OPINIÓN

 ¡El mundo tiene que cambiar!  

por Luis González Del Castillo Luis González Del Castillo

“Hombres decentes del mundo uníos”, debería decirse parafraseando la vieja frase comunista de arenga al proletariado. Es tiempo de entender ante la nueva realidad que vivimos que es la hora de unirnos, frente al reto común que tenemos como humanidad.

Al término de la Segunda Guerra Mundial vino la necesaria consecuencia de diseño de la nueva arquitectura mundial, con la aparición de organismos internacionales de un insurgente nuevo orden político y financiero. Hoy, después de 76 años de historia de aquel episodio de horror de las guerras mundiales, nos enfrentamos a una inocultable amenaza de variantes en el tipo de confrontaciones, derivadas esencialmente, más que de rémoras ideológicas vetustas, de la indecencia y persistencia de actuaciones criminales de hombres, y de los gobiernos en que pretenden mantenerse de por vida; regímenes violatorios de lo más esencial de las normas de convivencia humana, que a estas alturas del siglo XXI deberían ser ya conquistas universales de derechos humanos, para cualquier habitante terrícola.

El asesinato, por ejemplo, de un periodista en la sede de una misión diplomática es prácticamente pasado por alto; se trata de que el sospechoso autor intelectual tiene “poderes superiores” a los demás mortales de la tierra, y por lo tanto se le permite el atentado y la impunidad frente al más valioso de los derechos humanos: el derecho a la vida. Otros ordenan el envenenamiento extraterritorial de sus adversarios, a los que definen como “enemigos de la patria”, y por supuesto “la patria son ellos”. ¡Epa, calla hombre, calla! parecieran decirte los burócratas y “hombres poderosos” del planeta; pues consideran una “imprudencia” alzar la voz contra los de su estirpe.

Se presumen cómplices de narcos a presidentes y expresidentes de países. Narcos, muchos de los cuales han ordenado el ajusticiamiento de periodistas, por allá y por acá, como en México, por ejemplo. En Nicaragua, un mandamás prepara “elecciones”,apresando a sus contrincantes, como le dan sus ganas, frente a una vergonzosa impotencia internacional. En Venezuela un insólitamente inconpetente régimen lleva al hambre y emigración a su nación mientras, se roba los partidos políticos, ahora de supuesta oposición, y junto a sus cómplices igualmente se disfraza de hacedor de votaciones, para fingir un régimen de respeto a una consulta realmente inexistente en el país.

Regímenes que se autodefinían comunistas, y hoy solo son despotismos hereditarios, como en Cuba o Corea del Norte, se permiten enjaular a sus habitantes en su propio territorio, del que no se pueden desplazar, mudar o salir sin “autorización” de sus carceleros. Muchos de los que lo intentan pierden la vida baleados, o en un mar impredecible de naufragios, ahogamientos o descuartizamiento por la fauna marina. ¡Cuando logran llegar a la otra orilla! muchas veces les espera el tráfico humano, violaciones y humillaciones a las que se somete a mujeres, niñas, niños. Venezuela y Nicaragua, dos heridas sangrantes en pleno continente de una América hipócrita, que está cada vez más intervenida por múltiples medios desde regímenes no solo no democráticos, no competitivos, y no respetuosos de los derechos humanos, sino todo lo contrario como Irán, China, Rusia y Cuba.

Es cierto, por ejemplo, que no fue fácil el comienzo de la construcción de una nueva Europa. A la caída del muro de Berlín y del bloque soviético, el poder procesar todo las demandas ciudadanas, las correcciones de actitudes culturales, los cambios de gobiernos y de leyes, para que surgiera con una grandeza inusitada y aún no bien ponderada la actual “Unión Europea”. Aún existen importantes déficits para una más cabal ciudadanía europea si, pero es muchísimo lo que se ha avanzado, y lo que aún se puede y se debe seguir avanzando, en el sentido de la integración de soluciones para el bienestar y la defensa universal de los derechos humanos.

Es tiempo de un cambio mayor para el mundo. Inducido o acelerado por esta pandemia desatada desde una China negadora de la libertad de prensa y del manejo libre de las informaciones ante la ciudadanía. Lo que hubiera quizás podido controlar a tiempo la diseminación mundial del covid-19. Todo ello nos está haciendo cada vez más retadora nuestra actuación ante las actuales y nuevas formas de guerra a la que se nos está enfrentando como civilización.

Dos fenómenos muy complejos están rebasando nuestras capacidades de manejo mediante formas nacionales y tradicionales de gestión: a) la inmigración y b) el cambio climático. Más allá de lo que se hubieran podido imaginar, desde África se está dando cada vez una mayor y más rápida avalancha cotidiana de migración hacia Europa. Convirtiéndola en inmanejable e indigerible para los sistemas económicos y sociales existentes. Igual sucede desde Centro y Suramérica y el Caribe hacia Estados Unidos. La pandemia no se detiene, ni se detendrá a menos que “nuevas formas de organización mundial ad hoc” de los países, a través de ágiles formas  de implementación de cooperación internacional atiendan la emergencia existente. La presente crisis, para que se comprenda de una vez por todas, ha hecho que el mundo cambie, y solo falta entender que puede ser para bien, o para mal, con base en que los hombres más lúcidos de bien, y con corajuda actuación, tomen decisiones audaces bajo su liderazgo, para dar al cambio la direccionalidad y el sentido necesario y posible.

La intervención humanitaria es una de las herramientas posibles y necesarias en determinadas zonas del planeta. Cuando es preciso hacerlo ¡hay que hacerlo para que no sea demasiado tarde! La muerte y la desolación ya no es aquel otrora comunismo de hace un siglo como “fantasma que recorre Europa”. ¡Ya la recorrió! Que no vuelva a ocurrir nunca más depende de nosotros. Que no pase en América. Para ello existimos actores e intereses legítimos de nuestras naciones. Mujeres y hombres hoy exiliados, desterrados pero bien conscientes para actuar conjuntamente con los gobiernos democráticos del mundo.  Nuestra “Alianza Internacional por la Libertad” ha nacido como parte de esos organismos  no gubernamentales internacionales para la lucha y la cooperación. Para actuar junto a la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y otras decenas de países líderes que pueden y deben cambiar las actuales deplorables realidades. Actuando y no callando, ante la muerte y la desolación que se ensancha en amplias zonas donde la barbarie se enseñorea. Para que podamos y logremos la meta de una sociedad planetaria con niveles de dignidad de la vida humana junto a la libertad y el desarrollo armónico de nuestro entorno planetario ,como hogar de todos. Para ello es que ¡el mundo tiene que cambiar!

@gonzalezdelcas/catedrainternacionallibertad