La historia da cuenta de que en una región de la hoy Turquía, ante lo complejo que para siempre ha sido escoger a un buen gobernante, decidieron preguntarle al “representante de la deidad”, el oráculo, a quién elegir rey, resultando el privilegiado “Gordias”, un labrador cuyo patrimonio era una carreta, la cual ofreció al templo de “Zeus”, pero atando su lanza y el yugo con un “nudo” embarazoso de desatar. Así nació “El nudo gordiano”.
En Venezuela, nuestro país, después de haberse escogido democráticamente a sus gobernantes, desde 1958 hasta 1998, la selección se ha complicado con una intensidad no antes vista. Conforme a la Constitución vigente, cuyas particularidades la hacen “a little bit” más compleja que la de 1961, válida durante el señalado período, sin dudas más claro y democrático que el de 1998-2023. Es en este contexto que la “ocurrencia”, la cual pareciera no tener límites, invita a hablar del “nudo venezolano”. La diferencia es que los habitantes de la región de Anatolia vivieron y murieron sabiendo que fue “Gordias” quien tejió el nudo gordiano, circunstancia que en Caracas ha sido y sigue siendo difícil de precisar.
El desconcierto, en efecto, pareciera derivar del “decaimiento progresivo del sistema de libertades estatuido en l958, en concurrencia con los ataques de los cuales fue víctima. En el país de “la Sultana del Ávila”, los episodios, para un “amarre” como el del labrador de Turquía, algunos lo atribuyen al “decaimiento progresivo del sistema de libertades estatuido en 1958, en concurrencia con los ataques de los cuales fue objeto, inclusive, por sus propios progenitores, sus amigos y colaboradores. Un militar, Hugo Chávez, a quien muy pocos colegas, aparentemente, prestaban atención a sus inquietudes golpistas, salvo para el periodista venezolano Orlando Avendaño en su libro Días de sumisión, terminó alzándose en armas en un “golpe de Estado”, en el cual aparentemente estaba participando casi tres cuartas partes de las Fuerzas Armadas. El jefe del Estado a deponer, patológicamente demócrata, se propuso a resolver el desastre “con las armas constitucionales”. Y en Suramérica, donde aparentemente todo lo malo termina perdonándose y lo bueno se condena.
Más de dos décadas han transcurrido y en las fuentes se lee: 1. En 6 millones de personas en febrero de 2023 se estiman las migraciones; 2. Venezuela perdió del 75% al 80% de su PIB, porcentajes sin precedentes; 3. Para José Morales Arilla, del Harvard Growth Lab, una tímida recuperación empezó en 2021; 4. Un relajamiento de los controles de precios y de importación han hecho posible restaurantes de lujo, tiendas de bolso Prada y concesionarios de Ferrari; y 5. La flexibilización de controles ha potenciado la dolarización de la economía, lo cual condujo de una hiperinflación de 6 dígitos en 2018 a un serio encarecimiento en 2022. Asimismo, se escucha con respecto a la posibilidad de acceder a 5.000 millones de dólares en derechos especiales de giro del FMI que ello depende de los acuerdos entre gobierno y oposición, cantidad importante dada las características actualmente de la economía. En lo atinente a “los derechos humanos” se escribe: «Nuestras investigaciones y análisis muestran que el Estado venezolano utiliza los servicios de inteligencia y sus agentes para reprimir la disidencia en el país. Esto conduce a violaciones de derechos humanos. Prácticas que deben cesar y los responsables investigados de acuerdo con la ley», ha declarado Marta Valiñas, presidenta de la Misión de Investigación de la ONU (El País, marzo 27, 2023).
La República, en lo político, subsumida en una acentuada polarización, alimentada por la indiferencia, desconocimiento y hasta el rechazo de unos y otros. Se trata de “una dinámica compleja caracterizada porque el acercamiento de uno de los polos implica tanto el alejamiento como un rechazo activo del otro” (Margarita López Maya, Emeritus Professor-researcher UCV). Es un fenómeno que se encuentra motivado por factores sociales, culturales y regionales. La académica argumenta que esta tipología emergió inicialmente en Venezuela, siendo apropiada por crecientes actores sociales y políticos en otros países en un contexto de baja institucionalización y crisis de la representación política. Se escucha, asimismo, que la utilidad del “pluralismo” en las democracias no opera en los supuestos del “pluralismo extremo”, hipótesis caracterizada “cuando en un sistema político sobrevive un número exagerado de partidos en procura de beneficios más de índole personal que colectivos, situación calificable de “un pluralismo polarizado extremo”. Esa pareciera caracterizar al ejercicio de la política en Caracas en los momentos actuales. Pues compiten frente a Nicolás Maduro, el actual presidente, media docena de candidatos, incluyendo a un símil del destacado cómico, actor y político italiano “Bebe Grillo”, aparentemente sin una plataforma como el “Movimiento 5 Estrellas”, conocido también como “Grillismo”. Caótica situación, sin lugar a duda.
En aras de sacarle el cuerpo a “la polarización formal” se han convocado unas “elecciones primarias”, a fin de escoger al candidato que competiría para la Primera Magistratura con Maduro en 2024. Nicolás por el chavismo y el escogido por la alternativa opositora. Muy pocos venezolanos creen que el actual Consejo Nacional Electoral ofrezca garantía para un proceso transparente, por lo que dos situaciones han de imaginarse, como cabullas del “nudo criollo”. La primera, que las elecciones se realicen y que no se reconozca al candidato triunfante como primer magistrado, bien por parte del régimen o del sector opositor. Y la otra, que no haya elecciones. Una manifestación de “un pluralismo polarizado extremo”.
Ante semejante escenario, en algunos casos se ha impuesto “el arbitraje castrense”, particularmente, ante “una implosión popular”, como suele acontecer. La quietud conlleva a que el gobierno prosiga y el país a su suerte.
Para nuestro amigo Carlos Blanco la candidata María Corina Machado se ha convertido en un tsunami electoral, con sus planteamientos demócratas liberales, actitud no censurable dado los desastres de los gobiernos que suelen identificarse, sin saber por qué, de ultraderecha e izquierda, de comunismo y socialismo y toda cualquier otra calificación que termine con el “ismo”.
Conociendo a Carlos no descartamos que en sus horas de quietud cante de la mano de Sonia, su esposa, la guaracha de Ñico Saquito “María Cristina me quiere gobernar”, pero sustituyendo a “Cristina” por “Corina”. Carlos Blanco hemos de concluir que sería de utilidad extrema para la causa de la destacada y guapa venezolana, ahora y en el gobierno.
Sería capaz hasta de desenredar el nudo.
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@LuisBGuerra