Infiltrado en todos los lugares, es una avanzada de muchos años, bajo la venia de muchos gobiernos nacionales, junto a un nuevo orden que no es nada nuevo. Son un mal necesario, para los intereses de un sistema mundial basura, que todas las semanas nos presenta una puesta en escena, hasta su propio agotamiento. Siendo sus agentes, la Gestapo, siempre obvios en toda tiranía, lo paradójico es que casi nunca saben que sirven a los factores destructores de las naciones.
Esta tragicomedia, llena de drama y melodrama, recuerda aquella época, cuando en el barrio existía siempre la policía secreta del piso de la esquina.
En esa dirección, para ser justos, se teje el tejemaneje de algunos gobiernos nacionales, no sólo cómplices articuladores del flagelo, sino la canalla de los planes del Estado totalitarios de magnitud global.
De ahí que algunas gobernanzas nacionales y plurinacionales son fieles cooperadoras del terrorismo de Estado que azota naciones enteras.
No obstante, mientras los análisis estén enfocados en labores diarias de ensoñación, como por ejemplo la estrategia de medir la intención del voto en una nación ocupada por la tiranía; se puede inferir que se está en presencia de una acción falaz para sacar cualquier régimen tirano con años enquistado, que ya a hecho metástasis en la estructura organizativa de un Estado transformado de manera sistemática en tiranía, sin menoscabo del daño que viene haciendo la maquinaria estatal en la psiquis de su población, infligido a una sociedad desarticulada, con familias rotas; una sociedad que no está sana, constituyéndose en un gran adefesio de enfermedades mentales, útiles, al servicio de la destrucción de cualquier nación.
Eso explica, por qué el odio a la derecha, el odio contra la izquierda, doctrinas en sí para el análisis crítico; se odia al partido de fútbol tal o cual, al currito de turno, el odio en sí, pero el requisito importante es odiar, sino, no estás en nada.
Cuando una sociedad se convierte en instrumento de la propia destrucción es cuando, ya se está en el nivel más infrahumano de la mente que se pueda imaginar, es una sociedad condenada no sólo al fracaso económico, sino a ser ejecutores de su propia destrucción, por medio de programas de tierra arrasada, bajo distintos clasificaciones, que siempre son llevados a cabo por poderes invisibles, extraterritoriales en cualquier nación.
El colmo es que es un autocastigo infligido donde el gasto público de una nación se invierte en elementos y agencias, convertidos en meros títeres, instrumentos de vigilancia y control, buitres del dinero público que no es de ninguno, seres oscuros, sin vida propia, vacíos, sin contenido, en el que los han transformado, semejantes a programas de zombis dentro de un software apocalíptico, en el sentido de paquetes de información autodestructiva con su natural anulación.