En 2023, los responsables de las políticas en todo el mundo tendrán que ocuparse de una confluencia de shocks económicos, políticos y climáticos. Dado que los gobiernos no pueden solucionar estas crisis por sí solos, harán falta líderes políticos hábiles capaces de mantener unidas a las sociedades y permitir que comunidades y empresas den un paso adelante y hagan su parte. Lo que el mundo necesita desesperadamente son servidores públicos y políticos que estén dispuestos a innovar y estén preparados para hacerlo.
Al final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) del mes pasado en Egipto, los líderes mundiales acodaron que el cambio climático está poniendo en riesgo a las comunidades en todas partes y que exige una acción urgente. Las empresas, en particular, deben transformar la manera en que usan la energía y el transporte. Pero hasta las empresas que han hecho promesas ambiciosas de cero neto tienen dificultades para presentar planes creíbles destinados a alcanzar este objetivo.
La falta de marcos regulatorios claros y perdurables ha hecho que a las empresas les resulte aún más difícil alcanzar emisiones cero netas. Sólo los gobiernos pueden implementar los mecanismos requeridos, y deben buscar maneras innovadoras de garantizar la estabilidad regulatoria. No tiene mucho sentido sancionar legislación climática hoy si los votantes y las empresas creen que probablemente sea revocada tras la próxima elección.
Cualquier marco climático efectivo requiere de un amplio respaldo público. Para generar confianza, los políticos deben llegar a las comunidades y a las empresas y formar coaliciones en todo el arco político. Si bien zanjar las divisiones políticas de hoy sin duda exigirá líderes con una visión y habilidades extraordinarias, no es imposible. Alemania también está dividida y, sin embargo, actualmente está gobernada por una coalición que incluye a los socialdemócratas de centroizquierda, a los Verdes de izquierda y a los demócratas liberales favorables a las empresas. En un Brasil profundamente dividido, el presidente electo de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, pronto asumirá el poder junto con su vicepresidente electo de centroderecha, Geraldo Alckmin.
Además de polarización, los gobiernos enfrentarán muchos problemas económicos en 2023. Según el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, una recesión global es inevitable. Una acción gubernamental efectiva será crucial, pero como señala un informe reciente del FMI, si los responsables de las políticas son demasiado agresivos en sus esfuerzos por combatir la inflación, podrían exacerbar la apreciación del dólar estadounidense y desatar crisis de deuda en todo el mundo.
En pocas palabras, las apuestas son de vida o muerte, particularmente para los países de menores ingresos. La pandemia arrastró a unos 70 millones de personas a la extrema pobreza en todo el mundo, según el último Informe de Pobreza y Prosperidad Compartida del Banco Mundial, y los países más pobres del mundo han sido los más afectados. Para compensar los enormes costos sociales de la pandemia, los gobiernos necesitan hacer inversiones gigantescas en salud y educación.
Abordar estas disparidades económicas podría salvarles la vida y la subsistencia a millones de personas, pero exigiría que los gobiernos tomaran medidas que no son políticamente ventajosas. Las transferencias de dinero dirigidas, por ejemplo, podrían mitigar de manera efectiva las crisis de costo de vida. Si bien los subsidios generalizados son más populares, muchas veces benefician a los ricos. Según el Banco Mundial, la mitad de todo el gasto en subsidios a la energía en países de bajos y medianos ingresos “beneficia al 20% más rico de la población que consume más energía”.
Las inversiones de alto retorno, particularmente en educación, investigación y desarrollo e infraestructura, también podrían ayudar a abordar tanto la crisis climática como la creciente desigualdad. Pero esas inversiones exigen una planificación y una ejecución cuidadosas, así como impuestos más altos para solventarlas, lo que podría afectar aún más a los pobres si no se las ejecuta de manera apropiada. Para evitar este desenlace, los líderes políticos deben concentrarse en impuestos a la propiedad e impuestos al carbono (aunque es poco probable que estos impuestos sean populares entre sus donantes de campaña).
Durante la pandemia, algunos gobiernos lograron compensar el impacto del COVID-19 en la pobreza a través de varias medidas de apoyo de emergencia. Los gobiernos ahora deben adoptar la misma estrategia de mitigación de crisis para mejorar el desempeño educativo y sanitario de sus ciudadanos y restablecer el crecimiento económico. Recortar los servicios públicos de manera generalizada sería un retorno perezoso y desastroso al manual de austeridad de 2010.
Al mismo tiempo, hay un punto en el presupuesto que no se ha recortado en absoluto. Por el contrario, debido a que la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha profundizado las fisuras del orden geopolítico cada vez más fracturado de hoy, el gasto militar global superó los 2 billones de dólares por primera vez este año. Para mitigar estos costos, los responsables de las políticas deben enfrentar problemas perennes de despilfarro y corrupción en las adquisiciones militares y las ventas de armas.
Asimismo, una mayor capacidad militar muchas veces genera consecuencias no intencionales -y no buscadas-. Aprendimos esta lección en los años ochenta, otra década caracterizada por un crecimiento rápido del gasto de defensa. En aquel entonces, Estados Unidos armó a los talibanes para combatir a la Unión Soviética en Afganistán, e Israel respaldó de manera encubierta a Hamás para ayudar en la lucha contra la Organización para la Liberación Palestina.
En un mundo ideal, la magnitud de los desafíos actuales de la humanidad atraería al servicio público a algunos de los ciudadanos más creativos y altamente motivados. En muchos países, sin embargo, los salarios del sector público han caído a niveles que hacen que cada vez resulte más difícil atraer a los mejores talentos. En el Reino Unido, como observa Martin Wolf del Financial Times, mientras que los salarios reales del sector privado en general han aumentado 5,5% desde 2010, los salarios del sector público han caído 5,9% y gran parte de la caída se produjo en los 2 últimos años. El resultado es un déficit de personal en todos los niveles. Los datos recientes del Servicio Nacional de Salud en Inglaterra muestran una enorme escasez de personal de enfermería. Otros datos revelan que las contrataciones de maestros están muy por debajo del objetivo.
Muchas veces, el sector público cae en un círculo vicioso de recortes de costos y de renuncias. Los enfermeros en el Reino Unido están agobiados y muchos de ellos probablemente sucumban al agotamiento en breve, dejando al resto de sus colegas aún más sobrecargados y desmoralizados. Otra ola de austeridad hará que resulte aún más difícil retener a los trabajadores de calidad.
Una contratación proactiva debe volverse parte de la mentalidad de los gobiernos. Durante los últimos diez años, en mi rol de decana de una escuela de gobierno, he tenido el privilegio de identificar y educar a algunos de los mejores líderes actuales y futuros del sector público provenientes de más de 80 países. Cada semana, consultoras de gestión global, instituciones financieras y compañías tecnológicas se acercan a nuestros estudiantes con ofertas de trabajo. En cambio, en los últimos diez años, ni una sola agencia del sector público hizo lo mismo. Esa no es la manera de enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Ngaire Woods es decana de la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford.
Copyright: Project Syndicate, 2022.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional