OPINIÓN

El mito ideológico

por Albert Geovo Albert Geovo

El pensamiento se convierte en inconsciente, además de que la conciencia es un foco de luz que deja muchas áreas oscuras. Los símbolos, el pensamiento, son el resultado de los recuerdos de percepciones e ideas, las cuales generan estímulos que a su vez generan síntomas, muchas veces neuróticos.

Por otro lado, el orgullo intelectual no permite reconocer el origen de las ideas; estas ideas han generado toda una neurosis ideológica, que han inspirado los últimos dos siglos, siendo la causa y resultado de la peculiar forma de pensar y de ser en el mundo.

La digresión de las ideas de Occidente en sustitución de otras que filosóficamente contradicen y más aún se oponen al individuo libre por naturaleza y por tradición, son el epítome del desplome y desgobierno del mundo actual.

En ese sentido, los libros, las ideas, son la reminiscencia de la consciencia; es decir, son la causa y resultado; al mismo tiempo, la víctima que se convierte en verdugo de la propia idea que lo domina, de manera subliminal en la mente inconsciente de su existencia. Conclusiones, deducciones, tal material es la causa del inconsciente colectivo, estudiado por Jung, lo que somos y podemos ser, como individuo, como sociedad.

El inconsciente es el resultado de gérmenes del pasado, tales ideas germinadoras han dado sus frutos en el siglo XX; y al no ser conscientes del poder de las ideas, y corrientes filosóficas que dominan, se corre el inconmensurable riesgo de desaparecer como individuos y como sociedad.

La psiquis humana está contaminada, no solo de ideas y gérmenes de estas, sino de imágenes y símbolos materiales o abstractos, pensamientos que son depositados en el inconsciente, de manera bien pensada en el subconsciente colectivo e individual de la sociedad, generando todo lo que hemos oído y visto, todas esas impresiones significantes y significados que organizan una existencia contraria a los principios y valores de la civilización occidental como la que se plantea hoy.

Los antecedentes culturales, políticos y religiosos tienen responsabilidad, en los deslices tribales e incluso relegando a la humanidad a la condición de brutos de la naturaleza; todo concepto actual tiene su relación en las asociaciones psíquicas, como aspectos invisibles de ideas, símbolos, objetos, significados, asociaciones psíquicas en sí; todo esto ha falseado la verdad.

Por ello la mente primitiva, con aproximaciones a la idea de cerebro reptiliano, como la llamó el neurocientífico MacLean; con sus asociaciones psíquicas contemporáneas, data de hace menos de dos siglos, su activación, y hoy es la siega donde se recoge la cosecha, de esa siembra de ideas, corrientes filosóficas del materialismo histórico. Donde se viene subrayando que los pensamientos, las emociones de la modernidad y del hombre civilizado actual son el resultado de la filosofía y corrientes del materialismo histórico, del evolucionismo, como una auténtica neurosis colectiva, como aquel fantasma que recorre Europa, lleno de mitos y ritos supervivientes en las épocas modernas.

Las representaciones históricas, como reconstrucciones ideales, en el inconsciente, son el vínculo racional entre el conocimiento y la persona; además, tienen relación con los desbarajustes del sistema, impresos en la conciencia, por efecto en el instinto de las personas y de la comunidad. En sí, toda esa energía psíquica viene tomando forma de un cúmulo de ideas, lenguaje y mensajes hacia el inconsciente colectivo, incidiendo en la individualidad de la persona y en las interrelaciones sociales, expuestas casi sin defensa, sin reflexión alguna.

En el mismo orden, la disociación de las ideas modernas, en relación con la tradición occidental, ha convertido a la sociedad en una patología indignante. El ciudadano que dio vida a la democracia en América estaba más integrado al valor de sus derechos que la civilización actual, ya que reconocía los derechos naturales de las personas como elementos sagrados irrenunciables, y entendía, mejor que nunca, que el individuo es lo único real ante las yuxtaposiciones sociales y su estructura.

Por otro lado, la figura del héroe como modelo arquetípico general, al final de todas las explicaciones y deducciones, es aquella ficción que comienza siempre “había una vez” en todo cuento infantil que todos leímos, tales relatos, sin hacernos preguntas, hasta mucho tiempo después de que se realizan tales lecturas.

En ese contexto se puede deducir que el desarrollo de la consciencia no es autónomo, como lo plantea el “mito de la caverna” que presenta Platón, es un hecho, que debe leerse de tal manera que encuentre la razón misma del conocimiento, su utilidad o futilidad o el caos mismo que presentan los planteamientos, por ejemplo: la lucha de clases; la igualdad, la libertad, la fraternidad; el nuevo orden mundial; el proletariado, la revolución del proletariado, el gobierno obrero, o del proletario, los principios y valores comunistas y del colectivo, la nueva normalidad; en fin, todo lo damos por cierto, tal como el cuento de la niñez, donde no previmos los resultados de tales ideas.

La humanidad toda sueña, él, tú, ella, nosotros, “yo tengo un sueño”, de un mundo mejor, un mundo posible, ni siquiera se sospecha que tal sueño de la conciencia es el resultado de una serie de ideas anticipadas que tienen pronosticado un futuro ajustado al sueño; despertar a la verdad, la restauración de la humanidad es posible si se sale de la caverna de la filosofía, del modelo general con fines colectivos, y se empieza a pensar desde el individuo.