I
El que no sabe es como el que no ve, decía mi padre. No solo porque era un fanático del conocimiento y del estudio, sino porque la ignorancia efectivamente nos hace deambular ciegos por la vida. Por eso siempre he sostenido que en lo primero que hay que invertir en este país es en educación.
Y esa introducción la hago porque cuando conocí a Chávez como candidato presidencial, después de mi encontronazo con su barbarie en 1992, ya sabía de su admiración por Fidel. Y como periodista también conocía al monstruo caribeño por dentro, cómo había transformado la isla en ruinas, cómo le había arrebatado la vida a su gente.
Así que ese conocimiento fue para mí como 2 más 2 son 4. La película la vi completica antes de que el teniente arrasara en las elecciones en 1999. Se lo dije a todo el que me preguntó y al que no también: el sueño de este mamarracho es complacer a ese viejo barbudo, que desde que llegó al poder le ha tenido el ojo puesto a Venezuela.
Y cuántos me replicaron que yo estaba loca. Cuántos se desgañitaron diciéndome que lo que pasaba es que no me sentía atraída por la figura de Chávez. En lo último les di la razón, y a mucha honra.
II
No sé por qué desde que supe la noticia de los pobres náufragos me ronda en la cabeza una imagen y una canción. La imagen es la del cuadro de Goya, Saturno devorándose a su hijo. La canción, Sueño con serpientes, del inefable comunista y privilegiado del castrismo Silvio Rodríguez.
La imagen de Goya es espeluznante. Saturno engulle la cabeza de uno de sus hijos. No hay colores, solo tonos de grises y negros, pero sangre resaltantemente roja. El viejo tiene los ojos desorbitados y sostiene con las dos manos el cuerpo decapitado. Dicen los entendidos que se lo come porque teme que lo destrone.
La canción de Silvio que cantaba en mi adolescencia (todavía con la idea romántica de la Revolución cubana) es un viaje hacia el interior de un monstruo, que al final lo hace estallar la verdad como arma. Un monstruo que se come a su propia gente.
III
Pienso en el capital político de Chávez (sin mi voto, por supuesto) y luego pienso en lo que han hecho sus herederos. Esos mismos descamisados, esos mismos desposeídos que el comandante muerto ensalzaba y a los que aplastó y usó como peldaños para conseguir lo que deseaba, son ahora los que más sufren y son lo que siempre fueron, las verdaderas víctimas de un coloso (el chavismo madurismo) que ha perdido poder y que siente que quieren destronarlo. Por eso los engulle.
Los que huyen, los que hurgan en la basura, los que se quedan y están dispuestos a luchar para sacarse esta tragedia de encima, están representados en cada uno de los muertos de Güiria. El régimen trata de imponer su propia narrativa y arresta al dueño de uno de los peñeros, como si fuera el culpable. Como si en vez de huida se tratara de un viaje de placer.
El monstruo quiere tragarse a los que lo llevaron a la cima porque sabe que allí es donde está el mayor descontento. Por eso los ignora, no escucha sus llamados de auxilio ni reconoce que prefieren morir en el intento que seguir malviviendo en Venezuela.
Su intención es tragarnos para que no podamos hacer nada, para que nadie nos oiga. Pero el propio trovador comunista dio la respuesta.
“Esta al fin me engulle/ Y mientras por su esófago paseo/ Voy pensando en qué vendrá/ Pero se destruye/ Cuando llego a su estómago/ Y planteo con un verso una verdad”. Y la verdad es tan sencilla como reconocer que la mayoría fue engañada y que es hora de despertar de esta pesadilla.
@anammatute