OPINIÓN

El ocaso del profesionalismo militar

por Fernando Ochoa Antich Fernando Ochoa Antich

La decisión inconstitucional, tomada por Nicolás Maduro, con el lamentable protagonismo del general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, de presentar ante la írrita asamblea nacional constituyente una nueva Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional, compromete gravemente el carácter profesional e institucional de la Fuerza Armada, al incorporar en su organización a la, también inconstitucional, Milicia Bolivariana.

Uno de los esfuerzos más trascendentes realizados por los venezolanos, en los albores del siglo XX, fue terminar con  la existencia de grupos armados, organizados por los caudillos regionales después de la Guerra Federal, que impedían la paz de la República. La creación del Ejército Nacional por el general Cipriano Castro tuvo, al principio, un delicado problema: la existencia de oficiales sin la debida formación profesional. Esa fue la bandera fundamental para el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945, organizado por un grupo de jóvenes oficiales, egresado de los institutos militares, contra el gobierno democrático del general Isaías Medina, primer presidente de la República egresado de la Escuela Militar, por no haber realizado, con la rapidez requerida, el retiro de los oficiales que esos jóvenes denominaban peyorativamente “chopos de piedra”.

Los oficiales activos de la Fuerza Armada deben conocer las razones por la cual esa ley es inconstitucional. El artículo 328 constitucional establece taxativamente la conformación de la Fuerza Armada Nacional: Ejército, Armada, Aviación y Guardia Nacional. Por lo tanto, ninguna ley puede alterar esa conformación sin que la Constitución Nacional haya sido reformada. Además, la asamblea nacional constituyente que aprobó dicha nueva Ley Orgánica es ilegal e ilegítima por haber sido electa contraviniendo todas las normas establecidas para tal fin. Igualmente, los oficiales activos deben recordar que esa Milicia Bolivariana tuvo su origen en una decisión arbitraria  de Hugo Chávez, seguramente influenciada por Fidel Castro. Su creación quedó materializada en la reforma de la Ley Orgánica redactada en el año 2005, en la cual se le asignó el mismo nivel de la Fuerza Armada Nacional, con dependencia directa del presidente de la República. El objetivo de esa acción fue crear un cuerpo armado de contrapeso a la Fuerza Armada Nacional. La razón: los hechos ocurridos en abril de 2002. Él conocía muy bien el rechazo de los cuadros militares a sus maniobras para politizarlos y convertirlos en el brazo armado de su “revolución”. Sin embargo, esa labor se ha venido incrementando, de manera inaceptable, después de esos hechos.

El trabajo de catequización política de los cuadros militares, en función del apoyo irrestricto a los intereses del PSUV y su dirigencia, se ha agravado durante el régimen madurista con la reprochable y antihistórica anuencia de los Altos Mandos, aunado con una cruel persecución contra quienes no lo acepten y sus familiares. Además, se ha desnaturalizado la meritocracia profesional, la obediencia, la subordinación y la disciplina, mediante el inmerecido otorgamiento de grados y cargos, sin cumplir con las exigencias institucionales, privilegiando la adhesión incondicional a la ideología socialista. A este conjunto de ataques al profesionalismo militar se agrega ahora la aberrante incorporación de una organización clientelar, fanatizada políticamente, que no contribuirá a otra cosa que no sea la desaparición total del profesionalismo militar, el espíritu de cuerpo, el compañerismo en detrimento de “la disciplina, unidad de mando y empleo útil” de la Fuerza Armada. El resultado de todo ese asfixiante proselitismo político a lo interno de la organización militar está a la vista: el prestigio, credibilidad y aceptación de la Fuerza Armada ha descendido a niveles nunca vistos en nuestra historia, con el agravante de que amplios sectores de la opinión pública consideran inútil su existencia.

Creo que  este doloroso cuadro de cosas obliga a preguntarle a los integrantes de la Fuerza Armada Nacional, en todos sus grados y condición, si la decisión que los llevó a escoger la carrera de las armas fue el deseo de pertenecer a una organización que permite la creación de la Milicia Bolivariana para que forme parte de su propia estructura y pueda ser utilizada por el régimen madurista en actos políticos y en funciones no militares; o si por el contrario, deseaban pertenecer a una organización profesional, respetada, prestigiosa, creíble y eficiente en el cumplimiento de su misión constitucional. A su Alto Mando cabría preguntarle si, en medio de la tragedia institucional que han contribuido a crear, se han detenido a pensar sobre su ineludible responsabilidad en la destrucción de la carrera que un día decidieron escoger como forma de vida y el juicio a que la historia los someterá como los principales perpetradores de esta debacle. Sin embargo, nunca es tarde para rectificar. Dios quiera puedan reflexionar sobre estos hechos y su compromiso con Venezuela, con sus familias y con sus subalternos para que contribuyan a corregir el torcido rumbo por el cual están conduciendo a nuestra Fuerza Armada Nacional.

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