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El Nacional: baluarte de la libertad de expresión en Venezuela

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Ledezma sobre El Nacional: Esa sentencia es la expresión más reveladora de la narcotiranía que impera en Venezuela

Portada del diario El Nacional el 14 de diciembre de 2018

“Si no creemos en la libertad de expresión para las personas que despreciamos, no creemos en ella en absoluto”.  Noam Chomsky

Hoy, 3 de agosto de 2024, el diario El Nacional cumple 81 años y, por esas cosas de la vida, se cumplen 12 años de mi inscripción como profesional del derecho en el Instituto de Previsión Social del Abogado, ambos hechos de gran significación en mi vida, el primero, por conmemorarse el nacimiento de un periódico venezolano con una larga historia y un papel significativo en el ejercicio de la libertad de expresión en Venezuela, del cual me precio ser uno de sus acreditados columnistas; el segundo, imprimió legitimidad a mi desempeño profesional en estrados nacionales e internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Con el aniversario 81° de El Nacional, es menester reflexionar sobre la dimensión crucial de la libertad de expresión, ya que contribuye a la formación de una opinión pública libre y al funcionamiento adecuado de la democracia, algo que ha sido en todo momento el norte de su actual presidente editor, Miguel Henrique Otero.

Para todos en esta tierra de gracia, el diario El Nacional ha sido un pilar fundamental en la historia de la prensa venezolana, especialmente en el contexto de la libertad de expresión y el debate público en un país donde estos derechos han sido frecuentemente amenazados, no solo en los momentos que vivimos, también en épocas similares en la década de los cincuenta, incluso en los tiempos que corrían cuando este “periódico” irrumpió en el acontecer nacional. En ese sentido, fundado en 1943, este periódico se ha caracterizado por su postura crítica hacia los gobiernos, especialmente durante el auge del chavismo y la administración de Nicolás Maduro, pagando un alto precio por ello, tanto en lo institucional como personal, visto lo acontecido con su sede, sin obviar las consecuencias para su cuerpo directivo y personal, especialmente para los periodistas o comunicadores sociales que laboraban en este medio de comunicación.

De allí, que no peque de ingenuo al afirmar que El Nacional ha desempeñado un papel crucial en la defensa de la libertad de expresión en Venezuela. A lo largo de su historia, ha sido un medio que ha hecho su mejor esfuerzo para informar a la ciudadanía sobre los acontecimientos políticos, económicos y sociales del país. Claro, su enfoque ha sido proporcionar una plataforma para el debate, permitiendo que diversas voces y opiniones sean escuchadas en un entorno donde la censura y la represión son comunes. Función esencial en una democracia, pues fomenta la transparencia y la rendición de cuentas, algo que no resultó del agrado de quienes arremetieron contra este “periódico” y, a la fecha, conservan una inquina comprensible a la luz de los hechos poselectorales.

Como vemos, la posición de El Nacional ha sido crítica desde su creación, particularmente en los últimos años. En 2018, el diario dejó de circular en formato impreso debido a la falta de papel y otros recursos indispensables para la imprenta, claro, la incidencia de la persecución y hostigamiento fue otro factor de primer orden que devino en el exilio no solo de su director, sino también de notables venezolanos que formaban parte del cuerpo directivo y del staff de profesionales de la comunicación que desde diferentes latitudes siguen dando vida a su función comunicacional en las redes sociales y la web, porque desde entonces ha operado principalmente en línea, enfrentando restricciones y bloqueos por parte del gobierno. A pesar de estos obstáculos, el medio ha continuado su labor informativa desde el exilio, lo que resalta su compromiso con la libertad de prensa y su resistencia ante la censura.

Hablando de desafíos y censura, el impacto de El Nacional viene dado no solo porque se ha visto afectado por restricciones físicas, sino también por campañas de desprestigio y amenazas. No es la primera vez que ha sido objeto de arremetidas de esta naturaleza, en el pasado, el diario enfrentó un boicot publicitario que intentó silenciar su voz crítica. Documentos desclasificados revelan que esta campaña fue orquestada por servicios de inteligencia británicos durante la Guerra Fría, lo que demuestra cómo los intereses externos también han influido en la libertad de prensa en Venezuela. En la actualidad, el gobierno de Maduro ha intensificado sus esfuerzos para controlar la narrativa mediática, lo que ha llevado a una disminución significativa de los medios de comunicación independientes. En este contexto, El Nacional se ha convertido en un símbolo de resistencia, manteniendo su compromiso de informar a la población y fomentar el debate, a pesar de los riesgos asociados para Miguel Henrique Otero o cualquiera de sus colaboradores, como periodistas o editores.

Es justo reconocer que Miguel Henrique Otero no solo dirige un periódico; lidera una institución que representa la voz de aquellos que han sido silenciados por la represión. Su responsabilidad va más allá de la gestión editorial, implica la defensa de un derecho humano fundamental: el derecho a la información. Esto exige de Otero una valentía excepcional, ya que cada decisión editorial puede tener repercusiones no solo para el medio, sino también para la seguridad de su equipo y su propia vida. A diario enfrenta la adversidad, porque la situación actual de Venezuela, marcada por la crisis política, social y económica, añade una capa adicional de complejidad a la labor de Miguel, mi caro amigo. La presión del régimen de Maduro se ha manifestado y se manifiesta, en el caso que nos ocupa, en embargos, demandas y amenazas, lo que convierte su trabajo en un acto de desafío constante. Por eso, Miguel Henrique Otero debe equilibrar la necesidad de mantener la integridad del periódico con la realidad de un entorno hostil. Esta dualidad crea un peso emocional considerable, pues cada artículo publicado puede ser visto como un acto de resistencia, pero también puede atraer represalias.

La mejor conclusión en este aniversario, en que no tendremos la dicha de disfrutar de la “Fiesta de El Nacional”, tan popular como lo era la “Romería blanca”, es que en 81 años se ha mantenido un compromiso inquebrantable con la verdad. En un país donde la desinformación y la propaganda gubernamental son omnipresentes, El Nacional se esfuerza por ofrecer una narrativa alternativa que desafíe la versión oficial. Este compromiso no solo es esencial para el periodismo, sino también un acto de valentía que puede inspirar a otros medios y periodistas a seguir su ejemplo. En este sentido, Miguel Henrique Otero se convierte en un líder no solo de su medio, sino de un movimiento más amplio por la libertad de prensa en Venezuela.

@robertveraz

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