terrenal o la histórica.

Me preocupan son los otros, los cotidianos. El funcionario que trabaja para el Ministerio Público como el fiscal que recibe la denuncia o quien actúa como acusador solo utilizando el acta policial elaborada con argumentos y hechos falsos con el solo pretexto de cuidar su empleo.

El juez que conoce la causa y ejecuta medidas de privación de libertad a quienes son presentados en su tribunal solo porque recibieron órdenes de arriba.

El funcionario de cualquier cuerpo de seguridad del Estado que ha actuado de manera cruel solo por portar un uniforme que le da la potestad bajo el pretexto de recibir la orden de atacar, herir  matar a quien tiene frente a sí.

Esos funcionarios que trabajan en las cárceles y sienten que tienen el poder de disponer de la vida de las personas que está allí detenidas.

¿Qué sucede con todos esos anónimos que fungen de pequeños dictadores y opresores en sus círculos de poder?

Le corresponde al ciudadano, a la víctima y a sus familiares trabajar en documentar sus casos donde se pueda señalar a estos personajes siniestros cotidianos para que no queden en el olvido todas sus acciones y que puedan quedar impunes porque al final el olvido es impunidad.

@andresvzla1975