«La burocracia es un organismo gigantesco manejado por pigmeos».
Honoré de Balzac
De acuerdo con la profesora Paloma de la Nuez, el vocablo neoliberalismo se puso de moda en los años ochenta, sobre todo para referirse a las políticas sustentadas por los gobiernos de Margaret Thatcher en Inglaterra y de Ronald Reagan en Estados Unidos. Y en muchas ocasiones y evidentemente desde la izquierda, se emplea el término en forma despectiva y peyorativa para afirmar que se trata de políticas que únicamente favorecen a los ricos, típicas de la derecha más inclemente o recalcitrante que propone un “capitalismo salvaje” en lugar de un socialismo a la carta. Pero esta es una visión ideológica y deformada de un acervo cultural del “liberalismo clásico” que se aclimató a las condiciones del siglo XX, y del cual tienen muchos intelectuales como una de las características más destacadas y positivas de la civilización occidental. A este respecto véase el influyente libro El genio de Occidente escrito por Louis Rougier, en el que explica el gran avance de la humanidad por la economía de mercado.
A este respecto, el gran pensador francés Jean François Revel nos ha explicado algo sorprendido que el neoliberalismo no surge de una batalla ideológica ni de un complot preconcebido, sino de una banal e involuntaria comprobación de los hechos: el fracaso de las economías de mandato, la nocividad patente del exceso de dirigismo y los callejones sin salida, reconocidos del Estado-providencia. En este contexto, el ideario neoliberal no es exactamente homogéneo, sino que dentro de este hacen vidas varias sub-escuelas de pensamiento. En primer lugar, tenemos a los seguidores de la escuela austríaca de economía fundada por Eugen Bhöhm-Bawerk (quien fue uno de los primeros que refutó científicamente a Karl Marx), Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía en 1974. Luego tenemos a los de la escuela monetarista liderada por Milton Friedman y Karl Brunner, quien acuñó el término “monetarismo” en 1968. Y últimamente ha surgido la escuela de las expectativas racionales o Nueva Economía Clásica, encabezada por Thomas Sargent de la Universidad de Minnesota y Robert Lucas de la Universidad de Chicago. Estos teóricos plantean que si los mercados funcionan a cabalidad, es decir, en equilibrio, no podrá haber desempleo involuntario ni recursos ociosos. De igual forma, otra rama “neoliberal” de pensamiento económico que es la denominada “Economía de la oferta” cuyo principal expositor, Arthur Laffer, precisa que a partir de cierto nivel, la totalidad de la recaudación impositiva disminuye si se incrementa la tasa tributaria, y por el contrario se incrementa si se disminuye la tasa. La reducción impositiva en el gobierno de Ronald Reagan fue crucial para un “boom” económico sin precedentes en Estados Unidos.
El mote neoliberal pegó tan duro que el propio Carlos Andrés Pérez se defendía de ser acusado de “neoliberal”, alegando que él no había privatizado Pdvsa, y ya vimos lo que le ocurrió a esta empresa, que el actual gobierno ha desbaratado. Por supuesto, que el presidente Maduro y su combo achaca al neoliberalismo todo lo que ha pasado en el país, desde 1958 hasta la cruel actualidad.
Ahora bien, otro gran problema es la oposición, su enorme simpatía ¾expresa o tácita¾ por el socialismo (empresas del Estado, seguridad social, tarifas de servicios públicos congeladas, etc) por ello en todos los partidos de la oposición, el remoquete “neoliberal” es como un látigo en la cara, y apenas el partido de María Corina Machado enarbola la tesis de la economía de mercado. Sea como fuere, esta oposición fracasó al haberle dado un cheque en blanco al gobierno de Chávez mediante la Asamblea Constituyente y la concentración de poderes que sucedió y donde las elecciones han sido un fiasco casi total. Los diálogos vienen y van, todos hablan al unísono, pero no consiguen que el actual gobierno ceda un ápice de su poderío y funciones. Podemos entonces preguntarnos: ¿fue el neoliberalismo o alguno de sus escasos portavoces en Venezuela lo que provocó el desmoronamiento del aparato productivo del país? ¿También fue culpable el neoliberalismo del apagón total del Estado de Derecho, en donde vimos a un presidente darles órdenes por televisión a los jueces para encarcelar a una jueza? ¿También es culpable el neoliberalismo del éxodo de más de 5 millones de venezolanos a Colombia, Perú, Brasil, Argentina, Estados Unidos etc? ¿En consecuencia debe el neoliberalismo ser chivo expiatorio y culpable sin derecho a apelación del agotamiento del modelo rentístico basado en la explotación del petróleo? ¿La hiperinflación que nos consume, nos abate y nos destruye es producto del neoliberalismo, o de la maldecida mil veces escuela de Chicago? ¿Debemos enrostrarles a los neoliberales el exagerado déficit fiscal que es la madre primigenia de la hiperinflación que ya se extiende en varios años? ¿O a las crueles empresas internacionales de producción, y comercialización de los hidrocarburos que no comprenden las necesidades del país?
Los liberales modernos mal llamados “neoliberales” para malquistarnos con las masas ingenuas que creen en todos los tipos de socialismos y oyen con satisfacción los poderosos cantos de sirena de los políticos populistas, sabemos perfectamente que la libertad es una carga algo pesada o quizá demasiado pesada. Que incluso para ganarse la vida y enfrentarse al futuro se corren muchos riesgos y una vasta inseguridad, que para nada garantiza la felicidad. Pero estamos completamente convencidos y satisfechos de que la única vida humana que vale la pena para que se desenvuelva en completa dignidad es la que transcurre en libertad. Decía el siempre polémico filósofo existencialista Jean-Paul Sartre que el hombre tiene libertad para todo menos para renunciar a su libertad. ¿También acusaríamos a Sartre de ser un vulgar neoliberal?
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