Durante sus 81 años cumplidos ayer 3 de agosto este periódico ha resistido los embates de diversa índole política, ideológica y personalizada porque intenta sin tregua y logra con creces reflejar el espejo cóncavo y convexo de la nación.
Con y sin sede física, con y sin papel impreso para el diario consumo en mano, con y sin su personal presente y disperso, con y sin propaganda requerida para sostenerse en el periodismo virtual, lucha desde una web acechada por la censura, bloqueo fascista del castrochavomadurismo. El Nacional sigue mostrando todos los ángulos, criterios locales, regionales y mundiales que hoy día sacuden al planeta sumido en varios conflictos, batallas, fisuras, uniones, fracasos y triunfos a la vez.
De los 53 años en la columna de opinión de El Nacional, en dos ocasiones me marché, la primera dándole un portazo al director que no publicaba algunos de mis artículos referidos a Israel y la cultura judía, supe mucho después que era militante de una secta cristiana caracterizada por su intolerancia, alegó su derecho a censurar escritos que no complacían a su gusto. Luego, cuando también un pedante dictadorzuelo decidió prohibir sin explicaciones la mayoría de mis notas. Después supe de su militancia oculta en la “Nueva Izquierda” ¿?, la de aquellos días que aseguraba no ser antisemita, sólo antisionista ¿?
Regresé en tres oportunidades a esta, mi segunda universidad libre, ya sin condiciones y captando la conducta ejemplar de directores, profesionales y obreros de distintos partidos políticos, tendencias y posturas ideológicas, demócratas a carta cabal. Porque sólo con esta clase de gerencias y empresas liberales puede la nación avanzar en su difícil, desafiante, retadora democracia.
Confieso que no soy creyente fija ni metódica, sí muy fiel al sentido vital de pertenencia a una tradición en constante persecución y apertura a la vez. Lo de “pueblo elegido” significó en su origen siete milenios atrás, respeto espiritual al concepto de divinidad sin imágenes paganas que lo representaran. Escapado de la esclavitud, errante y segregado mientras retornaba a su tierra prometida, aportó los Diez Mandamientos, premisa ética de toda convivencia civilizada. Sin proselitismo ni vocación imperialista, dejando a cada quien decidir por libre albedrío.
De manera casi laica, en esta hora crítica y decisiva cuando el Estado terrorista del populismo militarizado pretende borrar del mapa a la República Civil venezolana, rezo por la continuidad de El Nacional hasta los bíblicos 120 años. Amén.
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