«El régimen venezolano recurre a la posverdad para manipular la realidad y mantenerse en el poder, generando confusión, desconfianza y crisis en la sociedad venezolana». Dr. Jameiro Aranguren
En Venezuela, la Navidad se celebra desde el 1º de noviembre, por decreto del presidente Nicolás Maduro, quien asegura que se trata de una medida para “llenar de alegría y esperanza al pueblo” en medio de la crisis que vive el país. Sin embargo, esta celebración anticipada contrasta con la falta de fe y coherencia del régimen, que se muestra contradictorio e incoherente en sus acciones y discursos. Por un lado, el régimen pretende proyectar una imagen de normalidad y prosperidad, al encender las luces navideñas en las principales plazas y avenidas del país, al otorgar bonos especiales a los empleados públicos y pensionados, y al promover el consumo de productos típicos como las hallacas, el pan de jamón y el pernil. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los venezolanos sufre las consecuencias de la hiperinflación, la escasez, el desabastecimiento, la pobreza, la inseguridad y la violación de los derechos humanos.
Por otro lado, el régimen intenta imponer una visión ideológica y política de la Navidad, al exaltar el papel del Estado como el único garante del bienestar social, al descalificar a la oposición y a la comunidad internacional como enemigos de la patria, y al manipular los símbolos y valores religiosos para su conveniencia. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los venezolanos reclama un cambio de modelo político y económico, que permita la recuperación de la democracia, la libertad y la soberanía. Asimismo, el régimen dice defender la soberanía de Venezuela sobre el territorio del Esequibo, que está en disputa con Guyana desde hace más de un siglo. Sin embargo, se niega a reconocer la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que es el órgano competente para resolver el conflicto, según el Acuerdo de Ginebra de 1966. El régimen alega que la CIJ es un instrumento del imperialismo, y que solo aceptará una solución negociada y pacífica, que en realidad nunca ha buscado ni propiciado.
Por otro lado, el régimen dice defender la justicia y los derechos humanos, pero al mismo tiempo desconoce la administración de justicia de otros países, como Cabo Verde, que detuvo y extraditó a Estados Unidos al empresario Alex Saab, acusado de ser testaferro de Maduro y de participar en una red de corrupción y lavado de dinero. El régimen identificó a Saab como “agente diplomático” y “héroe de la patria”, y desplegó una intensa campaña para exigir su liberación. Mientras tanto, cientos de venezolanos permanecen encarcelados por motivos políticos, sin garantías procesales ni respeto a sus derechos fundamentales. Según la organización no gubernamental Justicia, Encuentro y Perdón, actualmente hay 314 presos políticos en Venezuela, de los cuales 141 son militares, 125 son civiles, 15 son policías, 7 son dirigentes políticos y 1 es periodista. Estas personas han sido víctimas de detenciones arbitrarias, torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes, aislamiento, incomunicación, negación de atención médica, violación del debido proceso, entre otras violaciones de derechos humanos. La situación de los presos políticos en Venezuela es una muestra de la grave crisis que atraviesa el país, y de la necesidad de restablecer el Estado de Derecho, la democracia y la libertad.
Estas contradicciones evidencian que el régimen de Venezuela está inmerso en la posverdad, un concepto que se refiere a la distorsión deliberada de la realidad, mediante el uso de discursos emotivos, falsedades, manipulación mediática y desinformación. El régimen recurre a la posverdad como una estrategia para legitimar su poder y deslegitimar a sus oponentes, creando una realidad paralela que ignora o niega los problemas que afectan al país y que culpa a factores externos de todos los males. Es así como la posverdad y el populismo en Venezuela han generado una situación de crisis, que ha hecho mucho mal a la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho. Ante este escenario, algunos autores proponen la necesidad de restaurar la institucionalidad democrática, rescatar los valores de la libertad y la igualdad, y construir una narrativa efectiva que contrarreste el discurso oficial. ¿Por qué?
Por una razón muy sencilla, la posverdad tiene un impacto negativo en la sociedad venezolana, que se ve afectada por la crisis política, económica, social y humanitaria que vive el país. La posverdad dificulta el acceso a la información veraz y plural, el ejercicio de la libertad de expresión y de prensa, el control ciudadano y la rendición de cuentas, el respeto a los derechos humanos y la participación democrática. La posverdad también genera confusión, desconfianza, polarización, apatía y resignación en la población, que se siente engañada, manipulada y desinformada por el régimen y sus medios afines. La posverdad impide el desarrollo de una conciencia crítica, de una ciudadanía activa y de una sociedad civil organizada, que puedan exigir soluciones a los problemas que aquejan al país y propiciar un cambio político pacífico y constitucional.
La posverdad es una amenaza para la democracia y sus instituciones, como defienden los expertos, al exponer las flaquezas del sistema político y su capacidad para alimentar discursos populistas, movidos por la emoción y menos interesados en conocer los datos o hechos que contrarrestarían esos argumentos políticos falaces que en confirmar sus propios sesgos. La posverdad también debilita la credibilidad y la legitimidad de las fuentes de información alternativas, que se ven cuestionadas y atacadas por el régimen y sus seguidores, que las acusan de ser parte de una conspiración o de una guerra mediática.
Tema de interés para reflexionarlo en esta Navidad, que como todos los años es una época de celebración religiosa, que conmemora el nacimiento del Niño Jesús, el hijo de Dios hecho hombre, que vino al mundo para salvar a la humanidad del pecado y la muerte. Sin embargo, el régimen de Venezuela no cree en el Niño Jesús ni en su significación en el plano religioso, sino que lo usa como un símbolo vacío, que pretende ocultar su falta de fe y coherencia. El Niño Jesús, el Esequibo y Saab son tres ejemplos de cómo el régimen de Venezuela se burla de la verdad, la justicia y la soberanía, y de cómo se necesita restaurar la verdad, la justicia y la soberanía en Venezuela, mediante la defensa de los valores democráticos, el fortalecimiento de la sociedad civil, el fomento de la educación y la cultura, el uso responsable de las redes sociales y el apoyo a los medios de comunicación independientes y profesionales. Solo así se podrá superar la posverdad y construir una narrativa efectiva que contrarreste el discurso oficial y que refleje la realidad del país.
@robertveraz
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