OPINIÓN

El monopolio del Estado global

por Albert Geovo Albert Geovo

Durante décadas se ha sostenido ese pensamiento según el cual los sistemas capitalistas arrastran consigo el peor de los males de una sociedad, como es el monopolio; sin embargo, la experiencia de los siglos advierte que el peor monopolio no descansa precisamente en las libres economías, sino que, por el contrario, se encuentra presente en los sistemas que hoy se conocen como socialistas, con su dialéctica materialista; así que no se quiera adornar, a través de las palabras, no reconociendo el poder nefasto que sostiene el socialismo abarcando las dimensiones más íntimas del ser humano, como la vida, los alimentos, la salud, la economía, la política, la «justicia» en sí, el destino de las personas y hasta del ecosistema.

De esta forma, el nuevo orden mundial funge como un emperador sobre la tierra a la que todos los poderes visibles y a la sombra obedecen como parte de la burocracia global a su emperador con aquel orden del positivismo jurídico, donde el imperio de la ley es inquebrantable; solo que esa ley de orden mundial, siendo vinculante en el ordenamiento interno, traspasa las soberanías, las fronteras de la vida íntima de las personas, ese orden es injusto y no solo no debe ser acatado, sino que ha de ser denunciado, no permitiendo que siga vigente en los pueblos del mundo.

A pesar de todo esto, los análisis políticos y económicos aún no entienden que el estatismo con todo su intervencionismo de Estado es un sistema que privilegia a los monopolios, tanto más que los sistemas capitalistas, oprime pueblos, destruye naciones enteras y extrae las riquezas de las naciones tanto del subsuelo como las riquezas de la superficie, en la que no escapan la trata de blanca, entendida esta en sentido amplio, es decir, mano de obra barata, para los compromisos e interés plurinacionales, contrario a los derechos naturales de todas las personas.

Es este mismo monopolio mundial, el causante de la crisis presente y de las anteriores y las futuras, en otras palabras, la crisis es inducida como lo son la guerra de Ucrania y los anteriores conflictos; a estas alturas de avances de todos los sistemas sociales, hasta las enfermedades son producidas; por ejemplo, ya para nadie es secreto que los alimentos procesados y con dosis altas de azúcar, sal y elementos  sintéticos, son causantes de enfermedades como la hipertensión, las alteraciones de la tiroides, para completar las alteraciones de la glicemia que terminan dañando los órganos del cuerpo.

En estas proporciones del desastre se ha avanzado tanto, como ya se ha escrito en anteriores oportunidades que es evidente, las alteraciones del clima a través de la siembra de nubes viene causando estragos, respecto a las enfermedades respiratorias.

Para terminar, se quiere concluir que la sociedad organizada, qué quedará de la no organizada, no tiene ni idea contra cuáles desafíos se enfrenta, quedando en manos únicamente del sistema inmunológico con el que nacen todas las personas con respecto a una vida sana y a los designios del Creador.

Así que nos enfrentamos a un mundo donde las guerras, las crisis económicas y las enfermedades son producidas por la barbarie de un sistema totalitario, cada vez más difícil de detener con las estrategias y tácticas  convencionales, que no sean más que con el conocimiento de la verdad que permitan divisar las causas.